La mitad
He tenido algunos oficios; limpiando casas, cuidando viejos, de camarera.
En todos siempre he estado rodeada de mujeres, pocos hombres para sacudir alfombras, pocos para asear a los enfermos, pocos sirviendo copas en una cervecera.
Con jornales de mierda y horarios extenuantes.
Eso o quedarnos en casa haciendo lo mismo pero sin salario.
Si, yo sé que hay grandes escritoras, que hay científicas y cantantes y empresarias y abogadas y ese largo etcétera de mujeres ilustres e ilustradas pero yo en esas no me fijo, no pertenecen a mi clase, son también mis enemigas.
Esas, las mujeres que masturban al poder, que se visten de lila para cenar un entrecot entre ministras, que muestran enervadas la importancia de sus tesis, de sus doctorados, de sus ideas, las que compran con visa oro y se venden por bastante poco.
Nada tienen que ver con nosotras.
Jamás irán a una barricada, jamás reconocerán que han vendido los úteros al mejor postor, jamás irán a la cárcel por sus ideas controvertidas, por escocer a los que mandan, por hacer un corte de mangas al patriarcado en el que están tan cómodas.
En fin, que por los oficios que he tenido, he podido darme cuenta de que nosotras no somos nada sin conciencia de clase, y de que ellos, no son nada tampoco si no se dan cuenta de que en esa misma conciencia de clase hay una subdivisión para mantener a las mujeres aún más esclavas.
Media humanidad, la mitad. Dos yugos para una de las mitades.
– Viñeta de Kalvellido