La logística de David
Dice un refrán español muy popular que “En la guerra, como en el amor, todo vale” y aunque modernamente se le están poniendo ya algunos reparos éticos y morales a tan sabio proceder (eso tan generalmente admitido de que “El fin no justifica los medios” con sus despreciables derivadas perseguidas hoy con ahínco por el TPI: crímenes de guerra y de lesa humanidad), la realidad es que en mi particular caso, estando como estoy inmerso en una dura guerra sin cuartel contra la obsoleta y ridícula monarquía española (que ahora nos enteramos de que, como el divino Bárcenas, tenía y, seguramente tiene, cuentas secretas en Suiza) y contra el inmenso poder del aparato represor de este Estado fallido postfranquista en el que todavía malvivimos los españoles, no me queda más remedio que dejarme de bobadas operativas y de timideces personales y tratar de concitar a mi alrededor toda clase de apoyos necesarios y suficientes para conseguir la victoria final. La lucha promete ser larga, enconada, el enemigo, es cierto, está débil, cansado y herido pero por eso mismo resulta más peligroso, y sería estúpido por mi parte que, además de planificar y dirigir las operaciones, pretendiera encargarme yo solito también de la logística y las vituallas y las pagara exclusivamente de mi bolsillo. Un encanto de estratega y de general en jefe para cualquier ejército que se precie pero alejado de la realidad crematística del momento.
Hace ya algunos días, en mi último artículo redactado en la presente Semana Santa, me permití recordar al respecto una famosa cita de Napoleón: “Las guerras se ganan con dinero, dinero y dinero”. Y es cierto, aunque modernamente los estrategas militares hayamos completado y matizado la reflexión con esta otra: “Las guerras modernas se ganan con logística, logística y logística” Y así es. En cualquier operación importante un ejército enmienda en pocas horas y casi sin coste estratégico cualquier error táctico. Un error estratégico cuesta mucho más tiempo y esfuerzo corregir y casi siempre con importantes daños colaterales pero no invalida al cien por cien el éxito de la acción. Sin embargo, un grave error logístico y del perfecto cálculo de las necesidades de todo tipo que se deben poner a disposición de las tropas, desemboca en muy pocas jornadas en un desastre operativo total.
Me dejo de retórica, amigos. Ahí va la cuenta corriente que muchos compañeros y amigos me habéis pedido. Solo estará abierta hasta alcanzar la cantidad de euros necesarios para aguantar la acometida de la fiera judicial monárquica. Es decir, hasta el momento, ocho mil quinientos. Después, vosotros decidiréis. Y, por supuesto, la transparencia será máxima y los números a disposición de cualquiera que quiera saber sobre ellos.