Genocidio: La nueva normalidad

Genocidio: La nueva normalidad
Y ahora, castillos de arena (por Mr. Fish)

Por Chris Hedges*

El regalo de despedida de Joe Biden de 8.000 millones de dólares en venta de armas al Estado de apartheid de Israel reconoce la espantosa realidad del genocidio en Gaza. Esto no es el fin. Ni siquiera es el principio del fin.

Se trata de una guerra permanente e interminable diseñada no para destruir a Hamás o liberar a los rehenes israelíes, sino para erradicar, de una vez por todas, a los palestinos de Gaza y Cisjordania. Es el impulso final para crear un Gran Israel, que incluirá no sólo Gaza y Cisjordania, sino también partes del Líbano y Siria. Es la culminación del sueño sionista. Y se pagará con ríos de sangre: palestina, libanesa y siria.

El ministro de Agricultura y Seguridad Alimentaria de Israel, Avi Dichter, probablemente estaba ofreciendo estimaciones conservadoras cuando dijo: «Creo que vamos a permanecer en Gaza durante mucho tiempo. Creo que la mayoría de la gente entiende que [Israel] estará años en una especie de situación de Cisjordania en la que se entra y se sale y quizá se permanezca a lo largo de Netzarim [corredor]».

El exterminio masivo lleva tiempo. También es caro. Afortunadamente para Israel, su grupo de presión en Estados Unidos tiene un dominio absoluto sobre el Congreso, nuestro proceso electoral y la narrativa de los medios de comunicación. Los estadounidenses, aunque el 61% apoya el fin de los envíos de armas a Israel, pagarán por ello. Y aquellos que expresen su desacuerdo serán llevados a los agujeros negros sionistas donde sus voces serán silenciadas y sus carreras puestas en peligro o destruidas. Donald Trump y los republicanos desprecian abiertamente la democracia, pero también lo hacen los demócratas y Joe Biden.

Estados Unidos proporcionó 17.900 millones de dólares en ayuda militar a Israel de octubre de 2023 a octubre de 2024, un aumento sustancial de los ya 3.800 millones de dólares en ayuda militar que Estados Unidos da a Israel anualmente. Se trata de un récord para un solo año. El Departamento de Estado ha informado al Congreso de que tiene la intención de aprobar otros 8.000 millones de dólares en compras de armas de fabricación estadounidense por parte de Israel. Esto proporcionará a Israel más sistemas de guía GPS para bombas, más proyectiles de artillería, más misiles para aviones de combate y helicópteros, y más bombas, incluidas 2.800 bombas MK-84 no guiadas, que Israel tiene la costumbre de lanzar sobre campamentos de tiendas de campaña densamente poblados en Gaza. La onda de presión de la MK-84, que pesa unos 1.000 kilos, pulveriza los edificios y extermina la vida en un radio de 365 metros. La explosión, que rompe pulmones, desgarra miembros y revienta cavidades sinusales hasta cientos de metros de distancia, deja tras de sí un cráter de 15 metros de ancho y 11 metros de profundidad. Israel parece haber utilizado esta bomba para asesinar a Hasan Nasralá, líder de Hizbolá, en Beirut el 27 de septiembre de 2024.

El genocidio, y la decisión de alimentarlo con miles de millones de dólares, marca un ominoso punto de inflexión. Es una declaración pública de Estados Unidos y sus aliados en Europa de que el derecho internacional y humanitario, aunque flagrantemente despreciado por Estados Unidos en Iraq, Afganistán, Libia, Siria y una generación antes en Vietnam, carece de sentido. Ni siquiera lo respetaremos de boquilla. Este será un mundo hobbesiano donde las naciones que tienen las armas industriales más avanzadas hacen las reglas. Los pobres y vulnerables se arrodillarán subyugados. El genocidio de Gaza es el modelo del futuro. Y los del Sur Global lo saben.

Los “condenados de la tierra” que carecen de armas sofisticadas, que no tienen ejércitos modernos, unidades de artillería, misiles, armadas, unidades blindadas y aviones de guerra, contraatacarán con herramientas rudimentarias. Contraatacarán con actos de terrorismo individuales campañas masivas de terrorismo de Estado.

¿Nos sorprende que nos odien? El terror engendra terror. Lo vimos en Nueva Orleans, donde un hombre que supuestamente estaba inspirado por el Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS) mató a 14 personas cuando lanzó su camioneta contra una multitud el día de Año Nuevo. Veremos más de esto. Pero seamos claros: nosotros lo comenzamos. El vacío moral del terrorista suicida nace de nuestro vacío moral.

La frustración de Israel por la tenaz resistencia en Gaza, Cisjordania, Yemen y el Líbano aumenta la sed de sangre. Miembros del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa de Israel enviaron una carta al ministro de Defensa Israel Katz, instando al gobierno a intensificar el asedio de Gaza.

“El control efectivo del territorio y de la población es el único medio para limpiar la Franja de líneas enemigas, y naturalmente para lograr una victoria decisiva, en lugar de mantenernos a flote en una guerra de desgaste, donde el bando más desgastado es Israel”, escriben. “Por ello, terminamos insertando a nuestros soldados una y otra vez en barrios y callejones que ya fueron conquistados por ellos muchas veces”.

Israel, dice la carta, debe llevar a cabo la “eliminación remota de todas las fuentes de energía, es decir, combustible, paneles solares y cualquier medio relevante (tuberías, cables, generadores, etc.)”. Debe garantizar la “eliminación de todas las fuentes de alimentos, incluidos los almacenes, el agua y todos los medios relevantes (bombas de agua, etc.)” y debe facilitar la “eliminación remota de cualquiera que se mueva en el área y no salga con una bandera blanca durante los días del asedio efectivo”.

La carta concluye que “después de estas acciones y los días de asedio sobre los que quedan, [las] ​​FDI deben entrar gradualmente y llevar a cabo una limpieza completa de los nidos enemigos… Esto debería hacerse en el norte de la Franja de Gaza, y de manera similar en cualquier otro territorio: cercar, evacuar a la población a una zona humanitaria y asediar efectivamente hasta la rendición o la eliminación total del enemigo. Así es como actúa cada ejército, y así debe actuar el ejército israelí”.

En resumen, exterminar a las bestias.

Shamsud-Din Jabbar, el veterano militar estadounidense de 42 años que estrelló su camioneta contra una multitud de personas que celebraban el Año Nuevo en Nueva Orleans, matando a 14 personas e hiriendo a otras 35, nos habló en el idioma que usamos para hablar con el mundo árabe. Muerte indiscriminada. El ataque a inocentes. La cruel indiferencia hacia la vida. La sed de venganza. La demonización de los demás. La creencia de que el destino, Dios o la civilización occidental han decretado que tenemos derecho a imponer nuestra visión del mundo con violencia. Jabbar, que publicó videos online en los que profesaba su apoyo al Estado Islámico, es nuestro doppelhänger. No será el último.

“Cuando una sociedad es desposeída, cuando las injusticias que se le imponen parecen insolubles, cuando el ‘enemigo’ es todopoderoso, cuando a la propia gente se la trata como a insectos, cucarachas, ‘bestias de dos patas’, entonces la mente va más allá de la razón”, escribe Robert Fisk en “La gran guerra por la civilización”. “Y se fascina en dos sentidos: con la idea de una vida después de la muerte y con la posibilidad de que esta creencia proporcione de algún modo un arma con un potencial más que nuclear. Cuando Estados Unidos estaba convirtiendo Beirut en una base de la OTAN en 1983 y utilizaba su poder de fuego contra las guerrillas musulmanas en las montañas del este, los guardias revolucionarios iraníes en Baalbek prometían que Dios libraría al Líbano de la presencia estadounidense. En aquel momento escribí –no del todo en broma– que era probable que fuera una batalla titánica: la tecnología estadounidense contra Dios. ¿Quién ganaría? El 23 de octubre de 1983, un atacante suicida condujo un camión cargado de explosivos contra el complejo de marines de Estados Unidos en el aeropuerto de Beirut y mató a 241 soldados estadounidenses en seis segundos… Más tarde entrevisté a uno de los pocos marines supervivientes que vieron al atacante. “Todo lo que puedo recordar”, me dijo, “es que el tipo iba sonriendo”.

Estos actos de terrorismo, o en el caso de Gaza, Cisjordania, el Líbano y Yemen, se utilizan para justificar una matanza masiva sin fin. Esta Vía Dolorosa conduce a una espiral de muerte global, especialmente a medida que la crisis climática reconfigura el planeta y los organismos internacionales, como las Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional, se convierten en apéndices huecos.

Estamos sembrando Oriente Medio de dientes de dragón y, como en el antiguo mito griego, estos dientes están brotando del suelo como guerreros enfurecidos decididos a destruirnos.

*Nota original: Genocide – The New Normal.
Traducido por Sinfo Fernández en Voces del Mundo.
Chris Hedges
es un escritor y periodista ganador del Premio Pulitzer. Fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times

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