La petrolera Shell y el poeta muerto
La mañana del día 10 de noviembre de 1995 unos guardianes fuertemente armados sacaron al poeta Ken Saro-Wiwa de su celda en la prisión militar de Port Harcourt (Nigeria), donde el gobierno militar de turno lo había confinado. A continuación lo condujeron escoltado a otra prisión cercana. Fueron necesarios cinco intentos para ahorcar a aquel hombre de 54 años. Su cuerpo fue arrojado a una fosa común y rociado con ácido. Se colocaron guardias a la puerta del cementerio.
Ken Saro-Wiwa era periodista, escritor, productor de televisión, defensor de los derechos humanos, activista ecológico y fundador político del movimiento minoritario para proteger a su pueblo ogoni de las malas artes de la omnipotente petrolera Shell Oil. El año anterior habían sido asesinados otros cuatro activistas, también de la etnia ogoni. El escenario de la persistente tragedia es el delta del Níger. El pringoso betún de fondo es el petróleo, las maléficas ambiciones para que el oro negro fluya sin tropiezos. En el delta del Níger el macrodesastre está servido desde hace muchos años.
Otro de los ilustres hijos nigerianos, el Premio Nobel de Literatura Wole Soyinka, vive eternamente exiliado en Londres, por alzar su voz reclamando democracia y justicia en un país de sucesivas y cafres dictaduras.
Cierto que la vida individual de la gente ya no vale gran cosa en ningún lado, pero aún así en continentes como Africa la existencia pende de un hilo excesivamente delgado. A menudo puede depender del humor de los ejecutivos de una empresa multinacional; lo más frecuente es que se deba a fúnebres decisiones tomadas desde larga distancia y con acuse de recibo. Son las vicisitudes normales que rodean a la explotación de las preciosas materias primas. Esto es así hoy como ayer. En el enroscado mundo de las metrópolis del gran capital, un negro africano es sólo eso, tanto da que sea o no poeta en el delta del Niger. Si se antepone al negocio, se da la aséptica orden y la brigada del trabajo sucio procede a obedecerla sobre el terreno.
Gracias a los persistentes esfuerzos de la Shell, el delta del Níger es un palmario ejemplo de apocalipsis ecológico. Un estrago africano ahogado de contaminación y repleto de ruinosos cachivaches, esqueletos de maquinarias oxidadas e inservibles. Es un medio ambiente envenenado a todos los niveles. Hace algunos meses leí al respecto un gráfico reportaje en la revista National Geographic y daba pavor. La realidad visual y olfativa debe ser aún más insoportable. Sin embargo, hay gente a la que no le queda otra que intentar sobrevivir en esa pesadilla ambiental. Son precisamente los ogoni que enferman pobres.
Nigeria es el país más poblado de Africa y uno de los mayores productores mundiales de crudo; un país enfangado por completo en un panorama de corrupción y dominado por castas religiosas y militares, desde su independencia del Reino Unido en 1960. Los golpes de Estado están a la orden de las estaciones, y el pretexto es siempre el desfalco de las cuentas emanadas del subsuelo donde brota la riqueza a espuertas. Las mutuas acusaciones entre facciones cuartelarias sirven de acicate para sacar de paseo a los fusiles Kalashnikov y tomar al asalto las emisoras de radio-televisión. Toque de queda. A mandar. Hasta que sobrevenga otro mosqueo de codicia.
El sucio mundo fósil del oil es un espanto. Nigeria significa petróleo fácil para la firma Shell. Un pozo de lagartijas que va desde los crueles yacimientos en los confines tercermundistas hasta su plasmación en las pizarras electróncas de Wall Street. Aquel que intente oponerse a su interés geoestratégico está perdido. Ken Saro-Wiwa supuso un siniestro ejemplo.
Hoy he recibido un e-mail solicitando mi firma a favor de un castigo económico ejemplar contra la Compañía Shell, por su perpetrado desastre en delta del Niger. Al parecer, las fuerzas políticas nigerianas están por la labor de exigir a esa petrolera la cantidad de 5.000 millones de dólares, en concepto de indemnización por el daño causado. Las firmas solicitadas serían para ejercer presión internacional. Para respaldar al parlamento nigeriano, frente al inmenso poder del lobby petrolero, Para que la cosa persista y no se vuelvan atrás con las ineludibles presiones de todo tipo.
target=_blank> BBC noticia Nigeria Shell
ONU condena vertidos Shell en Nigeria
Personalmente, desde que supe el macabro final de Ken Saro-Wiwa, no he vuelto a repostar a sabiendas en una estación de servicio Shell. Y seguiré sin hacerlo, a no ser que sea el único punto de abastecimiento en un territorio hostil, corriendo el riesgo de quedarme con el depósito seco y colgado a merced de los elementos. Puede que sea una tontería en un océano mundial de despropósitos igualmente injustos o directamente criminales. Es algo totalmente anecdótico, pero me siento mejor así. Es mi particular reconocimiento al poeta africano muerto por su lucha contra la barbarie “civilizada” de la Shell. Su desigual y bíblico combate por su pueblo, contra el gigante petrolero de origen británico.
Cierto que todas las petroleras multinacionales actúan igual o parecido. Pero a veces congratula dejarse de generalidades y ceñirse a algo en concreto.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"