In memoriam: Leoncio Sánchez Celdrán
Redacción*. LQSomos. Enero 2014
Reproducimos esta nota de Jaime Pastor, publicada por los compañeros de “Viento Sur” en recuerdo de la vida y militancia de Leoncio que, sin duda, estará siempre con nosotros. Putxi, un miembro de nuestra redacción recuerda con cariño los años que compartieron “celda y mantel” durante la última etapa de la dictadura.
Coincidí con Leoncio en el penal de Jaén en 1974 y 1975 (nos denominábamos “talegueros de pro”) y tengo que reconocer que siempre mantuve con él una excelente relación, a pesar de que éramos “antagónicos” ideológicamente (él “trotskista” y yo “estalinista”). En muchas de las conversaciones que mantuvimos afirmaba que, por al margen de todo y por encima de nuestras respectivas ideologías, nos unía la lucha antifranquista, la misma que nos había llevado a prisión. Aunque en ese año existían varias Comunas en Jaén (qué lejos de aquella maravillosa y única que existía en Carabanchel) y cada una de las existentes gestionaban los bienes y alimentos que recibíamos de nuestros familiares, Leo y yo intercambiábamos algunas de las exquisiteces que recibíamos de nuestras respectivas madres. Cuando paseábamos juntos por algunos de los patios del penal, nos llamaban jocosamente “el punto y la í”, aludiendo a nuestra diferencia de envergadura (para mí era un gigante… y no sólo a nivel físico). Hace una semana que nos has dejado… un poco más solos… Hasta siempre, Leo.
“El bueno de Leoncio”. Leoncio Sánchez Celdrán (1945-2015)
Por Jaime Pastor
Después de varios años de lucha contra el cáncer, Leoncio Sánchez, viejo y querido amigo de tanta gente, falleció el pasado sábado 24 de enero en un hospital de Cartagena. Hacía tiempo que, después del cierre de la Librería Cuatro Caminos en Madrid, se había ido a vivir a su ciudad de origen, con pocas ganas de volver a la capital. Sólo muy esporádicamente pudimos algunos verle o hablar con él en los últimos años.
Para quienes le conocimos allá por los años 66-68 del pasado siglo en las Facultades de Filosofía y Letras y de Políticas y Económicas de la Universidad Complutense, o en el Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista, el “Johnny”, vimos muy pronto en él a una persona entrañable (era “el bueno de Leoncio”, como lo definía un compañero y amigo al enterarse de su desaparición), irónica, culta y de una formación intelectual por encima de la media de entonces (una amiga, compañera suya de curso, recordaba recientemente cómo Leo se atrevía a discutir en clase, ya desde su dominio de la teoría marxista, con más de un profesor sobre la doctrina económica convencional).
En esos años se mostró además como un activista y un organizador. Participó intensamente en la construcción del Sindicato Democrático de Estudiantes, especialmente en la Facultad de Filosofía y Letras, y se incorporó muy pronto al Frente de Liberación Popular (FLP) junto con, entre otros, Manolo Garí, Miguel Romero y yo mismo. Desde entonces compartimos un ideario marxista y antiestalinista común y, con él, una larga lista de batallas contra la dictadura franquista dentro de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). Esto le costó su detención poco tiempo antes del atentado contra Carrero Blanco en diciembre de 1973, pasando luego varios años en las cárceles de Carabanchel y de Jaén hasta su puesta en libertad en el verano de 1976. Estando preso, participó en las protestas y huelgas de hambre que allí se organizaban, como la del 74 en Jaén, e impartió seminarios sobre economía marxista basándose en los textos de Ernest Mandel. Las visitas de su madre, por cierto, con platos de comida siempre apetitosa que compartía con sus colegas “talegueros”, eran especialmente esperadas y disfrutadas por sus compañeros.
Después, además de colaborar en tareas de formación dentro de la LCR, su gran proyecto a partir de 1979 fue la Librería Cuatro Caminos. Leo convirtió ese lugar en un punto de encuentro de gran cantidad de gente del mundo de la política y la cultura, de izquierdas y crítica, de Madrid. Su calidad, siempre facilitada por el esfuerzo de sus trabajadores (entre ellos mi compañera Lucía, gran amiga de Leoncio hasta su muerte en diciembre del año 2000), le permitió ganar concursos para ocuparse de nuevas librerías en distintas Facultades de las Universidades madrileñas; por desgracia, ese proceso de expansión acabaría mal y provocaría su cierre a mediados de 1996.
También a mediados de los años 80 y primeros de los 90 participó en la aventura de El Sol de Mayo, un bar-pub en el corazón del barrio de Malasaña, en la plaza del Dos de Mayo, que pronto se convirtió en lugar de encuentro, ocio, fiestas y aniversarios (como el que dedicamos al 90 cumpleaños de María Teresa García-Banús, militante del POUM y compañera de Juan Andrade, a la que Leo visitaba con frecuencia).
Desde Cartagena trató de recuperar sus estudios e inició un doctorado en Historia que no culminó, agobiado por sus problemas económicos y, después, amenazado ya por el cáncer que puso fin a su vida. Siempre, eso sí, mantuvo su mirada crítica e indignada frente a este mundo injusto. Su gente amiga le recordaremos siempre y lamentaremos no haber estado cerca de él en sus últimos momentos.