La última estafa del Banco de Valencia
Era un diez de julio de 2012. El Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) cifraba en 137 millones de euros el agujero que habían perpetrado los que en ese momento habían pasado ya a ser algunos ex directivos de Banco de Valencia. Apenas han pasado 7 meses. Escribo apenas porque a una se le antoja muy poco, si utiliza la mirada crítica para buscar las medidas que se han tomado para detener la partida de póker que juega invicta la banca, o mucho, demasiado, si unimos los titulares, los datos y las cifras millonarias, de perdidas, para los clientes estafados y de beneficios, para las llamadas eufemísticamente “entidades bancarias”.
Cuando la noticia ocupó los titulares de los periódicos, los ciudadanos, caminantes en un vía crucis formado por los sucesivos impactos de la corrupción política y económica, nos quedamos enganchados principalmente de la cifra desorbitada y vergonzante que aparecía en medio de la información. Es la estrategia que parece estar desarrollando, cada vez con mayor eficacia, la realidad: nos machaca con su imperdonable devenir y no nos permite la reflexión, mirar los detalles, asociar hechos y destripar el porqué de los daños colaterales. Después de siete meses, solo es necesario volver la vista atrás para comprobar que, una vez más, la misma realidad y la estructura, casi indestructible, económica y política que nos somete ha tejido una cortina de tiempo y silencio sobre aquella estafa. Ese tiempo que transcurre, en el que se suceden los casos de corrupción y los escándalos, como carrera de relevos de la mafia bancaria, animada por sus acólitos y subordinados, los políticos, ha propiciado su pretensión de que el caso del Banco de Valencia se convierta para los ciudadanos en un mero dejà vu. Pero no lo es y hay que recodarlo por varios motivos.
La historia de aquel agujero toma un curso dramático cuando hace siete meses el FROB levanta su dedo acusador y lo encara a un equipo de ex directivos que, directamente, son los responsables, por acción u omisión, de haber permitido la desaparición de 137 millones de euros, 137 millones de euros que no les pertenecían a ellos sino a las personas ESTAFADAS, con mayúscula.
Uno de los ex directivos del Banco de Valencia, el antes consejero delegado Domingo Parra, fue claramente acusado de haber propiciado, por su pésima gestión, un agujero de unos 200 millones de euros. Curiosamente, no es hasta junio del año pasado cuando Antonio Tirado, ex vicepresidente del Banco de Valencia se “atreve” a explicar públicamente que los miembros del consejo ajenos a Bancaja en la entidad tenían depositada una “confianza desmesurada” en Domingo Parra, a quien le dedica piropos letales en varias entrevistas. Es fácil preguntarse qué había llevado al entonces presidente del Banco de Valencia a estar callado, siendo cómplice de la “aceptada” mala gestión de Parra. Es fácil encontrar una respuesta, relacionada directamente con el tráfico de dinero, favores, privilegios, cargos y prebendas que preside como denominador extraordinariamente común el podrido mundo de la banca y la política: Callar por que se deben, favores y silencios. Siempre sucede lo mismo: se permite que la burbuja vaya nutriéndose, y se nutren los que la callan mirando hacia otro lado, sus bolsillos y carteras; después, alguien de la familia se excede en su prepotencia con un negocio que no da a ganar a los jefes sino a él mismo, sin pagar el tanto por ciento de “comisión por favores”. Los capos se enfadan y su ira hace que se aflojen gargantas y lenguas. La porquería sale del vertedero y asoma a la realidad y, entonces, el coro que había estado en silencio comienza a cantar la canción del “efecto dominó”.
Han hecho falta estos siete meses para poder releer las palabras de Tirado, criticando a Parra, y diciendo sutilmente “era sabido por todos”, y descubrir qué le había llevado a romper un inexplicable silencio. Tirado había propuesto un conjunto de medidas de realización de plusvalías que había impedido el exconsejero delegado: “Lo hice también en el Banco de Valencia, porque las había. Estaba Abertis, el plan eólico, la propia Aguas de Valencia… No tuve el apoyo de nadie en el Banco de Valencia. Puede ser torpeza mía o la pura realidad de lo que ocurría. Y es que la influencia de Domingo Parra en el Banco de Valencia era agobiante. De forma absoluta y completa”.
Tras la acusación por parte del FROB, Domingo Parra hizo público un comunicado en el que negaba que las operaciones que había propuesto y aprobado entre el Banco de Valencia y el Grupo Calabuig “carecieran de sentido económico” o hayan perjudicado en los intereses del banco. Lo que no dijo Parra, casualidad, es la Audiencia Nacional iniciaba entonces una investigación sobre diferentes créditos concedidos por el Banco de Valencia cuatro años atrás que permitieron a Calabuig, ahora vinculado además con el caso NOOS, convertirse en socio mayoritario de Aguas de Valencia causando un perjuicio a la entidad financiera, que era hasta esa fecha hegemónica en la sociedad. La fiscalía y el FROB consideraron que la cesión de control, impulsada por Parra, se produjo de manera irregular. Tras las investigaciones, la Audiencia Nacional procedió a embargar los títulos para evitar que Calabuig pudiera tomar decisiones que comportaran un perjuicio para el Banco de Valencia. El juez desestimó el recurso que interpuso el entonces presidente de Aguas de Valencia, Eugenio Calabuig, contra el embargo cautelar ordenado por la Audiencia Nacional de un paquete de 7,4 millones de acciones de Agval, que representaban el 7,9% de sus títulos en esta sociedad propietaria del grupo.
La entidad financiera en la que Parra trabajaba estaba vinculada, como se demostró, al Partido Popular valenciano: el Banco de Valencia realizó numerosas inversiones y compras a y en empresas que eran propiedad de socios y amigos del propio banco, entre los que estaba Calabuig o Romaní, amigo íntimo de Aznar. Un ejemplo de estas operaciones tan “inteligentes”, para Parra, es la operación de unión, en el clímax de una gran crisis inmobiliaria, con Habitat, una filial de Bancaja, para comprar Costa Bellver a Eugenio Calabuig, a través de Inversiones Financieras Agval, la empresa a quien parece que Urdangarín supuestamente propuso uno de los trasvases más originales que se han propuesto jamás: el trasvase entre el Mar Rojo y el mar Muerto. Calabuig, en esta operación, recibió por el 83% de la sociedad algo más de cien millones de euros, cuando según el auditor de la matriz de Aguas de Valencia, la inmobiliaria tenía un patrimonio de apenas tres millones y contaba con unos activos de alrededor de diez millones de euros. Cien por tres. Una muy inteligente multiplicación.
Hace apenas un mes, el ex consejero, e inteligente delegado, inició una demanda para exigir al Banco de Valencia una cifra escandalosamente escandalosa, en concepto de indemnización: 10 millones de euros. Al acto de conciliación, en el que Parra reclamó su finiquito, no acudió el representante del FROB. Parra ha olvidado que sobre él pesa la acusación de estafa, apropiación indebida y administración desleal pero recordaba que hacía 15 meses que estaba fuera de la entidad y tenía que reclamar la liquidación de su finiquito.
Por si la cadena de estafas e irregularidades, en las que misteriosamente nadie había reparado antes de levantarse el escándalo ni siquiera el FROB, hasta que se decidió a hablar, no haya sido suficiente, el agonizante Banco de Valencia quiere morir matando, morir robando, hasta el final. No se ha dado excesiva publicidad a una información gravísima, que afecta a centenares de clientes que están en estos momentos tratando de reaccionar: la aplicación, por decreto, de la mayor quita del sector a los preferentes, una quita, un robo para quienes tienen los ahorros de toda una vida en el Banco de Valencia, del 90%. A los clientes se les obliga, según hoy denunciaba un afectado, a utilizar el residual para comprar, obligatoriamente, acciones, de ínfimo valor, de la entidad que les aplica la quita.
Los afectados, cuando acuden al despacho de un abogado, escuchan un comentario que se repite demasiadas veces: “Es casi imposible que recuperen su dinero, han de intentar organizarse y constituir alguna asociación, eso para poder empezar”. Mientras, resuena uno de los actos de ese organismo cuya supuesta misión es prestar soporte económico a las entidades financieras que dictamine el Banco de España, el FROB, cuando en noviembre del año pasado acordó adjudicar Banco de Valencia a CaixaBank por un euro, tras un desembolso por parte del organismo dependiente del Banco de España de 4.500 millones de euros, sin olvidar que ya se habían inyectado otros 1.000 millones de euros.
Hay muchas voces que llaman a esta última operación que está realizando el Banco de Valencia un “ajuste mortal” ya que las medidas propuestas por el FROB pretenden acabar con el Banco de Valencia para dejárselo limpio de polvo y paja a Caixabank, dicen que porque lo ordena Bruselas en informes secretos. Si tenemos en cuenta que El FROB “depende directamente del Ministerio de Economía y su consejo de administración está formado por 8 Consejeros. 5 de ellos nombrados por la ministra de Economía a propuesta del Banco de España y los 3 restantes por cada uno de los Fondos de Garantía de Depósitos participantes en el patrimonio”…pues ya tenemos otra vez indicios de que puede haber en la trastienda…