La cumbrecita paraguaya
¿Pero cuando dejará este buen hombre de hacer el ridículo? ¿Cuando dejará de ir por ahí, por cenas, desfiles y cumbres internacionales, y nada menos que representando a España, dándose trompicones como un nonagenario beodo con evidente riesgo de darse un ostión regio a las primeras de cambio? ¿Pero por qué no se quedará aparcado en su madrileña choza palaciega hasta que su pata de palo (la derecha) y su heroico tendón troyano (el izquierdo) alcancen de una puñetera vez la operatividad necesaria que le permita desfilar por todos estos eventos, a los que se apunta continuamente con evidente “animus jocandi”, no ya con la marcialidad de un teniente de La Legión (con cabra, por supuesto) pero sí por lo menos con la del “mártir Rubalcaba”, que con sus sesenta tacos a las espaldas no sabe lo que es descansar el pobre buscando con ahínco el infarto miocárdico/ictus cerebral que le libre de la pesada cruz que el ingrato PSOE ha cargado sobre sus venerables espaldas?
¿Pero es que este alto y preclaro ciudadano español, de ancestros gabachos, no se ha dado cuenta todavía de que con su andar vacilón, sus continuos y muy personales ¡Coño, que me caigo! y con la cara de úlcera gastroduodenal semiperforada que porta, está contribuyendo a que el españolito de a pie, que lo ve sufriendo a través de su televisor, aumente muchos grados cada día la sutil (profunda, que se decía antes) depresión que arrastra desde que ZP, hace ahora aproximadamente un año, convirtió a este país en un nuevo protectorado alemán y en el estercolero financiero de Europa, según el chuleta presidente Sarkozy?
Bueno, amigo lector, aunque no lo haya dicho, que no lo he hecho, seguro que usted, por muy indignado y deprimido que esté (que lo está), sabe de quien estoy hablando ¡Faltaría más! ¡Pues claro hombre! ¡Claro que sí! De quien va a ser, pues de nuestro bien amado y divino monarca (de nuestro amado líder, que dirían los chinos pobretones del pasado o los norcoreanos de ahora), el rey Juan Carlos I, quien creyéndose (como antes se creían Napoleones los típicos y tópicos internos de los ahora llamados “Centros de rehabilitación psicosocial” y antes simplemente manicomios) un nuevo y globalizado Felipe II, Emperador de las Españas (cojo como él pero de gota no de darle a las tablas en Baqueira Beret) anda por ahí organizando cumbrecitas regionales de mandatarios de antiguos países vasallos del Imperio a las que ya nadie quiere ir y que acaban, como la muy reciente paraguaya, como el rosario de la Aurora, con más de la mitad de los invitados dándole un corte de mangas al nuevo emperador de la muy arruinada y desprestigiada España y diciéndole, bajito, eso sí, que en el futuro, empezando por la próxima de Cádiz, se meta estos mini jolgorios institucionales por… “el cono sur” (iberoamericano, se entiende).
¿Y por qué, me pregunto yo y seguro que usted, amigo lector, también, este desacato institucional sin precedentes en las históricas relaciones de la madre patria con sus hijas políticas emergentes? Pues por determinadas y fundadas razones objetivas. Porque España ya no es lo que era, de Imperio tiene más bien poco (el Imperio de hoy es americano y el de mañana será chino) y en lo único español en lo que a estas alturas no se pone el sol es en su Deuda Soberana (distribuida por todo el mundo), en su pufo bancario (la Merkel ya nos ha calado), en su corrupción generalizada (preferentemente, la política, con unos representantes del pueblo que antes de jurar sus cargos deben realizar un master superior de mangancia) y, sobre todo, en su monstruoso paro laboral estructural y sobrevenido (cinco millones de unidades) en el que no nos tose nadie. Y, por supuesto, en su crisis, en su crisis asesina y cruel que, misteriosamente, mantiene todavía a los sufridos ciudadanos de este país pegados al televisor en lugar de empujarles a La Castellana con los palos, los cuchillos jamoneros y los azadones revolucionarios de rigor. ¿Por cuánto tiempo? ¡Ah!
Pero la verdad, amigos, es que esto no puede (o no debe) seguir así. Esto es de juzgado de guardia. Este pseudo emperador borbónico que por orden de Franco mantenemos todavía en La Zarzuela, hecho una pena física y moral, no puede ir por ahí, por su imperio virtual, gastándose alegremente el dinero de todos los españoles. Porque, supongo que nadie en su sano juicio en este país se creerá, por muy de derechas que sea y por mucho que a día de hoy tenga ya formalizada su papeleta a favor del “mesías Rajoy”, que estas reuniones folklóricas iberoamericanas las paga el país que le toca organizar anualmente semejante coñazo colonial. De eso nada, monada. Las paga, quien las tiene que pagar. El país del amado líder a quien se le ocurrió en su día la peregrina idea y que se lo pasa bomba degustando los ricos y variados manjares de la respectiva región y saludando a diestro y siniestro, entre apabullantes risotadas, a los cada vez más escasos mandatarios que se prestan a este demencial juego.
Decía hace un momento, y creo que con razón, que este dispendio inútil de las cumbres iberoamericanas es de juzgado de guardia en una época de crisis como la que padecemos los españoles en la actualidad, con millones y millones de ciudadanos que no saben lo que es comer caliente a partir del 15 de cada mes. Pero claro, eso podría ser así si estuviéramos hablando de algún pobre mortal, aunque fuera ministro e, incluso, presidente del Gobierno de la nación, pero nos estamos refiriendo ¡ojo al dato, español que vives, y te lo crees, en un Estado democrático y de derecho! a un ser divino. Rey y divino (¡Toma ya! Así no se las ponían ni a Fernando VII) Por mor de una sacrosanta y modélica Constitución (redactada, por especimenes políticos de la talla de ese “profe” Barba que chochea ya a placer) que podría haber visto la luz sin ningún rubor en tiempos de los vikingos/visigodos y que, entre otra lindezas, reconoce la figura de este campechano rey todoterreno que nos regaló Franco como “inviolable y no sujeta a responsabilidad alguna”. O sea traducido al román paladino esto quiere decir que si a este Borbón de última generación que ocupa en la actualidad la Jefatura del Estado español un día se le cruzan los cables (que por cierto, los tiene ya bastantes picados), sodomiza (es un decir, ya sabemos todos que no está para esos trotes y casi para ningún otro) a media España después de huir de palacio y clavarle un estilete de oro en el pecho a su santa esposa y, posteriormente, insulta y les roba la cartera a la otra mitad de sus súbditos… ningún juez de este mundo, incluidos los del Tribunal Penal Internacional que fuman en pipa, podría acusarle de nada. Como mucho recomendarle que fuera más prudente e hiciera esas cosas, que por supuesto puede hacer, con más templanza y, desde luego, sin publicidad y procurando guardar el protocolo.
De todas formas, a pesar de la personalidad divina de nuestro egregio personaje algo habrá que hacer. Si ya no puede con su regia humanidad, si está cojo, si está de lo más torpe, si va por ahí agarrándose a los escoltas, si le sobran los kilos, si el uniforme militar le sienta ya como a un santo dos pistolas y, encima, va por ahí gastándose en juergas institucionales la poca plata que nos queda a los españoles en el bolsillo, las Cortes Españolas (aunque ahora están de vacaciones, como casi siempre) deberían intervenir de oficio. ¿No existe acaso en nuestra Carta Magna un artículo que dice que si el rey no puede cumplir con sus obligaciones institucionales (con decoro, se sobreentiende) Las Cortes pueden inhabilitarlo para el cargo? Pues ¡hala! a hacerlo. Que sus señorías dejen de imitar a los cinco millones de desocupados forzosos de este país (ellos no lo son y además cobran un pastón) y que nos liberen de una vez a los ciudadanos que pagamos nuestros impuestos de este sin vivir ante el televisor: ¡Ay, que se cae! ¡Ay que no, que se coge a esa señora (en el sentido hispánico ¡eh! no en el criollo)! ¡Huy, que tropieza con ZP! ¡Coño, ya está bien de tanto sufrimiento televisivo con este “torpe de los tendones” regio que, encima, se gasta nuestros dineros en francachelas iberoamericanas! Este señor no puede ir por ahí haciendo el papelón de “rey cojo” y “jefe del Estado tontorrón”. Es que ya por muchos barrios de Madrid y del resto del virreinato Aguirre van surgiendo porras a ver quien es el que más gana con el previsible y telegénico “ostión regio”.
¿Pero no hemos quedado en que este en el que malvivimos en la actualidad un Estado democrático y de derecho? Pues si lo es (yo la verdad, arrastro desde hace años una duda metódica que me corroe el alma) actuemos como tal y que esas Cortes Españolas, después de inhabilitar al jubilata borbónico de La Zarzuela, de andar manifiestamente mejorable, que convoquen elecciones para proveer democráticamente el sillón de la primera magistratura de la nación. Sin dedazos de ninguna clase y mucho menos de un dictador sanguinario. No vaya a ser que nos quitemos de encima al torpón “Juanca el Primero” y después nos metan doblado (porque es muy largo el joven, no por otra cosa), también por vía digital, a su vástago, el príncipe asturiano, que según la prestigiosa revista sociopolítica “El Jueves” se pasa la vida dándole al pizarrín.
* Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor, historiador.