Javi Ávila Navas… Después de la cárcel
Iñaki Alrui*. LQS. Junio 2020
“La justicia es como la serpiente,
casi siempre muerde a los descalzos”
Arzobispo Óscar Arnulfo Romero
Algo de positivo ha tenido el encierro pandémico, y es que nos ha traído la posibilidad de leer en abundancia… En febrero escribí una breve nota (1) sobre el nuevo libro de Javier Ávila Navas Y después de la cárcel ¿Qué…?, se quedaron muchas cosas en el tintero. Por eso esta segunda parte cargada de preguntas, con mucha rabia, y buenas intenciones.
La primera disyuntiva es la elección, que es una realidad, entre política social o política penal, seguro que el lector ya tiene respuesta.
La marginación, la pobreza, las carencias comunes nos afectan a tod@s, estad preparad@s: la política penal os espera.
Sí, nuestro autor robaba, no es el modelo inocente que nos han hecho mitificar para arrancarnos la pena. Robaba bancos, algo que nos despierta simpatías a la ciudadanía considerada normal, el formato Robin Hood. Pero nuestra realidad es la aceptación, cuando no la justificación, es que los bancos nos roban, sin escrúpulos, y nosotros les abrimos la cartera.
Javi ahora y en este ensayo observa el pasado y el presente con la frialdad de lo vivido sin renunciar al calor de los sueños. Javi sigue con la losa de la prisión planificada hasta 2033, esa cadena perpetua de la prisión permanente revisable, una cadena perpetua democráticamente demócrata. Pero no, no vamos a hablar del autor, ya hemos contado en esta páginas quien es. Preguntémonos…
¿Para que sirve la cárcel? Queremos castigo para el culpable. Pero ¿quién llena las cárceles? ¿Cuál es la extracción social de esas personas anónimas? ¿Reinsertamos?
Y entre estas preguntas, este libro se sumerge en hilos de datos concretos, de nombres que se pierden relegados a la exclusión sempiterna. Para qué saber quiénes son: Jesús, Tony, Jonathan, Chaklón o los que pueden figurar con apellidos: José Antonio López, José Luis Valdivieso, Córdoba Torralbo, Jorge Torrente, Manuel Loparan, M. A. Fernández… carnes de presidio, nombres anónimos en un viaje a ninguna parte: Daroca, Puerto de Santa María, Brians, Quatre Camins, Aranjuez, Lledoners… Kilómetros de cadenas, de condenas, viajes de frustración e impotencia repartidos en la injusticia de la Justicia, creadora de un país de náufragos.
Javier Ávila realiza trabajos de voluntariado, trabajos en espacios donde existe el vacío de la administración, trabajos a pie de calle en la lucha por una política social que no realizan las instituciones, en la primera línea en la que se inicia la exclusión. Javier también sigue dando charlas y participando en debates, presentando su primer libro Un resquicio para levantarse. Historia subjetiva de la A.P.R.E, del que van varias ediciones (2).
Javier sigue en la lucha por vivir en el día a día, desde la dignidad, desde la libertad vigilada, vive en la realidad constante de una pregunta: Y después de la cárcel ¿Qué…? Sobrevivir se convierte en una amarga aventura, sin apoyo institucional, sin ayudas sociales. ¿Qué queda?
Legislativo, militar-policial, religioso, judicial, poderes que marcan nuestras vidas y que según te comportes te ataran más o menos. Algunos ya nacen casi apresados, desde sus barrios, sus familias, las condiciones sociales es la primera selección, la docilidad será la marca para el futuro. Vivimos en una macrocárcel llena de normas estúpidas, y en la que por nuestra supuesta seguridad aceptamos hipócritamente el encierro, esclavos del consumo, esclavos del trabajo, ¡esclavos!
Y dentro de la macrocárcel mantenemos otras cárceles, más pequeñas, colonias de aislamiento, centros de exterminio… “Los ricos nunca entran, los pobres nunca salen”.
Y después de la cárcel ¿Qué…? Luego de un ciclo de vida congelada, desconectado de las relaciones cotidianas, de las emociones y los sentimientos, esterilizado de la libertad ¿Quién ayuda a entrar de nuevo?¿Dónde queda la reinserción?
El sistema en sí mantiene el mensaje del miedo o asco hacia los presos. Todos tenemos miedos al abuso, al crimen, al robo, todos queremos justicia, y nos envenenamos con los casos de violaciones, pederastia, etc. Pero no debemos olvidar que una sociedad, cuanto más punitiva se vuelve, más enferma está. Se siguen pidiendo condenas más largas, más castigo y por el otro lado la población reclusa crece en un circulo vicioso constante. En el estado español nuestra población penitenciaria es un 32% superior al promedio europeo, pese a que los crímenes están un 27% por debajo. Nuestra estancia en prisión es la tercera más elevada, después de Turquía y Rumanía. La duración media ronda los 18 meses, cuando en el conjunto de Europa es de siete. “Si la tasa de encarcelamiento se acomodara a la de criminalidad –escriben los autores de la Red de Organizaciones Sociales del Entorno Penitenciario– un 50% de los presos deberían estar libres” (3).
Aparte, estaría bien repasar los criterios de castigo, de cumplimiento de pena, todo desde la palabra Justicia y unido a la defensa de los Derechos Humanos, a los que nunca se debe renunciar. Y en esos Derechos entran la familias y amigos de presos, que también son castigadas en las visitas , en las comunicaciones, en la distancia de las prisiones de cumplimiento de pena del lugar de residencia.
En sí el libro es una pregunta constante, como herramienta de denuncia de lo vivido en primera persona, el relato es voz para los que ya no están, para los que siguen en el talego y para los que querrían gustosamente vivir con lo que conocemos como “normalidad”.
Hay más preguntas: ¿Hay negocio en las cárceles? ¿Quién se benéfica de los 21.660 euros que asigna el estado a cada preso?… Las respuestas están en nosotros como sociedad (4).
No nos olvidemos de la solidaridad, es recíproca, va y viene, y siempre se necesita.
El libro lo puedes conseguir en: javiavilanavas@gmail.com
– Presxs a la calle
Notas:
1.- Y después de la cárcel ¿qué…?
2.- Un resquicio para levantarse. Historia subjetiva de la A.P.R.E
3.- Red de Organizaciones Sociales del Entorno Penitenciario
4.- Interior gasta 65 euros al día en cada recluso
* Miembro del Colectivo LoQueSomos
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