La falacia de decir “yo no soy independentista”
El Financiero de El Garaje. LQSomos. Noviembre 2017
Está muy de moda entre personas que se dicen de izquierdas decir “yo no soy independentista” para a continuación proponer tal o cual solución a la crisis que está viviendo el estado español.
Decir que uno no es independentista significa, ni más ni menos, que razona en el marco de la actual configuración del estado español. Es una especie de premisa. ¿Por qué no decir “yo soy europeísta” y preguntarse después qué forma tomaría Europa, que podría ser la de los estados nación (la actual), la de las regiones o cualquier otra forma? Eso significaría que el marco de referencia sería una Unión Europea (y no España).
Razonar en términos de “no ser independentista” es ser nacionalista español, sea uno del PP, del PSOE, de Podemos o de lo que sea. Porque para todos ellos el marco conceptual es España. Están en contra de las fronteras, pero quieren mantener las del actual estado español.
Los “no independentistas” lo van a tener cada vez más difícil, y no por cuestiones ideológicas, sino de puros números. Basta con considerar que en Catalunya tras la recaudación fiscal corresponderían 2.298 euros a cada habitante, mientras que, por ejemplo, en Extremadura serían 1.482. Tras los repartos fiscales y la alquimia autonómica, en Catalunya quedan 2.075 euros por habitante y en Extremadura la cifra sube a 2.572 euros.
Aparte de Madrid, que aporta 16 mil millones de euros, pero que se beneficia de los enormes privilegios económicos que da la capitalidad, las regiones que aportan (y, por lo tanto, tienen un saldo negativo) son: Catalunya (9 mil millones), Baleares (mil quinientos millones) y Comunidad Valenciana (casi lo mismo que Baleares).
Y las que reciben son, entre otras, Andalucía (6.100 millones), Extremadura (2.700 millones), Castilla La Mancha (2.400 millones) y Castilla y León (4.600 millones).
Adivinen dónde es más fuerte el fervor por la unidad de España.
El problema del Estado de las Autonomías es económico, no político. La revolución catalana tiene un componente de base económico, al igual que el renacer de las reivindicaciones valencianas. La manifestación del pasado sábado en Valencia ha sido absolutamente transversal, desde los sindicatos a la patronal, pasando por todos los partidos políticos (menos el PP). Se sienten agraviados porque, además de tener una renta per cápita 12 puntos por debajo de la media del estado, resulta que son contribuyentes netos.
A Catalunya se le están uniendo la Comunidad Valenciana y Baleares, que además tienen vínculos históricos y de lengua. Euskadi se mantiene a la espera, pero todo el mundo sabe que su apuesta va a ir por otras formas (otro estatus, dicen) en un marco europeo. Que espabilen los “no independentistas”.
Hace ya más de dos años que el Estado de las Autonomías ha entrado en barrena. No es sólo Catalunya. Recuerden que hubo que repetir elecciones generales y que estuvimos más de seis meses con un gobierno en funciones. Ahora, la histórica manifestación de Valencia aporta nuevas dosis de algo que va a ser letal para el régimen del 78, y es que la injusticia fiscal y la falta de inversiones aparecen cada vez más ligadas a la corrupción. Aumenta la toma de conciencia de que toda esa alquimia ha servido fundamentalmente para alimentar la corrupción. Por eso no es de recibo que los “no independentistas” nos hablen de solidaridad. Que nos expliquen, si pueden, por poner un ejemplo, dónde han ido muchos de los millones que han llegado a Andalucía, que vive una situación desastrosa en Sanidad y en Educación.
Que el Estado de las Autonomías haya entrado en una profunda crisis no quiere decir que los cambios vayan a ser fáciles ni rápidos. Tampoco van a ser tranquilos, pero los que tienen alguna edad ya saben cómo son estas cosas. Ya las conocieron con el final del “régimen anterior”.