La vivienda, el capitalismo y el gobierno de coalición de Andalucía
El reciente conflicto en la Junta de Andalucía, entre el PSOE e Izquierda Unida, ha puesto en primer plano, una vez más, la crudeza del problema de la vivienda y de rebote, a incentivado el debate sobre la justeza o no de promover, en las condiciones actuales, gobiernos de coalición en los que Izquierda Unida participe.
Si bien el asunto no ha finiquitado el gobierno “de izquierdas”, si que ha puesto de manifiesto algunas de sus grietas que seguramente se abrirán más en un futuro no muy lejano.
En todo caso, resulta un ataque a la inteligencia, que en un país con 700.000 viviendas vacías frente a 12.000 demandas de viviendas, los del PSOE hayan montado un pollo en base a la ocupación de 8 viviendas.
Vivienda y capitalismo
La vivienda digna en condiciones accesibles económicamente para una gran mayoría es difícil de garantizar en el capitalismo y más aún, en la época neo-liberal.
Este objetivo fue algo más accesible en otras fases del capitalismo, como la que nos toco vivir en España a comienzos de la segunda mitad del siglo XX. Entonces se facilitó el acceso a la vivienda de protección oficial subsidiada, principalmente por dos razones coyunturales:
La necesidad de ubicar con rapidez a las grandes masas de personas que se desplazaban para satisfacer las demandas de trabajo asalariado por parte de la industria en expansión.
El miedo a que los asalariados contrajeran las enfermedades contagiosas que prosperaban en los tugurios, lo que podría dificultar su rendimiento laboral.
Por otra parte, la vivienda social subsidiada es una de las facetas del denominado estado del bienestar. Este tipo de vivienda progresó en Europa Occidental de una manera especial después de la Segunda Guerra Mundial, cuando era necesario reconstruir parte de los edificios derribadas en la contienda y cuando la URSS ofrecía un modelo alternativo de gran alcance con acceso generalizada a una vivienda modesta y uniforme.
No es casualidad, que la disminución de la provisión de vivienda social (como la salud, la educación y las pensiones) haya coincidido con el colapso de la Unión Soviética y cuando existía un numeroso y diversificado ejército obrero de reserva al que los capitalistas pueden recurrir en todo momento.
Ahora, como que el capitalismo ha perdido su miedo a los trabajadores, ya no se siente obligado a hacerles las concesiones de antes. En estas condiciones, se ha podido emprender una movimiento de mercantilización generalizada de la vivienda de una gran envergadura, en el que han participado todos los sectores del capital, o sea, el capital industrial, el capital comercial y el capital financiero y con lo que momentáneamente lograron una envidiable tasa de beneficio.
A medida que las disponibilidades de viviendo social se han contraído, esta sólo puede ofrecerse a los colectivos más pobres y marginados de la sociedad, lo que acaba siendo una fuente de disputas y de sentimiento de discriminación, sobre todo para una buena parte de los asalariados que no tienen la posibilidad de acceder a la vivienda social cuando desearían hacerlo.
El hecho de que en los municipios y en las comunidades autónomas se efectúen recortes masivos en el gasto, también afecta al ámbito de la vivienda. De ahí que ahora nos encontramos con un parque de viviendas públicas a medio construir o en condiciones de abandono que en muchos casos nadie puede comprar ya que se ofrecen a preciso desorbitados y fuera del acceso de las clases trabajadores.
La crisis
Las crisis capitalistas se manifiestan a través de la sobre-producción , o sea, cuando los capitalistas no se ven en condiciones de vender todas la mercancías que han producido o que pueden producir con su capacidad de producción instalada. Por una parte, los mercados están saciados de determinadas mercancías y, por la otra, los beneficios ya no se pueden lograr con la misma facilidad que antes. Esto no significa, de ninguna manera, que las necesidades sociales estén cubierta, sino todo lo contrario. Lo que existe es abundancia en medio de la escasez y la necesidad. Con ello se pone claramente al descubierto como el funcionamiento propio del capitalismo y las necesidades sociales son discordantes.
Cuando los precios de la vivienda están inflados artificialmente, los grandes capitalistas hacen su agosto y aquellos que desean acceder a una vivienda propia no tienen más salida que endeudarse. Una vez la burbuja estalla, los grandes capitalistas se retiran momentáneamente del negocio con los bolsillos llenos y a la espera de que se inicie otra fase de expansión. Por contra, los “dueños de las viviendas” ven como son más pobres que antes ya que sus deudas superan con creces el valor de sus inmuebles. El resultado final conlleva que unos queden esclavizados de por vida por la deuda, cuando no caen en la bancarrota, mientras que el resto ve como ya no tiene prácticamente ninguna posibilidad de acceder a una vivienda.
Las soluciones
En estas condiciones, hacer una política de vivienda favorable a las clases trabajadores, resulta prácticamente imposible. Se podrían, ciertamente, resolver todos estos problemas fácilmente con una edificación generalizada de vivienda social y con programas de actualización y dignificación de la vivienda ya construida. Para ello sería necesario considerar la vivienda como un derecho y no como un lujo.
Pero lo que ocurre es que esto no tiene “sentido económico” bajo el capitalismo, ya que este sistema esta interesado en la producción sólo en la medida en que puede obtener beneficios.
El precedente del gobierno de unidad en Catalunya
Los andaluces de IU deberían tener en cuenta la experiencia que se vivió en Cataluña con el tripartito. El PSOE intentará, de todas todas, desgastar IU en Andalucía, aprovechando cualquier circunstancia para poner en cuestión su capacidad para la gestión de la cosa pública; a su vez, los hará corresponsable de sus políticas de recortes. Seguir de la mano de los social-liberales, es una apuesta muy peliaguda.
IU no debería despreciar la capacidad de presión que aún conserva el PSOE, con sus fuertes apoyos mediáticos y empresariales y el acceso a una información con la que otros no cuentan. Esta situación de desequilibrio es muy perjudicial para IU, y más aún, en una época de recortes.