La voracidad científica de la prensa
Nònimo Lustre*. LQS. Octubre 2019
En la Caracas del 2009, la exhibición pública y culta del arte indígena -de sus “mapas mentales” en jerga venezolana- se adelantó a la difusión periodística de unas investigaciones académicas que cartografían los territorios indígenas muy poco explotados por los invasores occidentales
Los medios de manipulación, tergiversación, embuste y encubrimiento -cualquier cosa menos información-, han descubierto un maquillaje que, usado con mesura, les deja una cara limpiecita y hasta resplandeciente: reproducir los artículos que publican las revistas científicas. Por ello, raro es el día en el que el New York Times, seguido dos días después por sus palanganeros ejpañoles, no nos deleitan con algún importantísimo ‘descubrimiento’ -huelga añadir, científico y, por ende, irrefutable y beneficioso para la Humankind. Las empresas de reproducciones científicas (Elsevier, JStor, etc; hoy criminal negocio amenazado por el maravilloso portal sci-hub.tw y sus colegas-espejo) recargan sus bodegas en las revistas más famosas (PNAS, Science, Nature, etc.) y los plumillas de turno, no sólo los ejpañoles, leen el resumen del paper-nuestro-dánosle-hoy, ojean sus páginas por si hubiera alguna ilustración aprovechable y, zas!, ya tienen la gacetilla del día.
Excuso narrar las barbaridades que se cometen especialmente en el terreno médico. Tras el terror difundido por los diarios, las esperanzas que dan a los pacientes se evaporarán en horas para que recomience el ciclo del Terrorismo Terapéutico. Porque, es triste pero aún no ha nacido el periodista que se atreva a comentar que tal o cual avance en el tratamiento de tal o cual terrible enfermedad necesitará pasar de los microscopios a los ratones y de éstos a las personas y, si lo consigue -extremo poco probable-, aún necesitará años de ensayos clínicos cuyos resultados serán todavía más inciertos. Además, todavía hay menos probabilidades de que ese mismo plumilla admita estar a sueldo del laboratorio X. En cuanto a confesar que el laboratorio Y investigó ese problema hasta que fue fagocitado por una alianza ad hoc de otros laboratorios competidores entre los que se encontraba el lab X, es una confesión que jamás tendrá lugar.
Dentro de este panorama, nos sorprende la velocidad con la que los medios ejpañoles (siempre copiando al NYT) echan mano de las revistas científicas. O, mejor dicho, de los abstracts de esas revistas. Hoy por hoy, las piezas más codiciadas -además de las médicas que mantienen su primacía desde hace siglos- son las arqueológicas y las astronómicas. Las naturalistas -también llamadas ecológicas- brotan de vez en cuando y las etnológicas, de tarde en tarde y siempre para informar de una “tribu desconocida” -i.e., virgen- o de una ceremonia especialmente truculenta. La noticia que hoy hemos leído en un cualquier medio masivo, pertenecería a una mezcla entre etnografía y ecología -caso frecuente dentro de un orden-. Pero lo que nos ha llamado la atención es la inusitada celeridad con la que ha pasado de tesis doctoral defendida en una universidad holandesa a los medios ejpañoles: exactamente, once días, del 27 de septiembre al 08 octubre de este año de gracia de 2019. Parafraseando a Lope, bien podríamos decir que “en once días / pasaron de las musas al teatro”. De Utrecht al titular ejpañol en la prensa de hoy: Mapas indígenas en 3D para conservar los bosques tropicales amenazados. La representación geográfica habitual de las selvas no suele incluir la aportación de las comunidades locales. Una investigadora colombiana ha trabajado con ellas para mapear la Amazonia y el resultado sorprende.
El caso es que Sara Ramírez-Gómez (SRG), una investigadora colombiana radicada en Holanda, ha estudiado -evidentemente con gran aprovechamiento, al menos mediático- las relaciones de unos pueblos indígenas con su medio ambiente -generalmente, amazónico y poco explotado. En su trabajo de campo, les ha pedido que dibujen mapas de sus tierras destacando la evolución de su régimen de propiedad, su utilización (intensiva o extensiva), la especialización de sus rincones (históricos, religiosos u otros), etc., y todo ello culminando con un recurso técnico de (pen)última generación cibernética: su traslación a sistemas en tres dimensiones, 3D. La tesis de SRG Local voices in land use decisions. Co-producing spatial knowledge on ecosystem services with indigenous and tribal communities in intact forest regions (disponible en internet), estuvo precedida por algunos papers en los que se intuía el proceso de elaboración de la tesis PhD. Las siguientes ilustraciones proceden de uno de esos papers: Sara O.I. Ramirez-Gomez, Pita Verweij, Lisa Best, Rudi van Kanten, Giacomo Rambaldi, Roderick Zagt “Participatory 3D modelling as a socially engaging and user-useful approach in ecosystem service assessments among marginalized communities”, en Applied Geography, nº 83; 2017; disponible en http://dx.doi.org/10.1016/j.apgeog.2017.03.015
Es obvio que aplaudimos todo esfuerzo universitario que comience y esté basado en la participación indígena. Aunque, todo hay que decirlo, podríamos discutir si existen todavía esas intact forest regions que campean en el título de la tesis mencionada arriba pero sería un debate de menor rango.
En cualquier caso, no olvidamos que el reciente estudio ‘holandés-surinamés’ no es una iluminación extemporánea sino que se inscribe en una escuela antropológica y en una sensibilidad indigenista que -por motivos más técnicos que de otro tipo- no es demasiado antigua pero que sí acumula experiencias y evidencias relativamente actuales. Por haberlo trabajado con cierta asiduidad, queremos mencionar aquí el ejemplo venezolano: en el año 2009, en Caracas se publicó un paper ilustrado con mapas mentales indígenas [ver Jeyni González Tabarez; “Paisaje e identidad Yabarana en el contexto del proceso de demarcación territorial indígena venezolano”, en Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales v.15 n.3 Caracas dic. 2009] Y, además, trabajada por otro grupo de estudiosas/os, se inauguró -en un museo de arte contemporáneo- una exposición de mapas indígenas que eran mostrados no sólo como ejemplo gráfico de sus reivindicaciones territoriales sino, además, como muestras de un arte hasta entonces desconocido por las élites cultas.
En resumen: en la Caracas del 2009, la exhibición pública y culta del arte indígena -de sus “mapas mentales” en jerga venezolana- se adelantó a la difusión periodística de unas investigaciones académicas que cartografían los territorios indígenas muy poco explotados por los invasores occidentales. Teniendo en cuenta que, en general, el arte no es materia periodística -al contrario que el mercado del arte que frecuentemente ocupa portadas-, es insólito que haya sido la brillante cartografía indígena la que, aunque sólo sea por una vez, haya saltado de la academia a los medios. Ojalá suceda más a menudo.
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