La liberación de Pablo González

La liberación de Pablo González

Por Teresa Aranguren*

El proceso a Pablo González ha quedado archivado y él ha sido liberado sin cargos tras dos años y cinco meses encarcelado preventivamente a la espera de juicio

Primera foto en libertad

Y es precisamente esta frase “a la espera de juicio” una de las claves de su inclusión por sorpresa, ni su abogado ni su familia supieron nada hasta el momento de su puesta en libertad, en la lista de presos intercambiables entre Rusia y EEUU. Dos años y medio a la espera de juicio y la perspectiva de continuar así “indefinidamente”, la legislación polaca no pone límite a la prisión preventiva, porque lo último que quería la fiscalía polaca era “ir a juicio” sin tener una sola prueba que avale la acusación de espionaje. Y no será por falta de tiempo, 29 meses es tiempo de sobra para buscar y hasta elaborar esas pruebas que, como el bulo de las armas de destrucción masiva por el que se invadió Irak, no se han encontrado porque nunca existieron.

En realidad lo único parecido a una prueba han sido los datos de su especial biografía, ser nieto de un “niño de la guerra” (los hijos de republicanos españoles enviados a la Unión Soviética para librarlos del horror de la guerra civil), haber nacido en Moscú, hablar ruso y sobre todo estar en posesión de dos pasaportes, uno con su nombre ruso y el apellido del padre, Pavel Rubtsov, y otro, español, Pablo González, con el apellido de la madre nacida en Rusia pero hija de un español, niño de la guerra, abuelo de Pablo. En 1991, tras el divorcio de sus padres, Pablo, con nueve años, se traslada con su madre a España donde crece, estudia, se casa, tiene tres hijos y se asienta como periodista freelance especializado en el espacio post soviético. Toda esta circunstancia, especialmente la existencia de los dos pasaportes, quedó aclarada casi desde el minuto uno de su detención, nunca fue algo clandestino, su identidad hispano- rusa estaba oficialmente reconocida tanto en España como en Rusia y era sabido que Pablo o Pavel siempre que viajaba por la zona llevaba consigo los dos pasaportes. Por cierto, no parece algo muy propio de un avezado espía según el perfil que algunos le atribuyen.

Pero, el caso es que una vez aclaradas las sospechas que llevaron a su detención el 28 de febrero de 2022, Pablo González no solo no fue puesto en libertad sino encarcelado en condiciones especialmente duras, 23 horas en una celda sin luz natural, en régimen de práctico aislamiento, prohibición de contacto telefónico o vía internet con la familia, sus dos hijos pequeños han pasado 29 meses sin oír su voz, tan solo tres visitas autorizadas de su esposa, su madre y el hijo mayor en todo ese tiempo… Creo que el ensañamiento de la justicia polaca con Pablo González dejó muy pronto de estar relacionado con la sospecha de espionaje y ha tenido que ver básicamente con el hecho de ser ruso o ser considerado pro-ruso o no ser lo suficientemente anti-ruso que el clima social y político requería. Y tiene que ver sobre todo con la negativa de la fiscalía polaca a dar marcha atrás y reconocer el atropello jurídico que se estaba cometiendo con un ciudadano de la UE. Por lo demás, tampoco había demasiadas presiones al respecto, el ministro de exteriores español, el señor Albares, declaraba una y otra vez que la fiscalía polaca estaba respetando los derechos de Pablo González y, pese a las reticencias que en el seno de la UE despertaba su gobierno de extrema derecha, Polonia se había convertido en una especie de niño mimado de la OTAN, su vanguardia más atlantista frente al oso ruso, un país esencial para el bloque occidental en un mundo de nuevo dividido en bloques. Así que por mucho que proliferasen informes y denuncias sobre la situación de los derechos humanos en Polonia y en concreto sobre la dependencia de su sistema judicial respecto del poder político, ningún gobierno de la UE, incluido el de España, iba a mover un dedo por defender los derechos de un simple periodista de a pie que trabajaba por libre y no contaba con respaldo de ninguna de las grandes corporaciones mediáticas.

Pablo González. Crimea, 2014

Y luego estaban las supuestas informaciones de fuentes supuestamente vinculadas a servicios secretos occidentales de las que algunos, no muchos, colegas se hacían y siguen haciéndose eco, y cuyo objetivo siempre ha sido sembrar dudas sobre la identidad de Pablo González y de paso salvar la cara de la fiscalía polaca. Frases presuntamente incriminatorias del tipo “se sabe que viajó en el mismo vuelo que un miembro del GRU (Inteligencia Militar rusa)” que al poco se convierten en ” viajó con un miembro del GRU” o suposiciones presentadas como hechos probados, “se hizo muy amigo de la hija de un disidente ruso para sacar información sobre los grupos opositores”… Toda un manual de viejas técnicas de intoxicación informativa que se pone en marcha para acallar la voz del periodista cuando lo que importa no es la veracidad de sus informaciones o la inconsistencia de las acusaciones contra él, sino el lugar del tablero geoestratégico en el que lo situamos.

Quizá es el momento de recordar un caso con mucha mayor repercusión mediática, pero con ciertas significativas similitudes, el de Julian Assange. El director de WikiLeaks fue considerado “enemigo de los EEUU” y toda la maquinaria del imperio y sus fieles aliados europeos se puso en marcha para aplastarle; para la mayor parte de la opinión pública mundial, su caso era una flagrante violación de los derechos humanos y un ataque frontal a la libertad de prensa, dos valores supuestamente fundamentales y fundacionales de la UE. Aún así, Julian Assange pasó siete años refugiado en la embajada de Ecuador en Londres y otros cinco en una cárcel de alta seguridad del Reino Unido. Su liberación hace apenas dos meses, lograda también mediante pacto con EEUU que ha retirado los cargos más graves como el de espionaje, no significa un triunfo de la justicia sino un modo de paliar los efectos atroces de la injusticia. Y también revela que en el aparentemente bucólico “jardín europeo” hay rincones oscuros, zonas de sombra donde un ser humano puede ser aniquilado por la implacable maquinaria del poder.

Pablo González tuvo la mala suerte de ser considerado filoruso o simplemente ruso en un momento y en un lugar donde, por razones históricas y otras muy actuales como la invasión de Ucrania, por supuesto, todo lo ruso es sospechoso, todo lo ruso es “el enemigo”. Pero a diferencia de Assange, lo ocurrido con Pablo González ha estado rodeado de silencio, muy poca gente en España y menos aún en Rusia, conocía el caso. Hasta ahora. Ha sido su liberación lo que ha forzado a recordar su detención y su encarcelamiento durante dos años y cinco meses, 883 días en prisión preventiva, a la espera de juicio. Y, como en el caso de Assange, no se trata de un triunfo de la justicia sino un modo de paliar la injusticia. O dicho de manera más prosaica, de solucionar un entuerto. Para el actual gobierno polaco de corte liberal y europeísta, el caso de Pablo González era un legado envenenado del anterior gobierno de ultraderecha, un marrón del que era difícil desprenderse sin agravar sus problemas con el Poder Judicial y otros poderes fácticos afines al anterior régimen.

Parece ser que la negociación en torno a la lista de presos intercambiables entre EEUU y Rusia llevaba más de un año en marcha, pero la inclusión de Pablo González en dicha lista es bastante reciente. Para el gobierno polaco ha sido la solución ideal, el caso de Pablo González ha quedado cerrado sin necesidad de juicio, ni de aportar pruebas, y sobre todo sin tener que aguantar las presiones y denuncias por violación de las garantías procesales y los derechos humanos de un tal Pablo González, que cada vez con más frecuencia iban saliendo a la luz. Tengo la sospecha, pero no información suficiente para afirmarlo, que ha sido a petición o por iniciativa del actual gobierno polaco por lo que Pablo González ha sido incluido en la lista de presos intercambiados con Rusia. Para algunos su inclusión en dicha lista es la prueba del algodón de que es un espía ruso, no opinan lo mismo con respecto al periodista estadounidense Evan Gershkovich, cuya liberación no les lleva a afirmar que trabajaba para la CIA, pero claro, el corresponsal del Financial Times está en el lado bueno del tablero, o sea el de Estados Unidos, o sea el nuestro, y Pablo González… ¿En qué lado del tablero está Pablo González? ¿O es que no está ni en un lado ni en otro? ¿Y si quizás no está en el tablero?

Sea como sea bienvenido de nuevo a la vida, Pablo o Pavel.

* Periodista y escritora. activista en la iniciativa #FreePabloGonzalez. Nota original del diario ‘Público

@Elkoko

Libertad para Pablo – Free Pablo

#DerechosHumanos #LibertadDeComunicación
#JournalismIsNotACrime!

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