La Constitución monárquica, intocable. Zapatero tiene miedo

La Constitución monárquica, intocable. Zapatero tiene miedo

Y con razón. Porque la cosa tiene su intríngulis, que diría aquél. Si  tocas a la enferma, con la osteoporosis que padece la pobre después de treinta años de una alimentación muy rica en proteínas (las comilonas del Borbón son muy ricas en ellas) y muy pobre en calcio (su majestad no bebe leche, sólo Vega Sicilia en cantidades respetables), puedes romperle las caderas o desencuadernar su esqueleto. Y si no la tocas, como parece haber decidido él solito en representación de los cuarenta y cinco millones de españoles el ya un poco cansino ZP, el sistema, es decir, el post franquismo juancarlista gestionado en estos momentos por el antes feliz y ahora triste hombre de las cejas cincunflejas, corre el riesgo de que, acartonada, vieja y desfasada como está, acabe por estallarle en las manos cual asesina bomba de racimo lanzada sobre La Moncloa por alguno de los últimos y vetustos bombarderos estratégicos B-52 del “patocojo” Bush. Es decir, como una traca de múltiples explosiones socio-políticas desconocidas en este país desde los tiempos en que Franco, lelo ya por los años y con su Parkinson a cuestas, intentaba sobrevivir a la marea social a golpe de “grises”.
          
Zapatero, desde luego, ha hablado alto y claro. No quiere tocar la Constitución borbónica (es mala y está desfasada pero puede servir todavía, ha venido a decir) porque está cagado de miedo ante lo que le viene encima por vía económica. Y como no es tonto y conoce aquello tan socorrido de “en tiempos de tribulación no hacer mudanza”, no está dispuesto a meterse en el corto plazo en un berenjenal constitucional de resultado incierto, con Rajoy echándole el aliento en el cogote y con millones de ciudadanos españoles pegándose todas las madrugadas ante las oficinas del paro para intentar sobrevivir en los meses venideros.

Prometió reformarla, es cierto, pero las circunstancias han cambiado y mandan mucho. Normal, dirán algunos, sobre todo sus adláteres socialistas capitaneados por el lugarteniente Blanco y la sonrisa blanca del Régimen, la gentil y madurita top model de Vogue, señora o señorita De la Vega. Pero cuidado ZP que esta legislatura tiene mucho peligro. Está maldita y aún puede traerle muchos dolores de cabeza como presidente del Ejecutivo, después del abrazo del oso que le dio el pueblo español en marzo de este año. Y no sólo por la crisis económica, que usted minimizó en aras de conseguir nuevamente la poltrona del poder, sino también por las sorpresas políticas y sociales con las que se puede usted topar a lo largo de los tres años que aún tenemos por delante. Estamos en época de cambios, la vida humana no es eterna y si la naturaleza, por una de esas piruetas del destino, obedece con prontitud al diputado de la Ezquerra, señor Tardá, y envía al Borbón al pudridero de El Escorial (los republicanos españoles también podríamos hacerlo, pero no cabe duda de que habría mucha gente que no vería con buenos ojos lo de montar una guillotina en la plaza de Oriente) esta Constitución inmaculada del 78, que nadie se atreve ni a pellizcar no sea que se caiga, le va a servir de muy poco para controlar el tsunami social que la desaparición física del heredero del dictador a título de rey puede desatar en todo el territorio nacional. Porque el gran problema que este país viene arrastrando desde hace tres o cuatro siglos no se solucionó para nada en noviembre de 1975 con el relevo de Franco por su acólito, el antiguo cadete Juanito, vestido de capitán general de película yanqui. Para nada. En aquellos dramáticos momentos el pueblo español era otro, estaba presa del pánico, los militares mandaban mucho y los políticos eran o unos vejestorios con ganas de labrarse una pensioncilla decente o unos niñatos con ansias de tocar poder. Entre todos se las ingeniaron para parir “la modélica” que ahora acaba de cumplir treinta años y conseguir que la votara una mayoría de ciudadanos, sin rechistar y, por supuesto, sin habérsela leído. Pero ahora los tiempos son otros, el pueblo no tiene miedo, está harto de políticos tragones y financieros especuladores y sólo espera el momento oportuno para echarse a la calle a preguntar “por lo suyo”.
          
Y al hilo de lo que acabo de exponer, me gustaría darle un consejo, señor Zapatero. Creo que puedo dárselo pues ya sabe usted eso de  que la experiencia es un grado y el que esto escribe, modestia aparte, tiene bastante: por ejemplo, y sin ser exhaustivo, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, cuando usted todavía no había nacido, ya andaba por Ifni pegando tiros y jugándose la vida por este país; y más tarde, en 1990, tuvo que aguantar las iras (y la represión) de su correligionario Narcís Serra y de sus generales franquistas, que lo metieron en prisión por querer quitarle las uñas al Ejército del dictador (la mili obligatoria) transformándolo en uno profesional y voluntario, más propio de un país moderno y europeo. Del  que ahora ¡qué cosas! se siente muy orgullosa su marimandona ministra de Defensa, la señora o señorita Chacón.
        
Pues bien, señor ZP, ahí va el consejo que, con toda seguridad, no le dará jamás ninguno de sus numerosos asesores monclovitas con derecho a Audi y a sueldo millonario: Para un dirigente, nunca ha sido buena la táctica del avestruz, que los estrategas relegamos para cuando todo está perdido y sólo se espera la desgracia final. Los problemas de mando, de dirección, de conducción (como dicen los profesionales latinoamericanos), los desafíos políticos y sociales, las encrucijadas de caminos (sobre todo si son históricas)… se deben encarar pronto, sin miedo, sin dilación y sin nerviosismo, después de un análisis exhaustivo de todas las  hipótesis que los expertos puedan prever, incluidas la más probable y la más peligrosa, Y buscando las mejores soluciones para cada una de esas hipótesis. Pero lo que nunca debe hacer un líder, un dirigente político, un gestor empresarial o un general en jefe, es… no hacer nada y esperar a que el tiempo (que es cierto que a veces soluciona los problemas pero casi siempre mal) le indique el camino a seguir o la decisión que debe adoptar. Eso siempre, siempre, siempre… lleva al fracaso más absoluto.
        
Pues usted, señor Zapatero, en contra de lo que le acabo de aconsejar, parece haber elegido, en el tema de la reforma de la Constitución monárquica que estos días ha vuelto a saltar a la opinión pública, el peor de los caminos posibles. Ha decidido no hacer nada, esperar a un consenso político que nunca llegará o a que el destino se alíe con el señor Tardá y entre ambos precipiten los acontecimientos. Pero la Constitución del 78, que todos estos años ha servido, es cierto, como instrumento de un régimen ciertamente imperfecto (el juancarlista), del mismo modo que los Principios del Movimiento Nacional dieron cobertura durante cuarenta años a la feroz dictadura que lo precedió (y del que es heredero), está muerta, empieza ya a oler y no le va a servir para resolver los graves problemas que como presidente del Gobierno se puede usted encontrar en el corto plazo.
        
Pues si un día de estos, el actual jefe del Estado, con la consiguiente alegría del diputado Tardá y, seamos sinceros, de algunos millones de españoles, amanece frío en su regio dormitorio y hay que llevarlo con presteza y sobre un armón de artillería a El Escorial, no piense usted ni por un momento que el pueblo español vaya a admitir otra payasada institucional como la del 22 de noviembre de 1975 en el Congreso de los Diputados, con el Borbón (éste, no el pobre Felipe V que hace muchos años que está en los huesos) jurando las consignas franquistas ante el falangista Rodríguez de Valcárcel y cambiando perjurio por corona. No, no lo crea, en absoluto, porque puede llevarse un gran disgusto. El año 1975 ha quedado atrás, perdido ya en la historia profunda de este país y si usted, apoyado ¡como no! por el otro partido mayoritario, el PP de Rajoy, piensa un solo segundo que la escenita del Congreso puede repetirse, esta vez con el porno/trabajador Felipe de Asturias desempeñando el papel de nuevo rey, y por ello maldita la prisa que tiene en meterle mano a la ley de leyes que parieron unos cuantos políticos acomodaticios que en estos momentos se caen de viejos, ya se lo decía antes, la bomba de racimo sociopolítico le puede estallar en las manos a usted y a su amigo Rajoy. Y la marimorena consiguiente: la madrileña, la catalana, la  valenciana, la sevillana… etc, etc, puede hasta dejar en mantillas a la “revolución anarquista” que estos días arrasa Grecia entera. Y es que la juventud está harta y quiere cambios. Que ustedes los políticos, encastrados en las poltronas del poder, no parecen dispuestos a conceder.

Todo esto que le digo, señor presidente del Gobierno, no es ninguna amenaza, ni un mal fario, sólo prospectiva histórica. Y de la buena.

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