¡Agur España!
Así fuera Euskalherria la absurda quimera que amenazara el rey, el localismo estéril que pregonara Aznar o el dilema imposible al que Rajoy apela cada vez que oye el repique de la independencia salpicando las cuentas y los cuentos del reino que administra… ¡Agur España!
Así el repudio europeo nos aislara y fuéramos remitidos a un funesto e irremediable ostracismo, a un eclipse total de sol y luna; al cuarto oscuro en que purgar impulsos secesionistas y expiar extravagancias libertarias; así quedáramos anclados en la nada que el gobierno español nos desea y augura… ¡Agur España!
Así nos excomulgara el Vaticano y fuéramos consignados al limbo; así una pléyade de ilustres matamoros nos negara el favor desde los medios por practicar nacionalismos periféricos; así la Armada Invencible nos conminara a rendir unos delirios que asegura no tienen más destino que el naufragio… ¡Agur España!
Así fuera Euskalherria un páramo, un desierto, una laguna seca, una charca a la deriva, un salivazo en medio de un desagüe, un acertijo en ruinas; así se aguara el vino, así no hubiera pan sobre la mesa, así no hubiera mesa, tampoco sol ni estío… ¡Agur España!
Porque estamos hartos de tricornios, monteras y coronas, de golpes de charol y charreteras; hartos de campeadores y cachulis, de nazarenos y de macarenas; hartos de pelayos, pizarros, poceros y pantojas; hartos de escapularios, mantillas y peinetas, de duquesas del alba y de borbones de copas; hartos de su necedad, de su arrogancia, de su insensatez, de su torpeza; hartos de su intolerancia, de su ineptitud, de su impune violencia, hartos… ¡Agur España!