Hacer “legal” lo “ilegal”: la financiación de los partidos políticos
Leo y escucho, que es la forma que me queda para intentar interpretar lo incomprensible de esta realidad indigesta: euros que vienen de Europa no para los desahuciados, para las escuelas con deudas, para los pensionistas que lloran en su íntima frustración, tras años y años de trabajo, sino para los usureros. Bankia recibirá 17.960 millones; NovaGalicia Banco 5.425; Catalunya Banc 9.080 y Banco de Valencia. Al banco malo irán 2.500 millones. Millones, no de euros sino de parados, alargando las colas, serpientes de impotencia, frente a los vacíos locales de búsqueda de trabajo.
Hoy se unían, para exhalar su indignación, su rabia y su desesperanza, cientos de personas, en más de 55 ciudades, que pedían con su voz que este (anti)gobierno detenga su extorsión al ciudadano y deje de recortar su esperanza. Ministros que se burlan a nuestra cara sobre nuestras creencias, nuestras culturas, que no nuestra cultura, las lenguas que las sustentan, toros de lidia, cornudos animales, que afirman crecerse con cada banderilla, cada crítica y cada sollozo de los que ellos pisotean. Ministros advenedizos que urdieron, mientras se les obligaba a estar en la sombra de señoras rubias de bote y pésimas intenciones, su sueño de poder y que ahora, una vez las aguirres damas abandonaron el barco para hacerse rogar, se atreven a hacerlo realidad, diciendo que “admiten que gobernar, a veces, es repartir dolor”.
Los periódicos escriben hoy en sus titulares que España sigue sin implementar las normas del Consejo de Europa para la financiación de partidos políticos: El órgano anticorrupción del Consejo de Europa (GRECO) reclamó la semana pasada a los Estados miembros, España entre ellos, para que aumenten la transparencia de la financiación de los partidos políticos y las campañas electorales. España incumple los requerimientos en esta materia. Nada se ha avanzado tras el último informe de evaluación de hace un año, y el ministro de (IN)Justicia, decretator Alberto Ruiz Gallardón, no ha anticipado ningún avance legislativo en esta materia, como es comprensible. Le interesa más destrozar el acceso a la justicia de quienes no puedan pagar el impuesto terrorista de las tasas judiciales o cualquier campo susceptible de lucirse como hábil decretator en un país de ciudadanos exhaustos e impotentes.
Leo. Escucho. Siento repulsión e indignación, con igual porcentaje. Y, claro, se provoca mi reflexión, una de las cosas que ellos no van a poder arrebatarme:
La importancia de la financiación de los partidos políticos transciende más allá de la época en la que políticos aficionados, provistos de su disfraz de políticos profesionales, politicuchos, mafiosos y delincuentes de guante blanco y cartera, a la espera de ser “legitimados” por papeles secuestrados a unas siglas, ruedan de gira por el reino de los crédulos. Cada cuatro años la función se re-estrena, se repite, sin muchas novedades de utilería.
Muchos (des)esperamos, cada cuatrienio, que las circunstancias de una realidad cada vez más irreal y brumosa haya hecho que los actores, patéticos y patéticas aspirantes a stars, hayan pensado, al menos por una vez, que deberían sustituir sus despliegues teatrales en las plazas de toros por algo más cercano a la política (supuesto arte de ejercer el poder público, de gobernar o de ocuparse de los asuntos públicos en general), en salas parlamentarias insonorizadas a las palabras huecas, con extremas medidas de seguridad contra las mentiras y las obras de guiñol magnificadas. Pero es una espera infructuosa.
Ahora que la cizalla implacable, incesante e irracional de los politicuchos deleznables que recontaron con gula su prepotencia travestida en votos con azules y gaviotas se cierne, instante a instante, sobre el alma social – la educación, el derecho a una sanidad pública, la incuestionable necesidad de acceder y tener una vivienda y otros tantos retales aniquilados- es cuando deberíamos plantearnos una seria reflexión sobre la ilegalidad en la que sostienen sus equilibrios políticos, sus cambios de chaqueta, sus imputaciones y sus conductas, que inevitablemente degenerarán en escándalos en un futuro. Se escudan en que estamos presos, gracias a ellos, en un estado de shock tal que no van a tener que soportar nuestra reacción porque, sencillamente, no vamos a reaccionar: cansancio, desilusión, paro y ausencia de horizontes es el veneno que nos han instilado. El antídoto, si lo hay, está protegido por todos ellos, a buen recaudo para que jamás sanemos.
Alguien debería explicarles que la expresión “demoledora mayoría” no equivale, por mucho empeño que desplieguen, a “mayoría demoledora”. Las papeletas en blanco de las urnas, tintadas con sus siglas, no les dieron el poder de “demoler”, de “demolernos”. Las urnas, aquellas y todas, se sostienen sobre una base firme que despliega su pestilencia a dinero y soborno, a inversión para comprar prebendas futuras, relaciones “inesperadas” de amiguismo y otras estrategias que, en absoluto necesitaría el arte de la política sino estuviese, como está, ejercido por expertos en prostitución de ideas, de intenciones y de verdades maquilladas. No creamos que la financiación opaca de los partidos políticos cesa antes y después de las campañas electorales. Es eterna, como cualquier proceso que busca eternizarse no por la preocupación social sino por el hambre de dinero y poder.
La forma, modo y proceso, en que se produce -o se permite- es un vector de importancia vital que afecta al modo en que se configuran los matices del “sistema democrático” de un país. No sería descabellado comparar el llamado “estado de partidos” como un conjunto de células especiales y únicas que, en la mayoría de ocasiones, se convierten en cancerígenas. El sistema de financiación de los partidos, no solo en España, pervierte la democracia –si es que alguien cree a estas alturas en ella- y anima a conductas probadamente irregulares.
No me produce ningún reparo afirmar que la democracia, esa por la que supuestamente luchan los partidos financiados, NO EXISTE. Lo que vivimos, impuesto, en todo caso, únicamente se acerca al insuficiente e hipócrita concepto de “democracia de masas”, una democracia que se compra y se vende, se financia, al fin y al cabo una subasta velada. La predominancia del voto no es la predominancia de una idea o una cadena de ellas, una ideología, sino la de un conjunto de estrategias de márquetin, de la apuesta interesada de los sponsors, proxenetas oficialmente aceptados, y del gasto de un presupuesto que, a priori, se sabe dirigido a una transacción nada ideológica, una operación económica sin más velos.
La supuesta financiación irregular del PP (trama Gürtel); el caso en el que Khol reconoció que durante unos 5 años, a partir de 1993, recibió millones en donaciones no declaradas y en el que, a pesar de que jamás desveló su procedencia, se vinculó directamente al partido que representaba con la industria armamentística, a través de un comisionado con nombres y apellidos, K. Schreiber; el caso francés que relaciona al partido de Sarkozy, y a él directamente, con Liliane Bettencourt, quien supuestamente entregó unos 150.000 euros al entonces político en activo, procedentes de una cuenta opaca registrada en Suiza; la insultante “auto amnistía” que la clase política decretó en el país galo, tras los casos de Juppè i Emmanuelli, para indultar a cualquier dirigente político que estuviera implicado en casos de comisiones, sobornos, aceptación de fondos y blanqueo de facturas; el caso que hizo que el italiano Craxi decidiera exiliarse, presionado por el escándalo de la recepción de ilegal de unos 300.000 millones de liras (unos 24.000 millones de pesetas) para el partido que encabezaba; el escándalo de Lula, “ fue a mediados de 2005 que estalló el escándalo de desvío de dinero público –conocido como escándalo del “mensalón”– porque había una fuerte mensualidad de algo en torno a 15 mil dólares por mes, que se entregaba a cada congresista comprometido a seguir las reglas que dictaba el gobierno de Lula, a partir de un ingenioso esquema que se nutría de dinero público, el que era autorizado por los altos cargos del gobierno”; el de Tony Blair, que parece probar la conexión de patrocinadores clave de su Partido Laborista, quienes recibieron títulos nobiliarios a cambio de apoyo económico; el de uno de los amigos del que no se resigna a alejarse, Berlusconi, el ahora ex secretario de la Liga Norte Umberto Bossi, que dimitió por los presuntos delitos de financiación ilegal, blanqueo de dinero, fraude, apropiación indebida y relación con la ‘Ndrangheta de los que está acusado el ex tesorero del partido, Francesco Belsito y un etc. que no va a interrumpirse, me temo, jamás. España no se libra de la gasa tentadora de la financiación irregular y fácil de los partidos. En nuestro país son innumerables los casos, probados o por probar relacionados con irregularidades en la obtención de financiamiento, el caso Naseiro, Filesa, Gescartera, el caso Roldán, Kio, Afinsa, Ibercorp, la trama Correa; etc.
Si bien no es un eximente considerar qué causas han favorecido estas conductas apolíticas, ilegales y delictivas, es importante ahondar en ellas:
– Los impedimentos, casi tan constantes e inevitables que incluso se ven como parte de una extraña normalidad, para que la opinión pública y los medios obtengan información sobre la gestión de los fondos de los partidos, sus gastos y sus fuentes de financiación, hace que solo en el caso de que, por un exceso de arrogancia y la petulancia de algunos políticos, mequetrefes además de politicuchos, se conviertan las irregularidades en escándalo, y no pueda evitarse la difusión mediática, el ciudadano empiece a intuir una verdad a voces: la podredumbre inunda los cajones de los partidos políticos, aquí y en Sebastopol, como aceptó Craxi en sus memorias.
– Parece ser aceptado por toda la sociedad (manipulada y anestesiada por quienes además son objeto y agente de las irregularidades) que las necesidades económicas de los partidos son infinitas, justificables todas, racionales y, lo que es peor, INEVITABLES (más o menos lujosas sedes por doquier; número elevadísimo de afiliados liberados, burócratas dóciles que aplauden a los prepotentes líderes de su coalición esperando el boomerang del favor y la adulación devueltos)
– El entramado legal, que los mismos partidos políticos han impulsado y propiciado, que rige la contratación de las administraciones públicas , especialmente en aquello relacionado con la ordenación urbanística, la gestión del suelo, y la ordenación fiscal y económica permite, sin más trabas que las “estrictamente necesarias” para que no lo parezca a la opinión pública, desconocedora de entresijos legales, que proliferen las “contratas” con favoritismo, las conductas malversadoras y arbitrarias, tanto en el aparato del estado como en el autonómico y municipal.
Todo esto únicamente para empezar.
Un preámbulo para seguir sin entender, pero al menos, conocer, la ley Orgánica 5/2012, de 22 de octubre, de reforma de la Ley Orgánica 8/2007, de 4 de julio, sobre financiación de los partidos políticos también llamada, con mucho acierto, la cueva de alí babá, la llave maestra que les permite malversar, obtener fondos ilegales y prevaricar, con bastante relajación, mientras las cifras de pobreza aumentan y las de las pensiones y derechos descienden.
* Publicado en La Mosca Roja