La silla vacía de Regina
Regina Martínez era más bien tímida, siempre cargaba su grabadora, una libreta con pluma negra y de vez en vez se acomodaba los lentes como un tic cuando estaba muy concentrada en entrevista. Durante años fue corresponsal de La Jornada en Veracruz y, como todas las reporteras y reporteros del país, trabajaba también para medios locales para poder subsistir. La última década, hasta antier, fue corresponsal de la revista Proceso. Hasta antier que apareció asesinada en su casa, severamente golpeada. No quiero imaginarme cómo murió, espero que podamos averiguarlo para conocer a los culpables. Regina no hubiera imaginado nada, hubiese buscado la evidencia, las pistas, perseguido a todas las fuentes para contrastar la información. Con discreción y ética hubiese trabajado hasta hallar las piezas del rompecabezas que llevan a la verdad. Así debemos hacerlo sus compañeras, sus compañeros indignados frente a este asesinato.
Ya la organización Artículo 19 reveló hace un mes que del año 2000 al 2011 organizaciones criminales mataron violentamente a 77 periodistas. En meses recientes estos grupos asesinaron a 15 reporteros y reporteras, desaparecieron a tres y atacaron con armas de fuego o explosivos 19 centros de información mediática. Pero también supimos que una gran parte de los ataques a periodistas los perpetran agentes del Estado: gobernadores, alcaldes, policías y militares incómodos ante las investigaciones periodísticas certeras. No podemos olvidar que éste es el quinto asesinato de periodistas en Veracruz bajo el gobierno de Javier Duarte y que 13 periodistas han salido de Veracruz por amenazas de muerte y censura controlada por el propio Duarte (este es el contexto). Ninguno de los asesinatos en ese estado ha sido esclarecido ni hay detenidos.
Las primeras pistas para investigar su muerte deben, necesariamente, comenzar al leer sus últimos reportajes y notas publicadas por la agencia de noticias APRO, perteneciente a la revista Proceso. “Detienen en Veracruz a 9 policías vinculados con el narco” y “Capturan en Veracruz a la ‘Comandante Tere’, presunta jefa de sicarios”.
Aquí debo acotar que mientras muchos reporteros simplemente transcribían los informes policíacos sobre el narco, Regina investigaba, entrevistaba y, sobre todo, documentaba esas entrevistas, es decir, hacía periodismo como se debe y no como se puede, en un país que incita a no hacer esfuerzos para no arriesgar la vida en esta profesión. Por respeto a ella no debemos especular nada, sino ir a las historias que nos llevan al final de su vida luego de más de 20 años de ejercer periodismo.
Y sí hay solidaridad gremial y social, por eso varios, varias periodistas seguimos con vida. Desde hace 90 años comenzaron a reunirse escritores, escritoras, poetas y periodistas que decidieron utilizar su pluma, su inspiración, su fama y su poder de incidir para proteger a quienes en sus propios países y en remotos territorios vivían persecución y encarcelamiento por ejercer su libertad de expresarse, por escribir poesía que invitaba al disenso y a la crítica social. Cuando esa agrupación, denominada PEN Internacional, comenzó a revelar no solamente los encarcelamientos injustos sino también las persecuciones de Estado, torturas y asesinatos de periodistas, le siguieron otras organizaciones civiles que se fueron especializando en proteger a quienes desde la literatura, los medios, las redes sociales y el periodismo evidencian actos de corrupción, injusticias, crímenes y violaciones a los derechos humanos. El escritor John Ralston Saul, presidente de PEN Internacional, propuso hace tiempo que en cada acto de ese club se ponga una silla vacía en representación de las y los periodistas asesinados y desaparecidos de México.
En los últimos años, cada vez que he asistido a algún evento de PEN Internacional una silla vacía en el escenario nos recuerda la ausencia por muerte, desaparición o encarcelamiento de alguien que, como nosotras, simplemente ejerció su profesión sin quebrarse ni callarse. Desde el lunes 30 de abril de 2012 la silla de Regina no estará vacía, nos sentaremos en ella las reporteras y reporteros que la conocimos, hasta saber quién la asesinó. Ella lo hubiera hecho por nosotras.