La abolición de las corridas en DF
La votación que algunos se encargaron de impedir
Un punto geográfico: México DF. Un espacio: la Asamblea Legislativa. Un artículo a modificar: el nº 42 de la Ley de Espectáculos Públicos. Un objetivo: la abolición de las corridas de toros. Un nombre propio: la diputada del PRD Alejandra Barrales. Un protagonista de poder casi omnímodo: el empresario taurino Rafael Herrerías. Un entorno: abolicionistas manifestándose pacíficamente y siendo agredidos por taurinos.
Resultado: la iniciativa por la erradicación de las corridas de toros en DF que tendría que haber sido votada no lo fue finalmente por la decisión de Alejandra Barrales, con cuya mezquina actuación impidió que los legisladores pudieran decidir si otorgaban o no su apoyo a la continuidad de este sangriento espectáculo, como parece que sería lo lógico en un gobierno que se dice democrático. Queda pues, con todo el dolor que eso implica, añadir otros personajes al entramado anterior. Unas víctimas: los toros que las seguirán siendo y los humanos, niños incluídos, que continuarán recibiendo de momento un mensaje institucional de ensalzamiento subvencionado de la violencia con seres vivos.
No somos idiotas y no es difícil entender que cuando un político asume la denigrante responsabilidad de que un asunto no sea decidido por votación, renegando con esa postura de los principios participativos que juró defender, ésta posiblemente responderá a una de estas dos razones: o mintió en la toma de posesión de su cargo o ha recibido lo que considera un justiprecio por traicionar tal compromiso adquirido ante toda una nación.
El Señor Rafael Herrerias, accediendo escoltado al recinto legislativo y realizándole gestos ofensivos a los abolicionistas, se apresuró a desmentir que su presencia en la Asamblea Legislativa fuese una medida de presión calculada para frenar la votación. Y yo le creo, pues me parece que simplemente, como hábil hombre de negocios que es, se encontraba allí para comprobar que el trato que presumiblemente había cerrado con anterioridad fuese respetado. Y así ocurrió. La historia es pródiga en Aurux, Ditalcos y Minurus.
Ha vuelto a quedar en envidecia por enésima vez, y es que orejas de estas llevan unas cuantas acumuladas los taurinos, cómo bajo sus mensajes triunfalistas en los que se afirma que la tauromaquia es algo apetecido y defendido por la mayoria de los ciudadanos, no hay más que embustes y mucho miedo. De otro modo, mostrarían la honestidad y el valor de atreverse a que tal aseveración quedase refrendada por una votación que reflejase el sentir popular. Pero no, eso es algo que se encargan de impedir siempre que pueden porque de sobra conocen que los resultados echarían por tierra todo un discurso cargado de cinismo y falsedades. Egoístas e hipócritas sí, pero ellos tampoco son imbéciles.
Más allá de hipotéticas aunque nada improbables corrupciones, se hace patente que su poder es ancho, sin embargo no tanto como para conseguir comprar siempre conciencias y voluntades. En Catalunya así quedó demostrado con la ILP y en DF sin duda también ocurrirá. Lo hará cuando no existan diputados tan cobardes, antidemocráticos o adulterados como para despreciar a cambio de… los artículos contemplados en el Capítulo 1 del Título 2º de la Constitución Mexicana sobre Soberanía Nacional, y los del Capítulo 1 del Título 1º sobre las condiciones ambientales de educación, desarrollo y bienestar con especial incidencia en los niños. Esta vez les ha servido la sucia estrategia desplegada para malograr un plebiscito que sabían que perderían entre los representantes de la Asamblea, pero en modo alguno constituye una derrota para el movimiento abolicionista, que seguirá trabajando como hasta ahora lo ha hecho por alcanzar la libertad y la justicia que algunos tanto reclaman, aunque la deseen para torturar criaturas o pisotear principios democráticos. Y allá algunos con lo que les demande su ética, en caso de tenerla, y quién sabe si también la ley, por prestarse a las maquinaciones de los que quieren que la arena de las plazas no deje de empaparse con los vómitos de sangre de toros agonizantes.