República Islámica de Irán ¿Hacia dónde va?
Por Hamid Hosseini*. LQSomos.
En realidad La República Islámica de Irán no ha tenido nunca carácter de República como tal. Siempre ha sido un estado islámico, una teocracia disfrazada de República. Con ese disfraz ha intentado abrirse paso en el escenario internacional
Alí Jameneii, el Líder Supremo de la Revolución, ese es su título oficial, basándose en un plan que había elaborado junto a los Guardianes de la Revolución, nombró a Ebrahim Raisy candidato para las elecciones presidenciales. Ebrahim Raisy acumula en su currículum una serie amplia de delitos de lesa humanidad. Esta designación ha supuesto un punto de inflexión en la situación política del país y ha tenido ya consecuencias. El boicot de la población y de las fuerzas de la oposición iraníes a estas “elecciones” ha dado un giro considerable en las relaciones entre la sociedad y el Estado teocrático.
Antes de estas “ elecciones” en un proceso similar, el presidente del poder legislativo y de la cámara de los diputados también habían sido designados. Un puzle que fue completado por Jamenei al nombrar a Gholam Hossein Mohseni Ejei como jefe del poder judicial. Mohseni Ejei también tiene una larga historia de violaciones de los derechos humanos a lo largo de su carrera judicial.
Mohammad Ghalibaf, el presidente del Parlamento, fue quien dirigió la represión en las revueltas estudiantiles de las universidades de Teherán en 1999. También fue el impulsor de asalto a la embajada de Arabia Saudí en Teherán en enero de 2016, que causó la ruptura de las relaciones entre ambos países. Además, acumula importantes expedientes por corrupción desde que fue alcalde de Teherán.
Teocracia disfrazada de República
En realidad La República Islámica de Irán no ha tenido nunca carácter de República como tal. Siempre ha sido un estado islámico, una teocracia disfrazada de República. Con ese disfraz ha intentado abrirse paso en el escenario internacional, para presentarse como algo distinto de los despóticos regímenes islámicos del Oriente Próximo, como Arabia Saudí.
Es una realidad dura para el régimen saber que decenas de millones de personas le han dado la espalda y han rechazado participar en esas “elecciones”. Además, varios millones emitieron votos nulos. La oposición estima que la participación apenas llegó al 30% como mucho. Eso son cerca de 20 millones. Quitando los votos nulos y los que fueron a otros candidatos, tendríamos que el candidato del Régimen, Ebrahim Raisy, apenas obtuvo 7 u 8 millones de votos, de un total de los 60 millones que tienen derecho a votar.
La reacción oficial tras los comicios muestra el pánico del Régimen. Jamenei, en un discurso televisado, calificó esos resultados de “triunfo del estado y del pueblo”. Intentaba así camuflar el fracaso y presentar como una victoria lo que, en realidad es una prueba palpable del proceso de descomposición de la llamada República Islámica.
Proceso de descomposición: pobreza, paro, inflación, emigración y coronavirus
Un proceso de descomposición que se vive día a día, en el deteriorado medio ambiente, los constantes fallos en el suministro de luz y de agua, en el mercado laboral, en la economía, la situación de las mujeres, los jóvenes, las minorías religiosas, las minorías étnicas, el sistema sanitario, la educación, los derechos de la ciudadanía. Un deterioro que hace que la población se sienta muy infeliz.
Jamenei prometía hace poco el avance hacia el esplendor de la civilización islámica, mientras las neveras en las casas, en su mayoría, están vacías, lo que ganan los trabajadores en un mes solamente da para comer 10 días para una familia de tres personas. La inflación llega al 40% y el paro entre los jóvenes roza el 50%. Cada año emigran cerca de 150 mil personas con carreras terminadas hacia otros países, buscando una vida digna. Cerca de 25 millones son pobres y viven marginados en las grandes ciudades.
El mal uso de las aguas subterráneos y la falta de una gestión adecuada del conjunto de las aguas del país ha causado que se hayan secado los grandes ríos y lagos. Miles de personas se enfrentan a la necesidad de éxodos forzados a otras regiones. En todas las ciudades de Irán la gente sufre cortes de luz de 7 u 8 horas diarias. En los últimos 10 años, el crecimiento de la economía ha sido cero. La población ha perdido el 30% del poder adquisitivo, lo que ha causado una disminución constante de la clase media, que va engrosando las capas más bajas de la pirámide social.
Hasta el momento, el Coronavirus ha causado cerca de 500.000 víctimas mortales y solamente el 6% de la población ha sido vacunada. En tales circunstancias y tras el fracaso electoral, el Régimen ha comenzado a bunkerizarse para protegerse de las tormentas que ve en el horizonte.
Esta crisis profunda del sistema está causando ya grietas que el Régimen se ve incapaz de tapar. Como consecuencia de la hegemonía de muchos años del Estado teocrático, aumentan las grandes rupturas sociales. Ruptura entre el Estado y la población, ruptura entre los valores del nacionalismo iraní y los valores del panislamismo chií que quiere imponer el régimen, la ruptura entre una clase social que tiene vínculos ideológicos y económicos con el Estado y la inmensa mayoría de la población. La profundización y extensión de la desigualdad social, a su vez ha creado grandes rupturas sociales.
¿Cómo puede el Estado gestionar el país para que sanen y cicatricen estas heridas? El Régimen intenta hacerlo con un parlamento, un poder judicial y un ejecutivo en armonía, pero sin base social. Puro espejismo.
Acuerdo nuclear para desbloquear divisas
Hace ya varios meses, EEUU e Irán negocian, a través de terceros, para volver al convenio nuclear que fue firmado en 2015 entre Irán y cuatro países más la UE, el llamado 5+1. Pero al parecer las dificultades son más de lo que pensaban ambas partes. Irán necesita disponer de los fondos bloqueados y que están fuera de sus fronteras. EEUU necesita estar seguro de la paralización del enriquecimiento de uranio por encima de 3.6% en Irán y también quiere hablar de la presencia militar iraní en Siria y en otras países de la zona, así como del alcance de los misiles balísticos de Irán.
La República Islámica de Irán para hacer frente a sus problemas económicas, no tiene otro remedio que llegar a un acuerdo sobre su programa nuclear con EEUU. Así podrá vender petróleo e invitar a los inversores extranjeros, entre ellos chinos y rusos para poder renovar la obsoleta industria petrolera y eléctrica, construir plantas de gas licuado, energías renovables y etcétera…y junto a ello normalizar sus relaciones diplomáticos internacionales.
Es obvio que ni Ebrahim Raisy, ni Mohammad Ghalibaf ni Mohsen Ejei están dispuestos a llegar a los objetivos mencionados. Ellos ni siquiera generan la confianza necesaria para que los propios iraníes inviertan en Irán. La avalancha de salida de capitales iraníes se ha acelerado. Posiblemente habrá un pacto nuclear con los EEUU y sus aliados, pero el Régimen no puede ceder en sus políticas en Oriente Próximo.
Un polvorín a punto de arder
Podremos prever en un futuro próximo el aumento de las revueltas populares; las huelgas de los trabajadores se extenderán a lo largo y ancho del país y las mujeres se unirán a las reivindicaciones nacionales. Las reivindicaciones económicas y sociales no recibirán ninguna respuesta, y se convertirán en reivindicaciones políticas. El régimen no podrá responder más que con más represión. La ruptura entre el pueblo y el sistema aumentará. Saldrán más personas del núcleo duro del poder y el frente de la oposición se ampliará.
Programa común frente al régimen
El abanico de las fuerzas de la oposición, desde los monárquicos constitucionalistas en la derecha, hasta las fuerzas de izquierda que luchan para poner fin a la Republica Islámica de Irán y sustituirla por una República Democrática y laica, está trabajando para llegar a un acuerdo sobre un programa mínimo. De momento todas sin excepción están de acuerdo en el carácter secular y democrático del futuro Estado de Irán. Pero hay más cosas que discutir. Encontrar un discurso común entre las fuerzas de la oposición no será fácil. Pero todo el mundo sabe que la idea de un estado teocrático o religioso morirá para siempre con la caída de la Republica Islámica en Irán.
* Hamid Hosseini es portavoz de la Asociación Iraní Pro Derechos Humanos.
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