La aberración es la tauromaquia, no su abolición
¿Por qué es la víctima, siempre privada de voz y derechos, la que por boca de otros ha de rogar que no le asesinen y no es a su ejecutor a quien se le detiene la mano letal que le arrancará la vida lenta y brutalmente? ¿Por qué es aquel que abomina del crimen el que ha de luchar por abolir su licitud mientras el sayón disfruta del beneplácito del sistema? ¿Por qué es la violencia la norma establecida y la justicia una quimera tan difícil de alcanzar?
¿Por qué os torturan y morís en la arena y en las calles, toros de esta España tenebrosa y sanguinaria, bajo los aplausos de los verdugos, de la horda que se deleita con vuestra agonía y de la administración que procura permisos y dineros para que se cumpla la condena que os fue impuesta apelando a la tradición, al negocio, a la diversión… Dejadme que lo llame por su nombre y diga más bien que rebuscaron los motivos en la perversión.
Traspasa el límite entre la razón y la aberración, posando su manoletina ensangrentada de lleno en la segunda, el hecho de que la ley defienda las conductas violentas y sean quienes exigen su erradicación, los que casi siempre se encuentren estampados en sus rostros silencios y negativas que perpetúan la crueldad institucionalizada. ¿Qué sociedad inconmovible y qué calaña de gobernantes, pueden dar por bueno el martirio de un ser vivo y servirlo incluso como alimento para las mentes infantiles?
Libertad, me diréis. ¿Libertad para atormentar y asesinar? ¿Es eso lo que demandáis? Tal y como la entendéis es el privilegio que todos los tiranos se arrogan para someter a los indefensos amparados por los dictados de leguleyos sin escrúpulos ni ética. Observaos las manos, los ojos, la boca: las tenéis empapadas en dolor ajeno. Cada vez que habláis de libertad las palabras surgen salpicadas de rojo, mientras en vuestra mirada una criatura intenta respirar pero con sus pulmones atravesados por el acero sólo es capaz regurgitar sangre con sabor a final. ¿Para tal crueldad exigís el derecho de elegir? Sin embargo, mayor pavor que tales filias enfermizas por el padecimiento de un ser vivo, me causa la indiferencia de quienes sin compartirlas os dejan hacer.
Sí España, a veces me estremezco al poner el pie sobre ti, porque tu tierra tiene especial querencia por las ejecuciones públicas y entre modernidad, progreso y europeísmo, atesoras hoy cadáveres de inocentes habidos bajo los mismos motivos que los de tantos como fueron ultimados con saña y vesania en tu historia más sombría. Eres el presente con los muertos del pasado, eres el pasado con los muertos del presente.