Hospital Real de Granada: cárcel franquista
Maryssa Ruiz*. LQSomos. Diciembre 2017
El hospital Real se encuentra en la Avenida del Hospicio número 1, de Granada y actualmente es la sede del Rectorado de la Universidad de Granada. Pero sus muros albergan recuerdos insólitos de muerte y dolor, de sangre derramada debido a las torturas que un Régimen desolador ocasionaba a hombres valientes que no se doblegaron a las ideas de una dictadura absurda liderada por un criminal.
Una de las figuras más destacadas que pasó por este lugar en el que el franquismo sembró el miedo y el sufrimiento fue José Palanco Romero (Político, historiador y catedrático de la Universidad de Granada, que durante la Segunda República fue alcalde de Granada y diputado en el Congreso). Fue víctima de malos tratos y vejaciones a cargo de la guardia franquista así como de otras prácticas aberrantes con las que disfrutaban los lacayos de un psicópata y que la única finalidad era martirizar a la persona hasta la muerte.
Un gran número de republicanos fueron detenidos en este lugar, destinados a vivir en celdas semejantes a chiqueros, durmiendo en el frío suelo y en unas condiciones higiénicas funestas e infrahumanas, sin recibir comida ni agua durante largos días y siendo interrogados a golpe de garrote a diario con el fin de que delatasen a muchos de sus compañeros para arrestarlos con el único fin de “limpiar a este país de gente indecente”.
Los patios de este edificio eran muy pequeños y el hacinamiento de presos provocaba que muchos de ellos perdieran la cordura, que se volvieran locos a causa del sufrimiento y las torturas que recibían. Eran maltratados a diario, daba igual que fuera de día o de noche, pero la cuestión era que pagasen con sangre su ideología de respetar y luchar por la libertad y la democracia, por lo que muchos eran ahorcados en el centro de alguno de los mismos patios en el que se encontraban sus compañeros de batalla.
Además de utilizarse como cárcel franquista, parte de este edificio se destinó a orfanato para dar cobijo a los hijos de los presos republicanos que quedaron huérfanos en la guerra y que muchos serían vendidos después a familias acaudaladas afines al Régimen mientras que otros serían entregados a quienes solicitasen la mano de obra barata para desempeñar labores domésticas o tareas de campo. Este lugar era realmente repugnante y se encontraba en unas condiciones higiénicas deplorables, estaba plagado de ratas que ocasionaron diversos focos de infecciones provocando la muerte de muchos niños.
Los muros carcomidos de este antro inmundo no son más que testigos mudos de muerte, injusticia, dolor, sufrimiento y lágrimas, de cómo se ejemplifica a la perfección que en esta España miserable no es suficiente tener razón para salir triunfante y que, desgraciadamente, fueron los verdugos de la democracia quienes se instalaron hace ochenta años imperando hasta la fecha actual y disponiendo su doctrina de odio, clasismo, corrupción y maldad.