La hoguera
A Javier Krahe, el irredento cantautor de la sátira, lo juzgarán los jueces en estos días de primavera por “ofensas a los sentimientos religiosos”. La fianza inicial asciende a 192.000 euros.
Una organización católica le acusa por un cortometraje de 1978, donde se enseñaba a cocinar un Cristo al horno. Esta receta se pasó por el programa de televisión “Lo más plus” en 2004. Ya ha llovido, pero para el rencor no hay fechas, ni relojes, ni calendarios. Es algo permanente, pero que contrasta con lo que predica la religión cristiana.
Los españoles son unos extraños incrédulos de la fe que se han sumado, con vísceras teñidas de azul, al recambio celestial del 20-N. Desde entonces celebramos a Masoch y hemos llegado a Moloch. Caídos de la sartén al fuego, por frivolidad.
La religión y sus sacristanes son catecúmenos de lo trascendental. Su guerra de fondo es contra el sentido del humor y el relativismo laico que genera insumisiones, articula la duda razonable y fabrica píldoras abortivas. La hoguera, cualquier tipo de hoguera, es su herramienta inquisitorial por excelencia. "La hoguera tiene un qué sé yo…" canta Krahe.
Durante los cuarenta interminables años del caudillo por la gracia de Dios, Francisco Franco bajo palio, acostumbraron a los españoles a vivir en un limbo cívico. Por nuestra mala memoria, ahora los herederos del dictador nos han acantonado en el purgatorio. Todavía cabe una escolástica resurrección del infierno.
En esta pegajosa bechamel de la inopia, los cronistas de la realidad en abreviatura son ora Dante Alighieri ora Ramón María del Valle-Inclán.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"