La “amnistía de 1977” ante el espejo de la reivindicación de “memoria histórica”
“Mecagüenlá Petxo. Los franquistas se aprovecharon de la Ley de Amnistía del 77 para limpiarse de toda culpa; nosotros ni nos enteramos y nos la metieron doblada”. Eso, literalmente, o algo muy parecido, me dijo hace ya algún tiempo Josu Ibargutxi, uno de los portavoces de Goldatu (Asociación de Presos/as y Represaliados/as Vascos/as de la Dictadura Franquista, www.goldatu.org).
La lucha por la amnistía en la “transición política española”
Amnistía. De A Coruña hasta Barcelona, desde Bilbao hasta Cádiz, en Madrid y en todo el Estado español, esta fue, sin duda, la principal reivindicación antifranquista en el periodo que va desde la forzada ascensión a los cielos del Presidente del Gobierno, Carrero Blanco, en diciembre de 1973, hasta las elecciones parlamentarias de junio de 1977, pasando por el 20N de 1975 en que cristianamente expiró Francisco Franco Bahamonde.
Para “celebrar” que a Juan Carlos I se le coronaba Rey de España el 25 de noviembre de 1975, el gobierno promulgó un decreto de “indulto” que afectó a unos pocos presos políticos (funcionarios civiles del Estado en parte). La reivindicación de amnistía no sólo no paró, sino que creció. Intentando calmarla, el 30 de julio de 1976 se decretó una “amnistía”, que aunque afectó a gran parte de los presos políticos antifranquistas, excluyó de ella a lo que se consideraban “delitos de terrorismo”, calificación en la que se encuadró a más de 250 presas y presos de ETA.
Esta fue una fecha importante para la movilización social por la amnistía… pero no sólo por ese motivo.
Hasta esa fecha Euskadi había sido una referencia importantísima de la lucha antifranquista para el conjunto del movimiento popular del Estado español. Pero, además, Euskadi había recibido una extraordinaria solidaridad antirrepresiva y política desde ese movimiento popular. A partir de ahí, por el contrario, se fue abriendo una brecha política entre los movimientos populares de Euskadi y del resto del Estado español.
Allí la confrontación con la “Reforma Política” del franquismo se siguió viviendo en gran parte como continuidad de la confrontación anterior con la herencia franquista salvaguardada por sus pactos con PSOE y PCE en lo que el historiador hispanista Paul Preston /1 ha denominado, con toda razón, “deficiente democracia”. El espacio más concreto, duro y radical de esa confrontación siguió siendo el de la reivindicación de la amnistía, a la que se añadió el adjetivo “total”: nuestro “presoak kalera, amnistía osoa” gritado y reivindicado sin parar.
En el resto del Estado, desapareció esa referencia radical y la propia reivindicación de amnistía fue un objetivo que PSOE y PCE, UGT y CC OO, así como otras organizaciones populares influidas por esas fuerzas políticas y sindicales, pasaron al baúl de los recuerdos. No del todo, ciertamente; pese a esa deriva siguieron realizándose iniciativas pro-amnistía y en una de ellas, en Madrid, Arturo Ruiz fue asesinado por la banda fascista-policial de los Guerrilleros de Cristo Rey cuando participaba en una de estas manifestaciones el 23 de enero de 1977. El reinicio de actividades armadas mortales, tanto por parte de ETA Militar como de ETA Político-Militar /2 fue un factor añadido a este alejamiento entre los movimientos populares de Euskadi y del resto del Estado, pero, sin duda, un factor sólo añadido.
En Euskal Herria se fueron constituyendo, pueblo a pueblo, desde enero de 1976, las Gestoras Pro-Amnistía cuya influencia social llegó a ser impresionante. A comienzos de 1977, entre el 26 de febrero y el 6 de marzo, convocaron la primera Semana pro-amnistía que tuvo tan amplio apoyo popular como represión policial. Pero parcialmente logró objetivos y el 11 de marzo el Gobierno aprobó una ampliación de la amnistía a 74 miembros de ETA, entre quienes se encontraban ya condenados por “terrorismo”. Más tarde adoptó la resolución de“extrañar” (enviar fuera de las fronteras españolas) a quince miembros de ETA acusados de “delitos de sangre”. La reacción de estos fue increíble: iniciaron una Marcha por la Libertad que en 48 jornadas les llevó a finales de agosto hasta las campas de Arazubia en Iruña-Pamplona donde –según los datos del diario El País– 100.000 personas les recibieron.
Entre el 8 y el 15 de mayo se convocó la segunda Semana pro-amnistía. Fue el acontecimiento decisivo. Los primeros días se celebraron concentraciones y manifestaciones diversas, con una fuerte represión policial. Partidos políticos y organizaciones sindicales convocaron una Jornada de lucha para el día 12. El seguimiento fue muy grande y la policía pasó a utilizar fuego real contra los manifestantes. Rafael Gómez Jaúregui cayó abatido por disparos de la Guardia Civil en Rentería (Gipuzkoa) y hubo varias personas heridas. Para el día 13 la huelga era ya general. Manifestaciones, disparos de fuego real de la policía y barricadas. El mismo escenario se mantuvo hasta el día 16, un día más de la inicial convocatoria. La represión –hubo muchísimos detenidos, brutal represión en las calles y en las comisarías y numerosos heridos– no paró la movilización. Tampoco lo hizo la lista de muertos a añadir:
- José Luis Cano Pérez, en Pamplona, por un disparo mientras era golpeado por números de la Policía Armada; Clemente del Cano Ibañez arrollado por un vehículo al retirar una barricada en la autopista;
- Manuel Fuentes Mesa, por disparos de la Guardia Civil en Ortuella (Bizkaia);
- Luis Santamaría Miquelena a consecuencia de un infarto, mientras presenciaba desde sus casa los enfrentamientos de manifestantes y policías en Pamplona;
- Gregorio Marichalar Ayestarán a quien una bala le causó graves destrozos internos en el pecho y abdomen el viernes por la tarde cuando se encontraba en el balcón de su casa, en Renteria (Gipuzkoa) y murió en junio, tras convalecer en el hospital;
- Francisco Javier Fernández Núñez, de Bilbao, golpeado por la Policía Armada el día 15 y, cuando el día 17 acudió a comisaría para presentar una denuncia, agredido por unos individuos que le golpearon y le obligaron a beber coñac y aceite de ricino.
Desde Euskal Herria se llamó a extender al conjunto del Estado español la convocatoria de Huelga General del 16 de mayo. CC OO y el recién legalizado PCE se opusieron a ello, con esta terrible declaración del líder sindical Marcelino Camacho: “En el momento actual, cuando las libertades son todavía frágiles, creemos que el objetivo fundamental de la clase obrera es consolidar y desarrollar las libertades. Toda actuación que venga a desestabilizar es contraria a la clase obrera”. En diversas ciudades del Estado español se produjeron encerronas y concentraciones solidarias, pero la actitud de CC OO y el PCE fue determinante para que esa solidaridad fuese débil y encauzada.
La “Ley de Amnistía de 1977” y su debate parlamentario
El actual movimiento por la recuperación de la memoria histórica es tan emotivo como impresionante. Y enlaza muy directamente con los sentimientos y las voluntades de todo aquel movimiento por la amnistía. Sin embargo fue precisamente la “Ley de Amnistía” aprobada por el Congreso de Diputados el 14 de octubre de 1977, la que en la letra y el espíritu de la cacareada “ejemplar transición española a la democracia” borró las responsabilidades históricas de la criminal historia del franquismo.
De hecho, la citada Ley, en sus artículos 1e) y 1f) aplica la amnistía, de manera expresa, a:
- 1e), “Los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, funcionarios y agentes del orden público, con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los actos incluidos en esta ley”.
- 1f), “los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas”.
No soy un experto en leyes, pero me apunto por razón y corazón a la tesis que dice que una Ley de Amnistía como aquella no puede borrar los “crímenes de lesa humanidad” cometidos por el franquismo. Obviamente el Estado español no reconoce esta tesis. Pero la inclusión en la querella argentina “4591/10 del Juzgado de lo Federal nº 1” de Buenos Aires contra la represión de derechos humanos ejercidos por la dictadura franquista, promovida por diversas asociaciones de memoria histórica (Goldatu entre ellas), demuestra que tiene recorrido jurídico además de apoyo social.
Pero más allá de ese asunto, tiene un gran interés político, analizar las razones que llevaron a las fuerzas parlamentarias a apoyar y aprobar dicha Ley. Citaré, para ello, el “Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados” de ese 14 de octubre de 1977. Pero antes quisiera traer aquí una reflexión de Josep Colomer /3 (1998:177), sobre ella:
“La política de ‘reconciliación nacional’ comportó la amnistía para los antifranquistas y la amnesia para los franquistas, es decir, la renuncia a someter los comportamientos políticos del pasado a procesos judiciales. Efectivamente, bajo la apelación emocional a la ‘reconciliación nacional’ se corrió un tupido velo sobre el pasado y se aceptó que aquellos actos de violencia institucional cometidos a lo largo de la dictadura quedaran impunes. A cambio, los reformistas procedentes del régimen autoritario aceptaron liberar a todos los presos políticos, legalizar al Partido Comunista de España (PCE) y celebrar unas elecciones auténticamente democráticas en junio de 1977”.
Aunque una mirada histórica obliga a reconocer que el régimen nacido de aquellas elecciones de Junio de 1977 representa una ruptura (aunque sea “deficiente” o de “baja calidad”) con el régimen franquista, uno no las calificaría como “auténticamente democráticas”. Pero dejando ese debate a un lado, esa reflexión resulta atinada.
El resultado de la votación de aquella “Ley de Amnistía” fue de 296 votos afirmativos, 18 abstenciones, 2 negativos y 1 nulo. ¡Vayamos con los argumentos que nos interesan!
En nombre del Grupo Parlamentario Comunista, Camacho Zancada comenzó afirmando que la Ley era resultado de “una política coherente y consecuente que comienza con la política de reconciliación nacional de nuestro Partido, ya en 1956. Y se pregunta: “Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros, si no borráramos ese pasado de una vez para siempre?”. Por ello la amnistía es para el PCE, el único camino que “puede cerrar ese pasado de guerras civiles y de cruzadas” o dicho con otras palabras, con esta Ley “hemos enterrado nuestros muertos”.
Xabier Arzallus, en nombre del Grupo Parlamentario de las Minorías Catalana y Vasca, tras hablar y hablar del histórico protagonismo del País Vasco en la lucha por la amnistía, concluía diciendo que ésta “no es un acto que atañe a la política (…). Es simplemente un olvido (…) una amnistía de todos para todos, un olvido de todos para todos”, a lo que, por si no lo hubiera dejado claro, añadía: “Olvidemos, pues, todo”.
Ese día Txiki Benegas (PSOE) estrenó intervención en el Congreso de los Diputados. Igual que Arzallus, insistió también en el protagonismo vasco en la lucha por la amnistía. Pero añadió este distinto argumento: “que nadie crea que hoy estamos concediendo algo, que hoy estamos otorgando algo, que hoy estamos adoptando medidas de gracia. Hoy solamente estamos cumpliendo con un profundo deber de demócratas, con un ineludible compromiso con la libertad, que nos es más que reparar –si reparación cabe– los daños, los perjuicios, las injusticias provenientes de un régimen autoritario que no dudo en calificar como uno de los más implacables del siglo XX contra sus adversarios políticos”. Tan contundente como falsa declaración, como lo demuestra la que el propio Txiki Benegas hizo al diario El País del 6 de agosto de 1995: “La única ley de punto final que ha habido la hicimos en octubre de 1977 los demócratas para los franquistas. En ese año decidimos no pedir ninguna responsabilidad referida a 40 años de dictadura, para intentar, de una vez por todas, la reconciliación” /4.
Efectivamente, con esta Ley “nos la metieron doblada” como me decía Josu Ibargutxi /5. Fue porque nuestra alegría de que las presas y presos políticos salieran a la calle, ni siquiera nos hizo sospechar que había esa otra maniobra. Nuestra culpa y autocrítica debida. Pero las formaciones políticas parlamentarias, esas sí-que-sí, sabían bien que lo que hacían era la “reconciliación nacional” para borrar toda memoria histórica.
* Petxo Idoiaga forma parte del Consejo Asesor de VIENTO SUR,de donde es la publicación original
Notas:
1/ Preston, P. (2011). El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después. Madrid: Debate.
2/ De ETA Político-Militar nacería Euskadiko Ezkerra que se fusionará, después, con el PSOE, constituyendo el PSE-PSOE vasco.
3/ Colomer, J. (1998) La transición a la democracia: el modelo español, editado por Anagrama (Barcelona) en 1998. Cita obtenida de “justicia, Política y Memoria: los legados del franquismo en la transición española”, Paloma Aguilar (2001).
4/ Citado por Paloma Aguilar, op. Cit.
5/Paco Letamendía (“Ortzi”) es el único que se salió de ese discurso de la “reconciliación nacional”. Aunque no habló de la “amnesia sobre el franquismo” que la Ley representaba, planteó uno por uno cuestiones como la amnistía total, la legalización de todos los partidos, la sustitución de las fuerzas de orden franquistas por otras dependientes de los poderes autonómicos, etc.