“La Blonde”: La espía por amor
Javier Coria*. LQSomos. Agosto 2016
Sólo tenía una pequeña y anticuada foto de la solapa de un libro para reconocer a aquel tipo. Pero cuando llegué al lugar convenido para la cita, la terraza de un bar situado en calle Rocafort, a la altura de la calle París de Barcelona, enseguida supe que era él…
Pelo blanco y escaso, ojos de mirada miope y huidiza que denotaban la fatiga de años de lecturas. Grandes gafas de pasta color miel que más que apoyarse, se repantigaban en una nariz borbónica de la que, a veces, diríase que las antiparras querían escapar. Los labios estaban bien perfilados y dibujaban una enigmática sonrisa. Un grano, que más que grano parecía el lunar que coquetamente se pintaban algunas mujeres en otros tiempos, adornaba la parte superior derecha de la boca. El rostro tenía las naturales arrugas de expresión y las que el tiempo se empeña en esculpir en el pellejo de los que acumulamos inviernos; pero ni su cara, ni su complexión fuerte, hacían presumir que aquel hombre, cuyo nombre de guerra era “Ramón Berenguer”, tuviera la edad que me habían dicho, cerca de los ochenta años.
Gracias a mi intuición y, sobre todo, a la entrenada capacidad de observación que mis años de fotógrafo me habían dado, pude reconocerlo al primer vistazo. Claro que el hecho de que fuera el único y solitario cliente que ocupaba la terraza del bar, en aquella tarde estival, me ayudó mucho, para qué les voy a engañar. Después de los saludos le expliqué el motivo de la entrevista. Quería saberlo todo sobre la espía conocida con el nombre en clave de La Blonde (La Rubia)…
Alguien dijo que los mejores espías son los que nunca saldrán en los libros de historia. Los que a pesar de que sus misiones fueron importantes o incluso decisivas en determinados momentos históricos, su identidad permanece y permanecerá en absoluto secreto. Sí esto es así, y yo creo que sí, nos encontramos ante una de las mejores espías que operaron durante la Guerra Civil Española. Nada que ver con el auténtico montaje propagandístico sobre Mata Hari, quizá la más mediocre espía de la historia, pero ese es otro cantar. Les confieso que estuve a punto de no escribir esta pieza sobre La Blonde, pues lo que sé sobre esta mujer enigmática se reduce a unos cuantos párrafos que no llenan medio folio. Lo poco que sabía me llegó a través de unos escritos del hombre que tenía enfrente, y quería verificar si sabía algo más. Si se había guardado información que me permitiera tirar de hilo de una de las redes de espías civiles (quiero decir no profesionales) más desconocidas que habían operado en la Barcelona de 1936. Al frente de un triángulo quintacolumnista estaba una misteriosa mujer que enviaba mensajes cifrados de radio en código Morse a Burgos, sede del Cuartel General de los militares sublevados.
Perdonen por el estilo novelesco, lo que quizá les podría llevar a engaño y pensar que esta historia no es real, nada más lejos de la verdad. Lo que pasa es que desde que me dijo mi hermana: “Javier, deja de dar la tabarra con la historia y escribe un bestseller, y salimos todos de pobres”… ¡Como si fuera tan fácil! Pues eso, que sin darme cuenta, ahora todo lo redacto así, hasta la lista de la compra. Por cierto, mi hermana sí que tiene un nombre de espía francesa, Margot. Pero volvamos a nuestra historia.
Pues como les dije, la reunión tuvo lugar. Sucedió el martes 7 de agosto de 2007, a las 18 horas en un bar de la calle Rocafort de Barcelona llamado, si mal no recuerdo, Café Sol. El tipo de nombre de guerra Ramón Berenguer, seudónimo real, por cierto, no era otro que Domènec Pastor Petit, el que dicen que es el mayor espiólogo de nuestro país, por lo menos es el que más ha escrito (yo tengo 5 libros de él) sobre espías y guerra secreta. Ahora que no me escucha -que no me lee-, tiene un estilo de escribir algo funcionarial y, a pesar de la apasionante temática, sus libros resultan un tanto aburridos. Claro que él nunca se consideró un escritor, como me confesó, si no un recopilador de datos históricos. Sobre La Blonde, la realidad es que no me pudo aportar más de lo que ya había escrito y que ya les comentaré. Con un discurso un tanto atropellado, salpicado de recuerdos e historias de cómo empezó en esto de la mano del editor Mario Lacruz terminó la entrevista y me fui del lugar sin más información de la que ya conocía. Pastor Petit también me confesó que, ante la necesidad de sacarse esta historia de la cabeza y despejar unos interrogantes imposibles de responder, escribió una obra de radioteatro donde la realidad histórica fue matizada por la imaginación del autor. La obra se tituló: “L’espia La Blonde a l’Ebre” (La espía La Blonde en el Ebro). Fue emitida en Radio 4 en 1980, protagonizada por la gran Mercedes Sampietro y dirigida por el no menos grande Ricardo Palmerola, la voz del maestro Yoda en castellano, por cierto. A Pastor Petit lo vi dos veces más, una para que me pasara las cintas de la citada obra y otra para devolvérselas. Las cintas las copié (¿se puede decir esto sin que a uno lo traten como a un delincuente?) en un vetusto radiocasete que tenía olvidado en su interior una cinta de Los Amaya. ¡Qué buenos eran!, por cierto… Todos tenemos un pasado. ¿La obra de teatro? Interesante como información y recreación de un momento histórico, los prolegómenos de la Batalla del Ebro.
La primera noticia escrita sobre La Blonde la tuve en el libro Los dossiers secretos de la Guerra Civil, que el autor tuvo a bien dedicarme con unas amables palabras. Pero antes de transcribir unos párrafos sería interesante saber cómo es que llegaron éstos a las manos de Petit, ya que fue de una forma harto curiosa, a saber: Resulta que el investigador histórico recibió una carta de un lector, exactamente fechada el 20 de diciembre de 1976 en Mieres, Oviedo. Un tal Artemio Mortera Pérez, que realizó su servicio militar alrededor de 1964-65, le contó a Petit que, revolviendo papeles en la oficina del destacamento donde estaba agregado, se topó con unas cuartillas mecanografiadas que, por su estilo, parecían ser un artículo o borrador destinado a publicarse en una revista. El texto lo firmaba el comandante Alonso Linaje. Como fuere que Artemio Mortera era aficionado a la historia militar, convirtiéndose en un especialista años después, por cierto, procedió a copiar el artículo. Paso a transcribir algunos párrafos que recoge Petit en su libro:
Entre los agentes del Servicio de Información en zona roja, existía uno al que, por ser rubio, se dio el indicativo de Le Blonde.
Persona de buenos antecedentes, cuya conducta desde la iniciación del Movimiento se acreditó de leal y entusiasta, fue considerado como uno de nuestros mejores colaboradores en Cataluña.
En el curso de la campaña llevó a cabo diferentes trabajos, y un día – el 13 de julio de 1938 – propuso un medio rápido de enlace, valiéndose de una emisora de T.S.H. que decía tener a su disposición, asegurando que sería manejada por elementos adictos. La proposición, naturalmente, fue aceptada.
Pasaron unos días en perfeccionar la comunicación a base de transmitir noticias y órdenes de mediano interés y, por fin, el 25 de julio (de 1938) se recibió un mensaje suyo en el que, de una manera rotunda, afirmaba que los rojos proyectaban un ataque a fondo por Sort, al objeto de recobrar las centrales eléctricas de aquella región, ataque que coincidiría con un amago de ofensiva cruzando el Ebro, sin más alcance, esta última operación, que desorientar a nuestro Mando. La noticia, como se recordará, fue falsa, y si el Servicio no hubiera dispuesto de otras fuentes de información, las consecuencias hubieran podido ser en extremo desagradables.
Roto nuestro frente, se solicitó urgente comprobación del despacho, y Le Blonde contestó diciendo que los rojos se mostraban asombrados por el halagüeño resultado – que estaban muy lejos de esperar – del paso del Ebro, e insistiendo que atacarían por la zona de Sort. – La realidad es que las fuerzas republicanas proyectaban el ataque por Gandesa y con 100 km de frente -.
El escrito del comandante Linaje sigue con toda una serie de comunicaciones reportadas por Le Blonde que resultaron ser falsas, lo que nos situaba ante una campaña de desinformación. Pero ¿de un agente doble o de agente enemigo que se hacía pasar por Le Blonde? El escrito sigue con esta cuestión:
Al mismo tiempo, se solicitaban de él datos que, por tratar de asuntos que sólo Le Blonde podía conocer, darían la clave de si era éste o no quien manejaba la emisora, ya que cabía la posibilidad de que hubiera sido el referido agente apresado y quizá muerto, y los rojos siguieran sosteniendo en provecho propio la comunicación existente.
El resultado de la investigación: Le Blonde continuaba utilizando la emisora. Todas sus noticias eran falsas o tendenciosas. Es decir: era patente su traición; ahora bien: esta traición, ¿era voluntaria, o por el contrario, se hallaba sujeto a una abrumadora coacción que le obligaba a obrar con deslealtad que no sentía?
Lo que sigue es un resumen que hace Petit de lo anterior:
Hacia fines de diciembre de 1938, el SIPM – el Servicio de Información del bando nacionalista – llegó a tener conocimiento de que, efectivamente, Le Blonde había sido desenmascarado por el mando republicano y obligado a representar el papel que hemos visto. Según el informe reproducido, la intoxicación fue total desde el 25 de julio hasta el 26 de septiembre de 1938, con creciente escepticismo a partir de la última fecha hasta diciembre de 1938. La comunicación por radio no se interrumpió, sin embargo, hasta el 25 de enero de 1939. Puede proponerse el siguiente balance:
Dos meses de eficaces y corrosivas intoxicaciones a favor del Estado Mayor republicano y en perjuicio de los sublevados.
Un mes (o quizás algo más de un mes) de dudas y titubeos.
Un mes (o tal vez dos meses) con mutuos intentos de engaño, con recelos y suspicacias.
Sigue Petit:
De cualquier forma, la Batalla del Ebro registrada por los historiadores como la de mayores proporciones y la más sangrienta, y asimismo la más decisiva en el transcurso de la guerra española, se halla bajo la influencia del quintacolumnista – Petit aún no conocía una información que enseguida les cuento, de ahí el empleo del masculino – Le Blonde.
Hasta aquí la información recogida en Los dossiers secretos de la Guerra Civil en su edición de 1978. El propio autor informaba que no había podido documentar estos hechos, pero abría el camino para otros investigadores que, quizá en el Servicio Histórico Militar o en el Archivo de Salamanca podrían seguir las pesquisas.
Como ven, en un principio se creyó que era un hombre y de origen francés, de ahí su indicativo (hablando de indicativos: como me acuerdo de mis días de diexista, mi indicativo era EA3-544) en esta lengua. Una enigmática llamada telefónica le dio nuevas pistas al espiólogo catalán. Esta es la parte más extraña de esta historia y, aún cuando el escritor me confesó estar seguro al noventa y ocho por ciento de la autenticidad de esta comunicación, mi rigurosidad como humilde investigador histórico me lleva a decirles que, como es lógico, no tenemos la completa seguridad que la persona que le llamó fuera la autentica La Blonde. Porque sí, señores, de eso se trata, de una llamada donde alguien se identificó como la misteriosa espía. Pero pasemos a los hechos:
El 20 de febrero de 1979, Petit recibió una llamada en su domicilio. Una voz enérgica de mujer anciana en perfecto catalán, le vino a decir:
-Le ruego que no me haga preguntas. Yo soy La Blonde y no “Le Blonde”. Sepa, señor, que obré por amor cuando defendía a los “nacionales”, y por amor también cuando los engañé. Soy una mujer, no un hombre, y catalana, no francesa. Me hacía llamar Le Blonde, como si fuera un hombre y extranjero, para despistar mejor. El amor me hizo ver las cosas más claras; el amor y no la política. Mi hombre murió en un bombardeo. Todo lo hice por él.
En este punto le interrogó Petit:
-Espere –le dije yo-. ¿Se refiere al agente que la, digamos, asimiló y la hizo cambiar?
-¡Sí, sí! Insisto: obré siempre por amor. Nunca he sido de derecha ni de izquierdas. ¡Odio aquella guerra! Y a los que como usted, hablan y escriben de ella, no hacen más que hurgar en la herida. ¡Ya basta!
La caballerosidad de Petit no le permitió reproducir en el libro las palabrotas y las advertencias que le infirió la dama, pero las hubo. Aunque el tono era imperativo y sin ganas de entablar un diálogo tenía inflexiones dulces, según cuenta el escritor. Pero el monólogo siguió:
-¿Me ha entendido? ¡Lo hice por amor! No soy una Mata Hari. Los espías me dan asco. El hombre que quise era un idealista. Y no escriba más sobre mí. Pero, si lo hace, recuerde que todo pasó por azar, y que no soy una mujer maquiavélica. A mí me lo daban todo hecho. ¿Lo entiende? El amor fue la causa de todo. Los compañeros que cooperaban conmigo están todos muertos. ¡No conozco a nadie más!
Esto lo cuenta Petit en su libro Espies Catalans, cuya primera edición es de 1988 y que me he permitido traducirles del catalán. El libro incluye un capítulo sobre La Blonde, tres páginas solamente y, salvo lo de la llamada, no hay nada nuevo sobre el caso, que por lo tanto queda abierto. Quizá alguien que lea esto pueda aportar más información sobre esta misteriosa rubia de la cual, como el propio Petit, me he quedado prendado. De lo que sí tenemos constancia documental es de los mensajes de intoxicación que apuntaban hacia una ofensiva republicana por el sector de Tremp, y que esta impostura se mantuvo durante dos meses, lo que ya es un éxito para la labor de cualquier espía doble. El historiador que quiera, según indica Petit, contrastar lo aquí escrito, sólo tiene que dirigirse a los archivos del Servicio Histórico Militar en Madrid. Exactamente al armario 4, legajo 240 de los informes de las divisiones de combate dirigidas por el SIPM.
En un principio, desde 1936 a 1938, La Blonde espió para los fascistas – la calificaban de “entusiasta y fiel” -, pero luego cambió de bando. ¿Por amor? Pues parece que estas eran las motivaciones si tenemos que creer la llamada anteriormente referida. Imposible, por el momento, determinar otras causas. Lo cierto es que Barcelona sufrió diversos bombardeos navales y aéreos por parte de las fuerzas nazis alemanas y las fascistas italianas, aliadas de Franco.
Especialmente los días del 16 al 18 de marzo de 1938, más de 12 ataques espaciados entre 41 horas dejaron caer 44 toneladas de bombas sobre la población civil indefensa. Se calcula que murieron, entre 1937 y 1939, 2.500 personas, entre ellas varios niños. Como pasara en Guernica, la Legión Cóndor alemana y L’Aviazione Legionaria italiana utilizaron estos objetivos como campo de pruebas. Quizá en uno de estos bombardeos murió, como se afirma en la llamada telefónica, el agente de SIM republicano que sedujo a La Blonde o, lo que es más probable, que se horrorizara ante los bombardeos de población civil por parte de fuerzas extranjeras que, irónicamente, defendían a los llamados “nacionales”.
Hasta aquí he podido llegar. Les confieso que llegué a pensar que era una historia inventada. Espero que alguien, algún día, le ponga nombre y apellidos a esta mujer. Me quedo con que el amor, pese a todo, puede ser una motivación que mueva a la gente entre tanto horror.
-Imagen de portada: Verónica Lake
Nota: Si tienen alguna información les agradecería que nos lo comunicara lqsredaccion@gmail.com Gracias.
Más artículos del autor
* LQSomos en Red