¿Decrecimiento o cambio de sistema productivo?

¿Decrecimiento o cambio de sistema productivo?
El capitalismo es un sistema basado en la explotación laboral que a la vez promueve la destrucción del medio natural y la discriminación de raza y de género. Este sistema tiene dimensión global, con diferencias locales y nacionales. Los que nos oponemos a él debemos aclarar si es o no posible controlarlo y domesticarlo y si es o no posible superarlo. También debemos indicar qué camino sugerimos para alcanzar estos objetivos, sean unos u otros.
 
Pero para tratar del capitalismo antes hay que aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de capital.
 
El capital no es una suma de dinero, como a veces se insinúa; tampoco es una simple colección de edificios, solares, máquinas y fábricas. Ahora bien, todas estas cosas son capital cuando se insertan en una relación social específica con el trabajo (abstracto) que permite producir valor y arrancar plusvalía.
 
Por esta razón, cualquier esfuerzo por controlar el capital y hacerlo menos agresivo, si no se sitúa en la base de la producción de valor es en última instancia una quimera. Mientras exista el valor y la plusvalía, el capital intentará auto-expandirse y pasar por encima de la intervención o regulación estatal.
 
Esto ya se ha podido comprobar en el pasado:
En el siglo XX, se intentó controlar el capital a través del estado del bienestar, de la negociación colectiva y de la intervención del gobierno, y esto tuvo un doble impacto:
 
1.   por un lado, se consiguieron mejoras importantes para las clases trabajadoras y
2.  por la otra, se hizo creer a la gente que dentro de la fortaleza capitalista era posible un mundo más justo e igualitario y sin grandes crisis económicas.
 
Este impacto incluso instaló la convicción de que en los países con un capitalismo desarrollado ya no valía la pena proponerse hacer la revolución, lo importante eran los mecanismos de control y las reformas.
 
Ahora podemos comprobar que estas políticas reformistas no evitaron que el capitalismo se siguiera desbordando y que llegara a un extremo en el que cada vez es más pernicioso y donde pretende llevárselo todo por delante, incluso las conquistas del pasado.
Vistos estos precedentes, ¿por qué muchas de las alternativas que ahora se proponen no hacen otra cosa que buscar de nuevo la manera de controlar (o incluso abolir) el capital por medios externos, sin llegar a impactar sobre la producción de valor? ; ¿por qué persiste la ilusión de que la explotación se puede atenuar e incluso eliminar, sin crear un tipo totalmente nuevo de organización productiva?
 
Desde mi punto de vista, esto ocurre porque todavía no se comprende que el verdadero problema no se encuentra en el mercado, sea o no global, sino en la producción.
 
Ahora bien, esta incomprensión tiene una justificación: el capital, como hemos visto, es una relación social con la que se consigue producir valor. Lo que pasa es que este valor se manifiesta a través de un proceso de intercambio.
En el momento del intercambio, las relaciones sociales de trabajo quedan ocultas detrás del producto intercambiado. Por lo tanto, la naturaleza misma del capital como relación social creadora de valor que se intercambia en el mercado, genera las condiciones que permiten que esta relación sea mal interpretada.
Para romper el fetichismo que se concede a las mercancías, que como hemos dicho, no son otra cosas que productos del trabajo, la cognición debe elevarse y situarse en el nivel de las relaciones de producción. Al llegar a este nivel, la ilusión de controlar y domesticar el capital desde fuera se desvanece.
 
Pero en la situación actual, no es necesario que la gente llegue a un nivel tan alto de comprensión. La conducta del capital global ya está llevando a muchos trabajadores a la conclusión de que, independientemente de que trabajen en Andalucía, en Cataluña, en Colombia o en Malasia, son víctimas de unas mismas relaciones de trabajo. Esto abre las puertas para formular tres preguntas:
 
1.   ¿Qué tipo de trabajo deberíamos llevar a cabo los seres humanos, para superar el desastre actual?
2.  ¿Cómo crear una nueva forma de trabajo que rompa con la división jerárquica entre el trabajo intelectual y el manual y que trascienda los problemas del racismo y el sexismo que han alimentado el capitalismo y las otras formas de explotación del trabajo?
3.  ¿Cómo seguir produciendo sin renunciar a los avances tecnológicos y garantizando al mismo tiempo un nivel de desarrollo que permita la conservación del medio natural?
 
Llegados a este puntos nos damos cuenta de que todavía queda un largo camino para aclarar estos interrogantes y para levantar un movimiento fuerte y bien orientado que arranque de raíz el capitalismo global y consiga la emancipación de los explotados.
 
En todo caso, como Marx ya anunció, la emancipación de los trabajadores sólo puede ser posible gracias a los propios trabajadores. No lograremos esta emancipación yendo por la puerta trasera, soñando con un capitalismo con rostro humano y capaz de someterse a una dinámica decrecentista o mediante experimentos burocráticos sin apoyo popular.
 
Y aquí es precisamente cuando quiero entrar en otro de los grandes debates actuales: ¿es factible un capitalismo que no crezca?
Para responder la pregunta debemos contemplar de nuevo la conducta del capital.
La propia dinámica del capital, que como hemos visto consiste en la creación de valor y la extracción de plusvalía, obliga a que este se empeñe en acumular y acumular más riqueza e impulsar constantemente el crecimiento económico. Ambos fenómenos forman parte del ADN del capital y están íntimamente relacionados. Cuando el capitalismo no lo consigue entra en crisis, como estamos viendo ahora mismo.
 
El proceso de producción capitalista, considerado como un proceso global, no sólo produce valor, también produce y reproduce la misma relación social que le permite actuar permanentemente, renovando, actualizando y ampliando el capital, y algo similar hace con la oferta de fuerza de trabajo.
Hay que tener en cuenta que el capitalista sólo actúa adecuadamente en la medida en que reinvierte, y permite así que su capital genere nuevo valorar y produzca nueva plusvalía.
 
Este proceso permite que el capitalista se apropie de la plusvalía para financiar su consumo. Cuanto mayor es esta apropiación mayor es el consumo de los ricos y por tanto mayor es el crecimiento en la producción de las mercancías que los ricos consumen. Pero hay otra parte de la plusvalía que se utiliza para relanzar la producción, no con la misma dimensión que antes sino con una dimensión superior. Gracias a ello, el ciclo se convierte en una espiral dando lugar a la acumulación de capital.
 
Denunciar el efecto perverso que el actual crecimiento capitalista tiene sobre el medio natural es una de las obligaciones ineludibles para aquellos que proponemos acabar con esta sistema económico que destruye a la vez a los trabajadores y la naturaleza. Pero esta denuncia no nos puede llevar a soñar con un capitalismo decrecentista. Nos debe llevar, en todo caso, a buscar la respuesta a las tres preguntas que nos formulamos anteriormente, y de una manera especial a la tercera.
 
Como Marx escribió en El Capital: "El trabajo es … un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso por el cual el hombre … media, regula y controla el metabolismo entre él y la naturaleza."
 
Pero con la reproducción constante del capital en una escala cada vez mayor y el insaciable apetito para arrancar más y más plusvalía, se intensifican las demandas sobre la naturaleza y se crea una brecha metabólica. Este problema que el capitalismo provoca, a veces el propio capitalismo lo puede resolver, pero sólo lo hace cuando los mismos capitalistas lo consideran beneficioso para sus intereses y entonces nos encontramos ante una economía estancada como ya anticiparon hace unos años algunos marxistas académicos norteamericanos. En todo caso, esta alternativa, que si se produce comportará un crecimiento brutal del ejército de reserva, no se llevará a cabo para realizar el ideario que ahora sugieren los decrecentisas. Se llevará a cabo sólo si es beneficioso para el ideario de los grandes capitalistas y en caso de prosperar puede llegar a tener unas consecuencias terribles sobre los humanos.
 
Sólo construyendo una sociedad verdaderamente socialista será posible acabar con este desorden productiva y recuperar el metabolismo entre los humanos y la naturaleza de la que formamos parte.
 
Los problemas ambientales, por tanto, adquieren una importancia de primer orden en la coyuntura mundial actual. Ahora bien, no son un problema aislado. Su solución requiere hacer frente a la cuestión del control social. El sistema del capital, es incapaz de garantizar este control y sólo incorporará medidas preventivas cuando favorezcan los intereses del capital.
Para que el metabolismo entre trabajo humano y naturaleza se restablezca, es necesario un cambio global capaz de abarcar todos los ámbitos de la vida productiva (lo que se produce y cómo se produce), y que abarque al mismo tiempo las relaciones sociales con la naturaleza.
 
 

 

LQSRemix

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