La información como obligación ciudadana
Dice el artículo 20 de la Constitución española que los ciudadanos tenemos derecho a recibir libremente cualquier información veraz por cualquier medio de comunicación. Este derecho, como el del trabajo o de la vivienda digna no pasan de ser utopías dictadas por un mudo a un sordo y escritas con tinta invisible sobre papel mojado. En realidad, habría sido lo mismo que la Constitución incluyera un artículo que reconociese a los españoles el derecho a soñar con vivir en la Luna, habría tenido el mismo efecto. Y no falta quien tiene por bueno que la vida consiste precisamente en eso.
Pero así como la Constitución recoge derechos y obligaciones, entre otros, de los ciudadanos, muy bien podría recoger, no ya el derecho a recibir información, sino la obligación de estar informado. Así como existe una regulación para la enseñanza obligatoria, debería existir una regulación para la información obligatoria.
Para muchos, estar informado no solo es trabajoso, sino hasta aburrido. Para muchos, estar informado es algo que hacen “los que tienen tiempo”, “los expertos” o cualquier otro menos uno mismo. Más tarde, cuando esos “que tienen tiempo”, o esos “expertos” o esos “cualquiera” se han tomado la molestia de informarse, moldean y transforman la información en opinión y la vierten como cera caliente sobre las mentes de quienes rechazan voluntariamente estar informados, formando sobre su corteza cerebral una capa de información, a veces demasiado gruesa, que infunde en el ciudadano la convicción de estar informado de forma veraz, cuando en realidad esa capa contiene más de opinión y de ocultación parcial de la información que de la información misma. No es pues, en esencia, información lo que tiene la mayoría de la población; y resultando que esa capa de psuedo-información es impermeable, el ciudadano resulta inasequible a otras informaciones, tal vez más veraces.
Este proceso suele darse con mayor frecuencia entre los consumidores de los productos fecales de los medios de comunicación masivos. Los grandes medios alcanzaron un prestigio por la difusión obtenida por sus publicaciones, y no tanto por la veracidad de sus contenidos. Este prestigio proporcionó más consumidores y estos más prestigio al medio. Es decir, se crea un círculo vicioso que no tiene sustento por sí mismo entre prestigio-clientes-prestigio, es una burbuja informativa absolutamente vana que hay que rellenar para que no se venga abajo como un soufflé, el único problema es que el relleno suele tener como principal ingrediente la opinión.
Despierte el ciudadano y ejerza su derecho a estar informado cumpliendo con su obligación de estarlo, busque la verdad y fórmese su propia opinión. Esto es comparable a estar buscando en la basura, y a veces durante horas para encontrar un mendrugo medio decente, pero nadie dijo que estar informado fuera fácil. Antes al contrario, estar desinformado es lo más fácil del mundo, déjese llevar, déjese mentir por unos y otros, si no busca, al menos podrá ser feliz en su ignorancia e inoperancia.
Ya sabe, si es fácil no es información, si le llega a usted sin esfuerzo, no es información, si apenas le consume tiempo, desconfíe, la flor de la verdad no florece en cualquier jardín. Usted debe tomarse la información como obligación ciudadana, si no lo hace, no se queje de lo que le cuenten.
* Víctor J. Sanz. Escribir es estar siempre al borde de la vida