La Dosis
Dicen, muchos, que todo debe ser -y estar- en su “Justa Medida” sólo que pocos se atreven a definir, con precisión, qué es eso. El de las dosis suele ser un mundo de adivinanzas a mansalva y no son pocos los médicos (generalmente se creen reyes de la dosificación) quienes disparan escopetas cargadas con casualidades y apuestas revestidas con palabrería cientificista. Algunos defienden el arte y la ciencia de la dosis como un saber supremo al que debemos reverenciar a ultranza… aunque jamás lo hubieran estudiado.
Toda dosis, sea de químicos o de paciencia… sea psicológica o sea didáctica, supone que quien la suministra sabe lo que hace. Pero uno nunca sabe. “Dosis la que el medico señale…” ¿Cuándo algo, o alguien, es suficiente y cuánto es suficiente… durante cuánto tiempo y dónde?. ¿Qué dosis de información es necesaria, cómo debe administrarse para que sea suficiente? ¿Qué cálculos hay que hacer para evitar excesos o cortedades y entregar lo que se requiere (a cada quien según sus necesidades y de cada cual, según sus capacidades) y que con eso se resuelvan realmente los problemas?. Escuché decir a un médico que el conocimiento del “mapa genético” humano, entre otras cosas, modificaría sustancialmente todas las fórmulas de la farmacopea conocida. ¿Ocurrirá, guardadas las proporciones y distancias, lo mismo en todas las áreas del conocimiento, una vez que descubrimos la voracidad del capitalismo que niega a la mayoría lo que le es necesario para embriagarse él en la abundancia de lo que ha robado?
¿Qué dosis es necesaria en cada caso si, en la cantidad como en la calidad, lo que a unos cura a otros envenena? La lógica de las dosis suele estar anclada a los promedios, a las generalidades y las estadísticas. Suele padecer la influencia de la lógica del mercado. Salvo muy pocos casos, en los que prima gran rigor científico, se puede saber con exactitud las dosis que se requieren para una persona, para un grupo social o para un fenómeno meteorológico. El arte y la ciencia de la dosis es obra de un ejercicio metodológico cada vez más complejo y demandante. Quien emite dictámenes y con ellos dosis de cualquier cosa, para incidir en un plazo concreto con resultado concreto, debe tomar conciencia plena por sus aciertos y por sus errores. No hay espacio para juegos irresponsables. Vale esto para galenos, letrados, estudiantes, cocineros, psicólogos, filósofos o curas… que quizá, si no se cuidan, reciban una “sopa de su propio chocolate”.
La ciencia -y el arte- de la dosificación nos exige herramientas metodológicas y marcos teóricos avanzados cuya base material y dialéctica entienda que hoy es imposible indicar dosis sin comprender las leyes generales del movimiento que rigen para el universo todo y para los fenómenos específicos de que se trate. Prueba letal para dogmáticos.