Javitxu, de los Seis de Zaragoza: “Me han partido la vida por la mitad”
Por Clara Ardévol Mallol (VilaWeb)*
La condena es contra todo el movimiento antifascista, para condicionarlo y atemorizarlo en un momento en el que la extrema derecha va adquiriendo importancia internacionalmente. Es un intento de aleccionar, de decir: “Mirad lo que les ha pasado, no os metáis en líos”…
Entrevista desde la prisión a uno de los condenados a cuatro años y nueve meses por haber participado en una protesta contra un mitin de Vox
Javier Aijón (Javitxu) entró en prisión en el mes de mayo para cumplir una condena de cuatro años y nueve meses por haber participado en una protesta contra un mitin de Vox en Zaragoza. Es uno de los Seis de Zaragoza, unos jóvenes que fueron condenados con la única prueba de la versión de la policía. Los hechos se remontan al 17 de enero de 2019: hubo cargas policiales contra manifestantes antifascistas y, unas horas más tarde, los jóvenes fueron detenidos. De los seis, cuatro fueron condenados a seis años de prisión. Los otros dos, que eran menores, a un año de libertad vigilada y quince mil euros de multa. Todos fueron condenados por desórdenes públicos y atentado contra la autoridad durante los disturbios en los que desembocó la protesta contra el partido de extrema derecha, pero ellos niegan los hechos y en la sentencia no se pudo demostrar su participación. Hablamos de todo esto con Javitxu, que responde por escrito a las preguntas de esta entrevista desde la prisión de Zuera. Narra con detalle la serie de injusticias que está viviendo, pero a la vez deja claro que no desfallecerá: “Continuaré con la cabeza alta y los principios intactos”.
-¿Cómo está y cómo vive la prisión?
– El principio fue duro. Tenía un disgusto muy grande y apenas podía comer. Frente a los demás reclusos me mostraba fuerte y entero, pero cuando cerraban las celdas lloraba a lágrima viva. Tuve la suerte de coincidir con un compañero de celda que me había visto en televisión y me ayudó. Me dijo que me mostrara fuerte en la primera comunicación con la familia, que me aguantara las lágrimas y que les dijera que estaba bien. Se siente una impotencia muy grande cuando un cristal te impide abrazarlos. Cuando mi madre, mi pareja y mi abuela se fueron, me abracé a mi compañero llorando. A partir de entonces mis ánimos mejoraron. La prisión se hace dura a veces, pero siempre lo es más para la gente que espera fuera.
-¿Qué quiere decir?
-Con el tiempo te adaptas y aceptas las circunstancias. Tengo muy buen trato con el resto de internos y hemos tenido la suerte de coincidir tres de los Seis de Zaragoza en el mismo módulo. Me preocupa mucho más cómo lo vive mi familia, pero también sé que les tranquiliza verme afrontarlo con fortaleza. La parte más dura es el trato de algunos funcionarios, la comida -hace unos días nos dieron pescado con gusanos-, y el hecho de no poder ver a la gente que quiero y a mis gatas. Aprovecho para hacer ejercicio, atiborrarme de lecturas y acabar la carrera de filosofía.
-¿Cómo le ha trastocado la vida todo esto?
-La noticia de la entrada en prisión me llegó en un momento en el que había conseguido estabilizarme. Por fin había conseguido entrar en una orquesta como músico, vivía con mi pareja y tenía planes de futuro. Dicen que el sistema penitenciario sirve para reinsertar. ¿Se podía tener una vida más normalizada que la mía en aquel momento, que tenía trabajo, casa y pareja? Me han partido la vida por la mitad y cuando salga me tocará empezar de cero.
-¿Ha sido víctima de más represión en prisión?
-Un funcionario le preguntó a uno de mis compañeros si era uno de los Seis de Zaragoza. Le dijo que sí y el funcionario le respondió que era simpatizante de Vox y que le haría la vida imposible. Por suerte, desde que estamos los tres en el mismo módulo no se le ha vuelto a acercar. Me aterra pensar a qué se refería con lo de “hacerte la vida imposible”. Es tan difícil encontrar a alguien de izquierdas entre los funcionarios como encontrar a un nazi entre rejas. No puedo demostrar que lo hicieran con mala voluntad, pero en las primeras semanas coincidí con un chico con tatuajes nazis. Supuestamente tienen que mirar las posibles incompatibilidades entre los presos… El caso es que el trato cambia bastante según la ideología del funcionario.
-¿Ha vivido alguna situación de este tipo en primera persona?
-Uno de los jefes de servicio, en pleno registro rutinario, me dijo “mariquita” porque llevaba pantalones caídos. Y a la hora de recibir cartas me hacen comentarios desmoralizadores: “¡A ver cuándo te dejan de enviar tantas cartas, que empiezo a estar hasta los cojones!” Que tanta gente nos apoye hace que sean cautelosos a la hora de emprender más acciones contra nosotros. Otro caso de represión o censura tiene que ver con la revista del centro. Me propusieron entrar en la redacción porque he estudiado filosofía y paso mucho tiempo leyendo. Hice unas pruebas que salieron bien, pero me dijeron que aquello tenía que pasar por la junta de tratamiento porque a la subdirectora del centro le preocupaba que tratara información delicada, por mi perfil político. Quizá si la junta ve está entrevista no me admitirán, pero nunca me he caracterizado por callarme.
-¿Cómo recuerda todo el proceso judicial?
– He tenido la sensación de ser presunto culpable desde el principio. Es muy difícil demostrar tu inocencia ante un juez que no hace caso de las pruebas y testimonios que presentas. Mi defensa presentó a dos testigos que dijeron que en la manifestación me aparté de los antidisturbios en cuanto los vi y que me acompañaron a un bar próximo a tomar un café. En cambio, la única prueba que tenía la acusación era el testimonio de seis agentes de policía.
-Que se presentan como víctimas suyas
-El único policía que me sitúa en el lugar de los hechos dice que me identificó porque llevaba una cresta amarilla, cuando yo llevaba el pelo largo. Un compañero de los Seis de Zaragoza llevaba el brazo escayolado y uno de los agentes aseguraba que le había dado puñetazos… Un relato lleno de contradicciones e incoherencias que el juez, Carlos Lasala, avaló. Dijo que era lógico que no pudiesen recordar perfectamente los hechos. La parte más indignante es que descubrimos que la policía había desestimado una prueba fundamental que demostraba nuestra inocencia: unas grabaciones de seguridad de la Universidad de Zaragoza, lugar de los altercados.
-¿Cómo lo supieron?
– Gracias al testimonio del jefe de seguridad del campus, que cuando testificó dijo que le había sorprendido que la policía le dijera que no eran necesarias. ¿Por qué no las quisieron presentar? Desmontan la versión de la policía: ellos dicen que hay un grupo de cuarenta personas tirando piedras y, en cambio, en los vídeos sólo se ven cuatro. Mi defensa presentó un peritaje de estas imágenes en el que se comparaba la ropa y más rasgos míos con los de todos los participantes, pero el juez lo consideró innecesario. Es muy peligroso convertir el testimonio de los agentes en prueba. Nos deja a los ciudadanos en posición de desventaja frente a los privilegiados de placa y porra. La policía no pretendía castigar a los culpables, sino crear cabezas de turco para criminalizar la protesta contra la extrema derecha y cobrar una buena indemnización a costa de seis familias de clase obrera.
-¿Qué cree que hizo que le condenaran?
– Es muy conocido el TFM sobre el síndrome de Sherwood de David Piqué i Batallé, un comisario de los Mossos, que hablaba de criminalización de la protesta. De manera muy maquiavélica, hablaba sobre la necesidad de crear un enemigo de cara a la opinión pública para deslegitimar reivindicaciones. Es llamativo que, de los seis detenidos, dos lleven cresta y uno, rastas; que también haya una persona racializada y yo mismo, que llevaba el pelo largo y chaqueta de ska. Gente que, por la estética, encajaba dentro del relato que promulgan sobre el movimiento antifascista. Para detenernos, entraron cuatro agentes en el bar en el que me estaba tomando el café y se llevaron a tres chicos. Antes de salir, miraron a su alrededor y uno de ellos me dijo: “¡¡Tú también te vienes!!”
-¿Sin decir por qué?
-Decía que me habían visto al principio de la manifestación, en un momento en el que ni siquiera había cargas. La condena es contra todo el movimiento antifascista, para condicionarlo y atemorizarlo en un momento en el que la extrema derecha va adquiriendo importancia internacionalmente. Es un intento de aleccionar, de decir: “Mirad lo que les ha pasado, no os metáis en líos”. Como se dice en el síndrome de Sherwood, las víctimas inocentes no somos más que daños colaterales para alcanzar un objetivo más grande.
–¿Cómo valora el relato mediático del caso?
-Los medios suelen ser una correa de transmisión de la versión policial en estos casos. Siempre han puesto más el acento en el resultado de los disturbios que en la violencia de la policía. En la primera vista oral, vino un periodista del Heraldo de Aragón y nos hizo una fotografía a los cuatro mayores de edad que luego publicaron sin ningún tipo de censura. Eso me causó problemas en el trabajo. Pero hay otros medios que sí se han preocupado de dar la otra versión de la historia, como Vilaweb, AraInfo, la Directa o El Salto y eso se agradece. Quizá por eso empezó a cambiar la manera en la que nos miraban otros medios y pudimos aparecer como personas con historias, familias y planes de futuro.
-Han sido condenados por una protesta contra Vox. ¿Cómo ve el auge y la impunidad de la extrema derecha? ¿Cree que tienen una protección especial?
-Durante la mal llamada transición ciertos sectores estratégicos del Estado -poder judicial, policía, ejército…- continuaron controlados por los herederos del franquismo. Vox no es un partido marginal de gente que viene de fuera de las instituciones a cambiar la política, como quieren hacer ver. Está formado por policías de alto rango, abogados del estado, jueces y políticos de la cara más extremista del PP y vienen a mantener sus intereses y privilegios. En el estado español no hemos vivido un proceso de condena y reparación de los crímenes del fascismo y lo pagamos muy caro. También es importante destacar la connivencia entre las fuerzas y cuerpos de seguridad y partidos de extrema derecha. Eso permite que pasen cosas como la de aquel maldito 17 de enero de 2019.
-¿A qué se refiere concretamente?
-Santiago Abascal animaba a la policía a cargar y ellos nos apalizaban con las porras sin que hubiera habido ningún tipo de provocación por nuestra parte, tal como corroboró posteriormente Amnistía Internacional. También se vio cuando, en Vallecas, Abascal provocó a los antifascistas rompiendo un cordón policial. La policía respondió cargando agresivamente contra los manifestantes. No sólo es que tengan una protección especial, es que dictan las reglas del juego y las aplican.
-¿Cómo valora el apoyo político recibido?
-Me gustaría agradecer el papel de Anticapitalistas. Siento un gran orgullo de formar parte de una organización que ha proporcionado los recursos para la campaña. Entiendo que el ataque del que he sido víctima ha sido un ataque al conjunto de la organización. Hemos tenido el apoyo de militantes de CGT, CNT, PCE, CRT, centros sociales… Ojalá este ambiente de unidad se viera más a menudo. También hemos recibido el apoyo de Podemos desde el principio -ha hablado del caso en el Congreso y ha pedido la derogación de la ley mordaza- y, más recientemente, el de Sumar. Son gestos de solidaridad bienvenidos pero insuficientes. Deberíamos aprender de los partidos catalanes, que estuvieron a punto de retirar el apoyo al gobierno de coalición si no prosperaba la amnistía. Este compromiso con sus presos políticos es digno de admirar.
-¿El relato criminalizador de ciertos medios ha impedido que tuvieran más apoyo social?
-Miles de personas anónimas han firmado la petición de indulto o han dado dinero para pagar multas. También hemos tenido el apoyo de personalidades como Kase O, Los Chikos del Maíz, Alba Flores, Olga Rodríguez, Miquel Ramos, Facu Díaz… Pero muchas personalidades reconocidas no han querido comprometerse públicamente por miedo. No sé si por el relato de los medios o por cierto conformismo mezclado con cobardía.
-¿Cree que falta conciencia sobre la existencia de estos casos en el Estado español?
-No lo creo, muchos de mis compañeros reclusos conocían el caso y también la gente en Zaragoza. Y ha habido muchos casos mediáticos, como el de Pablo Hasel o el de los chicos de Altsasu, que han dado lugar a movilizaciones. Todos hemos visto también la violencia policial desmesurada contra el procés y últimamente ha habido una manifestación contra el juicio a las Seis de la Suiza. Pero tenemos interiorizado el sálvese quien pueda neoliberal. Recuerdo con horror cómo miles de personas aplaudían a las fuerzas policiales y entonaban el a por ellos mientras golpeaban al pueblo catalán. Y en mis redes sociales siempre encontraba mensajes de fascistas que deseaban que me pasaran unas cosas en prisión que no deseo ni a mi peor enemigo. No hemos sabido plantarles cara ideológicamente y se nos comen el terreno.
-¿Qué es lo que falta si no es conciencia sobre la represión?
-Más conciencia humanitaria. Se nos olvida que detrás de cada montaje policial hay personas con sueños, proyectos y esperanzas que quedan truncadas por un sistema inhumano, frío y calculador como el sistema judicial español. Los Seis de Zaragoza no somos solamente un número o manifestantes antifascistas. Somos hijos, padres, amigos, nietos… No tengo miedo de que el caso se olvide ni tampoco me siento solo, tenemos un gran apoyo. Continuamos recibiendo solidaridad en forma de cartas que nos ayudan a mantener los ánimos.
-¿Llevarán el caso a Estrasburgo?
-Agotaremos todas las vías judiciales. Queremos que un juez reconozca nuestra inocencia, pero no tengo muchas esperanzas. La represión solamente se frena con más movilizaciones, sólo el pueblo salva al pueblo. Si nos quedamos en casa estaremos donde quieren que estemos. Yo duermo con la conciencia tranquila porque aquel día estaba donde mis principios me dictaban. La prisión se vive con más tranquilidad si no tienes nada de lo que arrepentirte y sólo espero que no se extienda el miedo. Continuaré con la cabeza alta y los principios intactos.
* Nota original: “Javitxu, dels Sis de Saragossa, “M’han partit la vida per la meitat”
Traducción al castellano para Loquesomos de Leticia Palacios
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