Hospital Valdecilla, el rezo y la razón
Patxi Ibarrondo*. LQSomos. Mayo 2015
El otro día nos acercamos, María y yo, a los orígenes documentados de la Casa de Salud Valdecilla, es decir, el antiguo Hospital de Santander y luego de Cantabria. La calificación de templo de la Cultura bancaria, atribuido al centro CASYC, no me auguraban nada distinto de la acostumbrado en estos eventos. Es decir, una mezcla entre la ampulosidad expositiva y de loa incensaria a los fundadores de la institución.
La verdad es que no me esperaba lo que vi y escuché. Bajo el título “Valdecilla. La semilla, 1829-1939”, se pueden contemplar unos paneles y filmaciones que ilustran acerca de la trayectoria del importante hospital; los pasos que se dieron para hacerlo realidad, las vicisitudes políticas y los logros, son comentados en visita guiada por el compilador de estos documentos sepultados por el tiempo, Mario Corral, comisario de la exposición.
La Casa de Salud fue donada por el indiano Ramón Pelayo de la Torriente, marqués de Valdecilla, y por su sobrina María Luisa Pelayo, marquesa de Pelayo. El marqués hizo su fortuna en México, con el cultivo de la caña de azúcar.
Como no podría ser de otro modo, la creación de la Casa de Salud no podía ser aséptica ni ajena a la sociedad en la que estaba enclavada. Los años de política convulsa quedan reflejados en los planos de los edificios que debían albergar la ciencia médica. Una vez inaugurado el hospital, en 1829, ilustres personajes de la medicina, como el doctor Marañón o el doctor Wenceslao López Albo fueron artífices del brillo que adquirió la Casa de Salud a nivel nacional e internacional.
En el Patronato administrador del Hospital estaban presentes personajes que representaban a las dos Españas eternamente encontradas: El oscurantismo de la aristocracia y el clero por un lado; y por otro, los que querían impulsar una medicina racionalista, laica y moderna.
El más genuino representante de estos últimos fue el doctor Wenceslao López Albo, un psiconeurólogo de gran prestigio. El doctor López Albo había sido director de instituciones mentales en el País Vasco y autor de numerosas estudios. Fue pionero en terapias innovadoras para el tratamiento de las enfermedades mentales.
Por lo que se puede deducir de la documentación expuesta, quizá el doctor López Albo resume como nadie, en el ámbito de la salud pública, las dos irredentas Españas: la modernizadora racionalista y la escolástica católica trascendental.
Wenceslao López Albo emprendió acciones impulsoras, como la creación de una Escuela de Enfermería laica. Además creó el germen de la Facultad de Medicina, que contó con alumnado hasta que esa labor docente se vio interrumpida por la guerra civil.
Hombre republicano de izquierda y nada clerical, el doctor López Albo chocó constantemente contra un Patronato donde tenía gran influencia la marquesa de Valdecilla. Desposeído de su cargo de gerente, esa responsabilidad les fue entregada a las monjas Hermanas de la Caridad. Reducido al papel de simple director médico, sin poder administrativo, el doctor López Albo decidió dimitir y se exilió en el México donde, quiere la paradoja, había hecho su fortuna el marqués de Valdecilla. Mecenas de la Casa de Salud Valdecilla.