¡Ay, Grillo, Grillo¡ & Los ojos de la casa de acogida
Daniel y Jesús subían las escaleras mecánicas de Saldaña, que nos llevan al CAB de Burgos, Centro de Arte de Caja de Burgos; a la Iglesia de San Esteban, Museo del Retablo; y a la Casa de Acogida, cuando yendo Jesús a mirar el santito que preside su entrada, (San Vicente de Paúl), no vio en el suelo un caca de perro, que pisó, cayendo resbalado muy cerca de la escalera y que ,gracias a los brazos de Daniel, que, viéndole desarmado, indefenso, le agarró con sus manos para protegerle en su caída, pues caía como un tronco, no dando con su cara en la escalera de milagro, y gritando decía :
– Me cago en la perrita Marilyn. Muerte pelada, monta en tu burro, y vete,
A lo que Daniel, riente, le respondía:
– Majete, era buena en buena fe, ¿eh? Tu mucho quieres saber de la Casa de Acogida, pero poco sabes del suelo. No pensarás entrar con los restos.
Un mudo, agarrado a una farola, echaba de su boca como sangría, y otros necesitados, emigrantes la mayoría, le miraban y decían:
– Día tras día, hora tras hora por meses de sufrimientos esperamos la comida.
Llegó el momento de entrar, pues una Sor, rasgando los cortinajes de la puerta salió y puso sus ojos sobre los dos amigos, para ella nuevos, diciéndoles:
– Pasad, es ya la hora.
¡Ay, Grillo, Grillo¡
¡Ay, Grillo, Grillo, y en qué alegría estás metido¡
Mi amigo se llama Grillo y se jacta de gran adivinador sólo por Halloween . Lo que más le agrada, en esta noche, es ir a besarse con una mozuela cebada con el vicio del amor junto a las tapias del cementerio.
De camino al Cementerio, vieron como un Asno giraba una Noria, y giraba, con el deseo de llevar el agua al mar, como él nos dijo al hablar con Grillo. Al pasar por un aprisco, vimos el borrego de Olmedina barrigudo; como nos dijo ella: está enfermo, y se muere.
Junto a la tapia del cementerio, Grillo quiso poner la mano en las nalgas de la mozuela y, antes de que le dijera: convidame a tus besos, y deja que mis manos, como dos religiosos en su convento, te eleven hacía mí; asomó un gato por encina de la tapia y sobre sus cabezas, rodeándolo una luna anaranjada; y como para recordar de buen modo que le diesen su ración, miando. A lo que Grillo dijo al gato:
Espíritu maligno, tu que vienes de los Infiernos desquiciando la paz de los muertos, que se asoman por entre las lápidas, vuelve después, majete, que aún no nos hemos amado; y ¡zape allá¡ que la mozuela aún no me ha dado la carne, y tu ya me pides los dientes de leche.