¿Es la Renta Básica una utopía?
“Nacimiento, fortuna y privilegio han perdido toda influencia, y cualquier hombre de la más humilde condición puede elevarse a los máximos honores en el Estado si posee méritos suficientes para conseguirlo. Tal es, Mi Señor, la subversión total de las cosas en este país; y tan general es el disgusto que no puedo concebir que nada, excepto quizás una sangrienta guerra civil pueda llegar a establecer un cierto grado de orden en las cosas” Esta larga cita fue escrita el 6 de noviembre de 1789 por el embajador británico en Francia. Ya se había producido la Revolución Francesa y el plenipotenciario y noble mensajero, le contaba enfebrecido a “Su Señor”, el Rey de Gran Bretaña e Irlanda, Jorge III, los “excesos” que había llevado a cabo tal revolución. Al embajador británico le parecía una majadería que los seres humanos fueran todos libres, iguales y fraternales. ¡Pura utopía!
En estos tiempos que corren, ¿sería una ilusa utopía establecer una Renta Básica (RB) en la España actual? No debemos hablar de ilusiones utópicas cuando una RB ya existe en algunos países como Alaska o Irán (aunque en este último caso la renta va destinada a la familia y no al individuo); no debemos hacerlo porque en España, dos estatutos de autonomía recogen una “renta mínima de ciudadanía” (el catalán y el valenciano), no debemos hacerlo cuando el Parlamento Vasco aprueba con amplio consenso político, una ponencia sobre la RB, para que una comisión de trabajo la examine. En fin, no debemos hacerlo cuando el 28 de abril de 2009 se crea una subcomisión parlamentaria en las Cortes españolas para el estudio de la viabilidad de la implantación de una RB.
¿Qué es una RB?, “… es un ingreso pagado por el estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva” (http://www.redrentabasica.org).
Si economista tan poco cercano a las ideas keynesianas o socialdemócratas como Friederich Hayek, defendía la necesidad de instituir una RB –eso sí, por razones humanitarias-, ¿a qué se espera para implantar una RB? Ciertamente nos topamos con la gran máxima bíblica de “ganarás el pan con el sudor de tu frente” y con la vieja ética protestante del culto al trabajo. Otros argumentarían en contra de la RB que es injusto que unos vivan del trabajo de los demás, que se crearían vagos porque los pobres son irresponsables y se gastarían su RB en las tabernas. Sin embargo, habría que pensárselo dos veces antes de criminalizar al ser humano de tales formas y mucho más cuando el llamado “sistema de libre mercado” (capitalismo en román paladino) es incapaz –lo ha sido siempre- de crear puestos de trabajo suficientes para que todo el mundo pueda trabajar y ganar su sustento; es más, al capitalismo le conviene el paro porque de esa forma se paga menos a la mercancía llamada “fuerza de trabajo”.
Distingamos conceptualmente la existencia, al menos, de tres clases de “trabajo”: el remunerado, el reproductivo o doméstico, y el cooperativo. Naturalmente para el capitalismo el único trabajo existente es el remunerado, pero ¿no es el trabajo doméstico un trabajo?, ¿no es el trabajo de cuidar a dependientes un trabajo sin estipendio?; cualquier trabajo de voluntariado ¿no es un trabajo? ¿Son vagos todos los que hacen un trabajo no remunerado? La doctrina neoliberal no da ningún valor al trabajo no-asalariado y suele recetar a los pobres para que salgan de la indigencia que “trabajen más”; pero se olvida que muchas personas trabajan mucho todos los días sin recibir ningún salario por ello. La solución al problema no es que se “trabaje más”, sino que se retribuya el trabajo cooperativo, doméstico o voluntario; es decir, el trabajo no-remunerado. Y es que el mercado capitalista es un mal distribuidor de la renta, mientras algunos no pueden gastar todo lo que han acumulado, otros apenas pueden sobrevivir; y tales diferencias no se debe exclusivamente a que los unos trabajen más que los otros.
Lo que sí garantizaría una RB es que (1) disminuiría o se erradicaría la pobreza. La RB compensa las desigualdades económicas, asegura la autoestima y aumenta la paridad de oportunidades, sustituyendo la caridad humanitaria del subsidio por el derecho cívico y político, haciendo desaparecer la estigmatización social de la beneficencia. “Claro que esta base material también puede empujar a algunos ciudadanos a atiborrarse de cerveza y de comida colesterólica mientras ven los programas televisivos más infames”, como asegura Raventós; ciertamente hay quien pudiera hacer un mal uso de la RB, pero tal como se podría hacer en la actualidad de cualquier otro tipo de subsidio establecido. (2) La RB es una lucha eficaz contra el paro. La RB es un poderoso incentivo contra el desempleo, no disociando al ciudadano con empleo remunerado, de aquél que no lo tiene y, en consecuencia, ya no soportaría ningún estigma social. Con la actual tecnología y el impresionante aumento de la productividad, se puede aumentar la producción sin que por ello aumente el empleo; en consecuencia, el trabajo remunerado será, cada vez más, un bien escaso. Con la institucionalización de la RB queda abierta la vía del trabajo remunerado a tiempo parcial, la micro-empresa, la cooperativa, el autoempleo y la posibilidad de ejercer un trabajo (asalariado o no) alternativo. (3) La RB contra los defectos y desigualdades del “mercado de trabajo” La RB estabilizaría el consumo en épocas de crisis y desmercantilizaría las relaciones laborales porque el trabajador puede elegir con más calma unas posibles horas extras, un pluriempleo, etc.; además, elevaría los salarios de los trabajos menos atractivos y haría florecer el trabajo oculto, la economía sumergida y el fraude fiscal porque nadie querría un trabajo que no cotizara para sus correspondientes futuros derechos laborales. En fin, la RB pone de manifiesto la amoral contradicción entre empleo y mercado: mientras se estigmatiza socialmente al parado, el sistema es incapaz de ofrecerle un empleo. (4) La RB es un paliativo contra la discriminación de género y combatiría el maltrato, la dependencia económica en la pareja, y la dignidad del trabajo doméstico en el cuidado a menores y dependientes. (5) La RB ahorraría los controles burocráticos y administrativos del estado asistencial. Los subsidios infaman a quien los percibe, la RB es un derecho de ciudadanía tal como lo es la libertad, la igualdad y la capacidad de elegir y ser elegido; por lo tanto, la RB ahorra a las arcas del Estado los numerosos subsidios condicionados, evitando la posibilidad de defraudar por parte de quien los percibe. Para terminar, señalaremos que la RB (6) favorece y corrige la función social del sindicalismo, potenciando la negociación colectiva.
En España sobreviven en el 2011, diez millones de pobres. A marzo del 2013, las diez primeras fortunas del este país (repito sólo las diez primeras) son hombres y mujeres que atesoran cerca de los noventa y dos mil millones de dólares, un remanente bastante parecido al actual fraude fiscal, una cantidad de dinero que acabaría con la severa pobreza en este país. Previa reforma fiscal, existe dinero suficiente para financiar una RB; más aún, si tal reforma se pusiera en marcha y aflorara el dinero “B”, se podría llevar a término la RB sin que fuera necesario una mayor presión fiscal, tan sólo es cuestión de voluntad política. Un pacto social debe ser instrumentado reconociendo que el mercado por sí sólo no es una alternativa a la distribución de la renta.
Ilustración del artículo cortesía de Gaelx. Utilizada bajo licencia Creative Commons.