Historia de Haití: Perros “comenegros”

Historia de Haití: Perros “comenegros”
François Dominique Toussaint Louverture, dirigente de la revolución haitiana

Por Daniel Alberto Chiarenza*

6 de mayo de 1803: en Haití, el comandante Ramel recibe un oficio donde se le aconseja que dé “de comer negros a los perros”

Donde un perro como Conan (el mastín muerto de Milei) vale más que un esclavo (o trabajador)

 

General Charles-Emmanuel Leclerc

Los que tienen monopolizada la interpretación histórica poniendo como eje sólo al europeo-estadounidense, ocultan que el primer país que declara la abolición de la esclavitud y la independencia en América Latina con respecto a una potencia hegemónica colonial -en este caso Francia- es Haití.

Toussaint Louverture, el pretérito esclavo negro, es el que manifiesta y declara la independencia haitiana. Precisamente con el advenimiento del todopoderoso Napoleón Bonaparte, esto parece una quimera.

Con el fin de restablecer la esclavitud y el colonialismo político en el país francoparlante, un cuñado de Napoleón, el general Leclerc, ocupó Haití con 25 mil veteranos. La resistencia de los que habían adquirido el status de exesclavos y su intrepidez épica desconcertó a los orgullosos franceses, acostumbrados a vencer en Europa, donde la clase dirigente estaba toda hecha de la misma argamasa humana y ética.

La mujer de Leclerc era la ninfómana Paulina Bonaparte, hermana del emperador, que batallaba contra el aburrimiento tropical organizando grandes fiestas (con características orgiásticas) ¡Calígula parecía haber revivido! Su propensión escandalosa a conceder sus favores a los negros, muchos de ellos jefes rebeldes, era explicada por Paulina con el cálido -y no exento de ingenuidad- argumento de que era preciso “mantenerlos sometidos a Francia”, entonces ella se ofrecía patrióticamente para beneficio de la “causa imperial”.

En determinado momento Toussaint Louverture se rinde, es enviado a Francia y muere enigmáticamente en prisión. Pero, ya han surgido nuevos jefes: los directos afrodescendientes Dessalines y Christopher y el mulato Petión, que conducen con energía inquebrantable la lucha nacional contra las tropas esclavistas que, sin embargo, avanzaban cantando las estrofas libertad, igualdad y fraternidad. La pandémica fiebre amarilla se añade a las desventuras militares de las fuerzas napoleónicas que ocupaban Haití. ¿Alguien habría apelado a la magia vudú?

Retrato de 1816 de Henri Christophe.

¿O lo vivenciado como castigo tendría un origen más terrenal, más brutal por parte de los reconquistadores? Acudimos a la asombrosa cita de Jorge Abelardo Ramos en su obra “Historia de la Nación Latinoamericana”, publicado en un primer momento por Peña Lillo y, luego, por Ediciones Continente en 2011: «Se comprende bien que las derrotas francesas irritaran al general Rochambeau. En un oficio resolutivo que envía al comandante Ramel, el 6 de mayo de 1803, escribe:

“Le envío, mi querido comandante, un destacamento de 50 hombres de la Guardia Nacional del Cabo, comandada por M. Bari, quien lleva 28 perros dogos de Burdeos [seguramente alguno de ellos ascendiente del perro Conan, tributario de “las fuerzas del cielo”, con el que habla regularmente y es aconsejado el presidente argentino Milei]. Esos refuerzos le permitirán asimismo terminar enteramente vuestras operaciones. No le dejaré ignorar que no le será abonada ninguna ración ni gasto para la alimentación de esos perros. Usted debe darles negros para comer”. Documentos para la historia de Haití en el Archivo Nacional, p. 47. Publicación del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, 1954».

Era previsible que los jefes haitianos sufrieran las consecuencias políticas destructivas y militares más extremas ante la ferocidad de los civilizadores franceses.

“Dessalines, el originario esclavo, estableció la doctrina de que el mal de Haití estaba en el color blanco y en consecuencia degolló a todos los blancos, y como sucedía que en Haití no había haitianos blancos, blanco y francés resultaban una sinonimia. En Haití, pues, la guerra étnica fue al mismo tiempo la guerra contra la metrópoli; y eso no sucedió en Venezuela, donde los ricos blancos criollos, la más de las veces mestizos, se habían declarado en lucha contra España”.


El exterminio de los blancos franceses, que eran los propietarios de la tierra, dejó en poder de Haití la totalidad de su suelo. Dos nuevos jefes, Christopher y Petión, se dividieron el poder haitiano. La república del Norte, con Christopher (que luego se coronó rey con una corte orgiástica), restableció el latifundio del tiempo de los franceses, usufructuado ahora por una nueva nobleza negra por él creada; la esclavitud resucitó esta vez en una perfecta igualdad racial, puesto que amos y esclavos eran negros. En la República del Sur, Alejandro Petión dividió la tierra entre la población campesina y estableció un Estado agrario democrático: “La República de Petión vivió de manera sencilla y pacífica en una especie de democracia patriarcal, a la vez nacionalista y sosegada”.

General Alexandre Petión

Christopher tenía por los mulatos un odio “profundo e implacable”, nacido quizá en lo que él creía la superioridad en instrucción sobre aquellos “mulatos inferiores”; aspiraba a exterminarlos a todos, así como Dessalines había degollado a todos los blancos. La atroz monarquía revanchista establecida por Christopher en el norte era un remedo militar feudal del antiguo régimen y duró tanto como la vida de su creador, que concluyó suicidándose en 1820. Concluimos que el verdadero fundador de la República haitiana es Alexander Petión, factor decisivo a su vez en la emancipación Latinoamericana.

Con Petión la revolución de los esclavos se incorpora a los tiempos modernos. Por primera vez en la historia de Haití los obreros rurales reciben el pago de su salario en dinero y no en favores o en especies.

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