Militares de la Fuerza Regional de Paz se apuntan al saqueo del Parque de Virunga en el Congo

Militares de la Fuerza Regional de Paz se apuntan al saqueo del Parque de Virunga en el Congo

Por Julián Gómez-Cambronero Alcolea*.

El Parque Nacional de Virunga, en la República Democrática del Congo (RDC), es una de las muchas joyas que posee África. A la par, sufre sistemáticamente el saqueo de sus recursos naturales con el consiguiente desastre para los ecosistemas, fauna y flora que alberga y para el medio de vida y energético de muchas personas. Comunidades empobrecidas, furtivos y grupos armados lo ocupan y saquean, pero además, una investigación a la que hemos tenido acceso señala a un nuevo actor en la depredación del Parque: militares ugandeses de la fuerza regional de paz que ocupan la zona para llevar la paz a las decenas de miles de personas que la habitan y a las muchísimas otras que tuvieron que huir por la rebelión del M-23

El Parque Nacional de Virunga, situado en el Este de la RDC alberga en sus cerca de 8.000 kms2 casi todo lo que la naturaleza puede ofrecer: pantanos, planicies de lava, cumbres nevadas, estepas, bosques y hasta dos volcanes, hipopótamos, gorilas de montaña… En sus ricos ecosistemas se refugian hasta 44 especies en peligro de extinción, da trabajo a más de 11.000 personas, produce casi toda la energía que consume la populosa ciudad de Goma… Pero a su alrededor campa sin control la miseria y la violencia. Y más allá de lo regulado, el resto de su riqueza es saqueada, también sin control, todos los días.

El principal tesoro que se extrae ilegalmente es la madera. Pero también muchos de sus árboles se convierten en carbón vegetal, a lo que hay que añadir la extracción de piedra caliza y arena y la pesca y caza furtiva –con la que además de carne se obtiene marfil-. Esta riqueza en medio de tanta miseria atrae a todo tipo de gentes.

Por un lado comunidades locales empobrecidas y desplazados de las guerras recurrentes en el Este congoleño, muchas veces sin más alternativa para sobrevivir, dispuestos unos y otros a cualquier trabajo que puedan encontrar: transportar sobre sus cabezas y espaldas sacos de carbón vegetal, trabajar en las talas, sacar la madera ilegal en sus motocicletas. La mano de obra se compone sobre todo de niños, niñas y mujeres por lo que la violencia sexual hacia ellas, una vez más, es una carga de sufrimiento añadido y garantizado. El alistamiento o reclutamiento en los grupos armados es otra “salida” para los niños.

A la deforestación y la muerte de animales que destruye ecosistemas y hábitats se une una anárquica diseminación de granjas y poblados mientras políticos y militares congoleños no son ajenos a este pertinaz saqueo, del que participan directamente o siendo beneficiarios de las ganancias de la depredación. Pero con todo, hay algo peor aún: los grupos armados que sobreviven o se financian con la caza furtiva, las talas, el carbón o la extracción de piedra caliza, convirtiéndose así el saqueo del Parque Nacional de Virunga en combustible para el sinfín de conflictos armados, violencia y masacres que hacen que la población del Este congoleño no pueda saber si seguirá viva al día siguiente.

Mai-mai –grupos armados locales que pelean contra otros o entre sí-, las FDLR –hutus ruandeses herederos de los autores del genocidio- o el M-23 –tutsis congoleños apoyados por Ruanda- entre otros, ocupan y explotan los recursos del Parque con un tácito reparto de su territorio, pese a odiarse a muerte. Frente a ellos, la sociedad civil, periodistas y defensores de la naturaleza son completamente vulnerables pese a la existencia en Virunga de un cuerpo de ecoguardas que paga sistemáticamente con su vida su defensa de ecosistemas y animales: unos 200 han sido asesinados en lo que va de siglo en emboscadas y ataques por furtivos o rebeldes, un altísimo pago que cuesta asimilar desde aquí.

Pero si todo esto era poco, un nuevo actor, se ha unido a los depredadores de Virunga. Lo conocíamos hace unos días, leyéndolo en diversos medios congoleños donde se citaba una investigación realizada por un grupo de organizaciones ecologistas que, como hemos visto, con riesgo cierto de un altísimo precio, lo habían publicado y enviado al propio presidente de la República, Félix Tshisekedi y organismos nacionales e internacionales de conservación de la naturaleza. Los propios autores del informe, una coalición de 14 organizaciones ecologistas, nos facilitaron el informe de la investigación sobre la que escribimos este artículo.

Hagamos un poco de Historia

El Movimiento 23 de Marzo (M-23) que citábamos antes, es un grupo armado congoleño formado principalmente por miembros de la etnia tutsi que vivían refugiados en la fronteriza Uganda. A finales del año 2021 volvieron a la lucha, evidentemente apoyados por el régimen tutsi de otro peligroso vecino de la RDC, Ruanda, y en los meses posteriores iniciaron una victoriosa ofensiva contra el Ejército congoleño que les hizo apoderarse de grandes extensiones en la provincia de Kivu Norte y los puso a las puertas de su capital, Goma, provocando la huida de un millón de personas, corriendo con lo puesto para salvar su vida. La intervención de los países vecinos, la Comunidad de África Oriental llegó a acuerdos para desmovilizar y acantonar a los rebeldes, de manera que una fuerza de paz, integrada por militares de Kenia, Uganda, Sudán del Sur y Burundi, ocuparía los territorios que abandonarían los rebeldes del M-23. Como adelanto decir que el M-23 ni se ha desmovilizado ni retirado y sigue activo y combatiendo pero, eso sí, las “fuerzas de paz”, convertidas casi en “fuerzas de ocupación” se instalaron sine die en parte de la provincia de Kivu Norte, que se repartieron. Quien conozca la Historia del Congo sabe que siempre que esto ha ocurrido los ocupantes han saqueado los territorios ocupados y, por lo que ahora se está viendo con respecto al Parque de Virunga y el contingente ugandés, así está siendo.

La citada investigación, De la corruption, du pillage et trafic illicite des ressources naturelles du Parc National des Virunga, documenta exhaustivamente la participación de militares ugandeses que sacan los recursos robados en camiones y los trasladan a Uganda a través de la ciudad congoleña fronteriza de Bunagana, que fuera cuartel general de los rebeldes del M-23 y hoy controla el Ejército ugandés dentro de los acuerdos citados. De esta manera nos enfrentamos a varias paradojas: que una fuerza extranjera instalada en suelo congoleño para ayudar a la pacificación de la zona y a la vuelta de los cientos de miles de personas que huyeron de sus hogares se convierte en un delincuente más de los que roba los recursos del pueblo al que debían proteger y que el Parque Nacional de Virunga, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es en realidad patrimonio de ladrones, principalmente uniformados, regulares o irregulares, e incluso representantes de naciones que, como Uganda, protegen el patrimonio natural de los parques ugandeses mientras destruyen el de sus vecinos.

* Congo en español. @CongoActual

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