¿En qué quedamos?
Oigo con relativa frecuencia: (últimamente al actor Lluís Homar, el que hizo el papel de monarca atribulado en la miniserie de TVE a propósito del 23-F) “soy republicano pero también juancarlista”.
¿Alguien podría sacarme de la tremenda duda y explicarme cómo se come esto?
Hasta donde llegan mis conocimientos, republicano es quien está contra la Monarquía, venga ésta de donde venga, y contra toda la banda de vampiros y parásitos que se posicionan a su alrededor, bien sean estos de sangre azul o avezados cazadores de fortunas, con premio Nobel de literatura incluido.
Desgraciadamente, todos los estómagos agradecidos que tuvimos por clase política en el pasado reciente, con contadísimas excepciones, no fueron sino lameculos de la actual Monarquía, tan sumisos y agradecidos ellos que no dudaron en acatar esa bandera y esa Constitución a las cuales tanto deben personalmente.
Me incomoda ser tan reiterativo, pero parece ser que estamos obligados a repetir lo mismo una y otra vez, como en el colegio de nuestra infancia, cuando nos equivocábamos y nos castigaban a escribir cien veces en el cuaderno…en clase no se habla, que ya le manda…
Abundando en lo anterior, uno no puede dejar de preguntarse cómo nos verán nuestros sucesores dentro de 50 ó de 100 años.
Han tenido que transcurrir nada menos que la friolera de 33 años desde la muerte del Dictador para que desaparezcan sus estatuas ecuestres del paisaje urbano de nuestras ciudades, para que algunas placas, que no todas, de las calles con los nombres de los vencedores de la cacería del treintaises, fuesen sustituidas por otras más democráticas; desaparecieron las lapidas con el listado completo de las víctimas del terror rojo(que los republicanos exterminados por sus ideas no eran hijos de Dios) y su eterno ¡PRESENTES! de las fachadas de los templos; tuvieron que transcurrir tres larguísimas décadas para que la placa del Gobierno Militar de esta ciudad, donde se ensalzaba la figura del Excelentísimo Señor Don Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos, desapareciese de tan encomiable como tan mal pagada institución, y eso porque la echaron abajo unos rebeldes insumisos (sancionados por la acción posteriormente.)¿Puede haber algo más humillante para un pueblo, que aún se siente colonizado y dolido por las masacres llevadas a cabo en estas islas por los Reyes Católicos hace 530 años, que tropezarse cada día con el rótulo de la calle dedicado a éstos y a los capitanes que pasaron a cuchillo y esclavizaron a millares de pacíficos aborígenes?
Hasta dónde alcanzará la generosa Ley de la Memoria Histórica aún está por ver. De momento, ahí, resistiendo bajo el sol y la lluvia de los años, impasible el ademán, que decía la canción de los chicos de la boina colorada, en la fachada del colegio de las monjas de María Auxiliadora de mi barrio, una placa de piedra muestra su eterno agradecimiento, por la deuda contraída con tan honorable señor: D. Francisco García Escámez.
Merece la pena recordar que este pavo fue uno de los capitanes que el General Mola envió desde Pamplona en 1936, acompañado de 1000 falangistas y carlistas, en apoyo de los elementos fascistas rebeldes de Madrid y para derrocar a la República. Se había destacado en la guerra de Marruecos, donde fue condecorado con la Laureada de S. Fernando. Todo un ejemplo de caballero español a seguir para los zagales que acuden a diario a este centro y que enriquece un poco más el desarrollo de la Educación para la Ciudadanía.
¿Y aún se nos preguntará a los españoles qué nos ha hecho el clero?
Si en verdad hubo un momento en el que el español podía pregonar bien alto su nacionalidad fue entre 1931 y 1939, que ni antes ni después hubo mayores razones para ello. Antes porque no hay razón alguna para sentirse orgulloso de pertenecer al Imperio que llevo la muerte y la desolación más allá de los Pirineos y allende los mares, por mucha cruz y mucha lengua que hasta allí llevasen; y después porque la Dictadura de Franco redujo nuestros sueños al tamaño de una nevera, un televisor y un coche, que no daba la cosa para más.
Por mucho que nos catequicen los voceros del diario El País, por no citarlos a todos, no nos van a convertir de republicanos a juancarlistas. Quizás carezcamos del potencial económico para ganar unas elecciones, pero lo que sí que está claro es que no vamos a claudicar del viejo sueño de expulsar del país de nuevo a toda esta mancha de parásitos que merodean en torno a la jefatura del Estado.
Desconozco qué encuentra este actor y los que así piensan en el actual Rey de España. Como no sea que quiera que le prolonguen el contrato de trabajo…
Como tantas veces se ha dicho y tantas habrá que repetir aún, el mozo en cuestión fue sentado en el trono, nada menos que por el verdugo del único régimen democrático que tuvo este país, a costa de una cruel guerra civil que le costó al País en torno a 800.000 vidas. Con lo cual podemos afirmar, sin ningún género de dudas, que esta Monarquía es el producto de un golpe de Estado e hija de una cruel dictadura ejercida por un general fascista a lo largo de casi 40 años, por muchas pólizas y muchos sellos que les pongan a él y a sus lebreles.
Resulta ya humillante que un tipo, puesto ahí por el resultado de una cacería que empezó en Marruecos, se continuó en Asturias y culminó en 1975 con la ejecución de 5 antifascistas, laureado y por la gracia de Dios, apoyado por la misma religión que profesa la Monarquía española, este tipo que tantos millones le cuesta al erario, que no vale más que para inaugurar exposiciones y congresos y leer lo que le cocinan sus acólitos para las Navidades en su choza de Zarzuela, amigo de sus amigos, osease: el verdugo de Rabat que encarcela y tortura, cuando no hace desaparecer a los miembros de la familia saharaui que se atreven a salir a la calle para exigir la autodeterminación para su pueblo (dime con quién andas…) Este modelo de estadista que abandonó a su suerte a estas mismas gentes en 1975, cuando accedió a la jefatura del Estado, dejando a aquella provincia bajo la bota de ese miserable sátrapa. Resulta, no solo humillante, si no un auténtico escarnio que deja en entredicho, no solo a la institución que representa si no a todos los ciudadanos que tenemos la desdicha de compartir nacionalidad con él. Porque si los crímenes contra nuestro pueblo, cometidos por su máximo benefactor, no prescribirán nunca, la villanía de aceptar el nombramiento de las manos ensangrentadas de semejante delincuente hace que la sangre, tan vilmente derramada, cubra eternamente la memoria de esta dinastía y las venideras.
Afortunadamente, en este País no todo está en venta. Todavía queda gente honesta y con memoria. Memoria de los días en que la alegría y la ilusión desbordaban los barrios más humildes y los espacios donde la palabra aún tenía un valor, con tal de que esas palabras fueran pronunciadas por el Presidente Azaña, por Largo Caballero, por <Pasionaria> o cualquiera de los lideres de entonces; y ciudades enteras que no dudaban en partirse el alma con los generales felones, por muchos legionarios y moros que trajeran, por defender unos valores auténticamente democráticos y una bandera salida de los corazones y de la memoria de estos pueblos.
Sí, siempre creí que ser republicano era creer en los valores de entonces, por encima del posible carisma de este u otros monarcas. Por las ideas de progreso, de igualdad de justicia, contra todas las religiones que no buscan si no el beneficio y el sometimiento de las masas. En memoria de los que, ahora y siempre, anteponen el triunfo del racionalismo sobre cualquier otra ambición personal. En memoria de los que en el pasado fueron arrojados a los pozos del olvido por soñar con un mundo sin depredadores. Un mundo donde, por el sólo hecho de nacer en una miserable aldea africana o del lejano altiplano andino, no te veas condenado a escoger entre morir de hambre o embarcarte en una barquichuela para tratar de ganar las costas del paraíso capitalista; en honor a la palabra dada al pie de la tumba donde descansan los restos de los camaradas caídos en la lucha.
Preferimos mil veces morir a los pies de cualquier barricada que extinguirnos de tedio bajo las banderas de una seudodemocracia bendecida por un asesino golpista.
¡¡Viva la República!!