Gabriel Le Senne, Mercedes Garrido, Pilar Costa y más

Gabriel Le Senne, Mercedes Garrido, Pilar Costa y más

Por Domingo Sanz

Destrozar el 18 de junio la imagen de personas asesinadas por los franquistas tras arrancarla de su escaño a una diputada de la Mesa del Parlament Balear y ser citado a declarar ante el juez por un delito de odio pero que, pasados cuatro meses, no se haya dignado a leer el Reglamento para no volver a “perder los papeles”, como dijo que le había ocurrido en junio, son hechos ciertos que demuestran que la expulsión de Garrido y Costa el 15 de octubre por parte de Le Senne ha sido un nuevo y muy grave autoritarismo, en este caso negando la libertad personal en el vestir y, como no se quitaron las camisetas, castigándola.

Cualquiera que se dedique a la política puede decir la mayor mentira y seguir cobrando del erario mientras no les implanten detectores que dejen tartamudos para siempre a los embusteros, pero si en el Reglamento no hay ningún artículo que diga que un miembro de la Mesa puede ser expulsado por llevar puesta una camiseta con víctimas de los franquistas, es que no lo hay y por ese motivo no se puede expulsar a nadie. Por tanto, Le Senne no había leído las normas antes de abusar otra vez de su cargo. Su desprecio por la lectura para aprender a hacer bien las cosas me trae a la cabeza el peor pasado de España, pero también a los actuales PP y Vox, rabiosos en el Congreso contra Sánchez porque ha enviado a publicar en el BOE la misma norma que ellos habían votado a favor, demostrando que, o no la habían leído o les daba lo mismo lo que pusiera.

Aunque el autoritarismo de Le Senne haya quedado patente durante los debates para derogar una ley de Memoria que el PP también votó a favor en 2018, el hecho de que las diputadas Garrido y Costa decidieran manifestar de nuevo su solidaridad en memoria de las víctimas significa que algo está cambiando, pues ambas pertenecen al mismo PSOE que tanto hizo durante tantos años para proteger la impunidad de los franquistas, para ocultar a la sociedad la crueldad de sus crímenes, para negar el derecho a recuperar los cuerpos de sus víctimas y para que se aceptara la monarquía restaurada por esos mismos franquistas.

La monarquía española, traída hoy a colación por el franquista Le Senne como veremos más adelante, está encabezada por un rey que, no podemos olvidarlo, también es el siempre peligroso, y más en España, MASUFA, siglas de la octava función de las diez que le asigna el artículo 62 de la Constitución.

Quizás sean esa función del 62 y el privilegio aberrante del 56 los factores que han contribuido a que ningún presidente del Gobierno haya sido tan valiente como para obligar a Felipe VI a condenar el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Como tampoco ninguno obligó a su padre. En mi opinión, para todo esto ya es tarde.

En cambio, Gabriel Le Senne, tan defensor del respeto por lo institucional, no dudó en usar a Felipe VI de escudo protector al convertirlo públicamente en compinche de sus odios cuando, tras reunirse con él en Mallorca el 24 de julio, declaró que “el rey había entendido perfectamente lo que ocurrió”, con lo que, además, cometió una de las peores vilezas que es posible imaginar al delatar a la misma persona en la que buscaba la protección de haber “entendido perfectamente” un comportamiento que incluso puede ser declarado delito cuando finalice el proceso judicial en curso.

¿O quizás lo que pretendía Le Senne era proyectar la sombra del rey y también MASUFA sobre los jueces por los que tengan que pasar las querellas que siguen su curso, por si alguno lo tiene en cuenta y decide archivar el expediente?

Al cierre, otra persona más.

Preguntada la presidenta del Govern Balear, M. Prohens por este escándalo, ha respondido que a ella “le corresponde atender las necesidades reales de los ciudadanos”.

Sin duda, una respuesta escapista pero que retrata a Prohens, dado que nace de una situación que la deja otra vez con las vergüenzas al aire, pues si Le Senne sigue presidiendo el Parlament es porque ella sigue queriendo que lo presida.

¿Debemos deducir de sus palabras que el parlamentarismo no es una “necesidad real”?

¿O está diciendo que da lo mismo que las “necesidades reales” se puedan debatir y resolver en libertad o en unas Cortes como las franquistas, ya que estamos?

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