Las cosechas latinoamericanas en los tiempos de la sequía
Por Gabriela Ramírez*
El año 2023 se consolidó como el año más caluroso desde que se tienen registros, con temperaturas altas tanto en la superficie terrestre como en la oceánica. De igual manera estuvo marcado por una sequía que azotó a diversas regiones del mundo, especialmente al continente americano. En América Latina la escasez de lluvias tuvo importantes repercusiones en el medio ambiente y, por ende, en las cosechas de la región
De acuerdo con la FAO, se calcula que la producción de cereales en el año 23 en Latinoamérica alcanzó los 295.9 millones de toneladas. Aunque esta cifra se acerca al récord histórico establecido en 2022, queda ligeramente por debajo de este. El aumento de la producción brasileña lidera la cifra de cosechas en Latinoamérica, donde el resto se ha contraído un -0.2% respecto a lo producido en 2022.
Durante el 2023, el sector agrícola en Brasil logró múltiples hitos. A pesar de la bajada en los precios (de alrededor del 20%) en comparación con años anteriores, la producción de granos como cereales, legumbres y oleaginosas, aumentó en más del 16 por ciento, lo que dio un total de 323.8 millones de toneladas. Impulsadas por la persistente demanda internacional, las exportaciones de granos crecieron casi un 25% por ciento. El sector agroindustrial ahora representa casi la mitad de las exportaciones brasileñas.
En contraste, en Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay, las sequías prolongadas resultaron en cosechas de maíz por debajo del promedio. Específicamente en Argentina, que experimentó períodos extendidos de clima seco durante todo el año 2023, limitaron tanto las siembras como los rendimientos, por lo que se pronostica que la producción de maíz estará por debajo del promedio, alcanzando unos 16.5 millones de toneladas. Esta falta de lluvia en territorio argentino fue considerada una de las peores sequías en 60 años.
La sequía también golpeó duramente al territorio peruano, esto resultó en escasez de agua y afectó la producción agrícola en varias regiones. En los Andes peruanos, el cultivo de papas se vio afectada por las altas temperaturas del día y la caída de granizo durante la noche. Se espera que la producción agrícola de Huancayo y la Sierra Central peruana se reduzca en un 30% derivado de las condiciones climáticas.
Para el caso mexicano, se registró en el 2023 el dato más bajo de hectáreas cosechadas desde al menos el 2018. Durante ese año la superficie cosechada en el campo mexicano fue ligeramente superior a los 13 millones de hectáreas, lo que representa una reducción del 10.2% en comparación con los datos de 2022. La cantidad total de maíz producido en 2023 se calcula en 25.8 millones de toneladas según cifras oficiales. Esta cantidad representa una reducción de aproximadamente el 4 por ciento en comparación con el promedio de los últimos cinco años, ya que los rendimientos del maíz se vieron afectados por las condiciones prolongadas de sequía en el norte del país.
Como podemos ver en la tabla, los productores de cereales (a excepción de Brasil), tuvieron una reducción en su producto debido a las condiciones climáticas adversas. Los países que experimentaron una caída en las cosechas fueron aquellos que vivieron una sequía prolongada durante el 2023. Si bien los resultados de dicho año para México y Perú no están tan alejados de aquellos de los cinco años anteriores, la situación argentina preocupa.
Las condiciones climáticas adversas en algunas zonas han reducido las perspectivas de producción de maíz en Brasil para 2024 de acuerdo con la FAO. A pesar de ello, todavía se espera una cosecha superior al promedio. Por otro lado, se prevé una recuperación de la producción de maíz en Argentina y Uruguay para el mismo año. No hay certeza en las predicciones del régimen de lluvias en países importantes productores entre marzo y mayo. Los primeros signos en México indican una mayor disminución en las cosechas de trigo para 2024 debido a la sequía del año anterior.
De continuar la sequía en América Latina, los rendimientos de los cultivos podrían sufrir nuevamente en 2024, lo que podría conducir a una mayor inseguridad alimentaria y a encarecer los alimentos. Si El Niño se fortaleciera, podría agravar los inestables patrones climáticos e impactar en los cultivos durante la segunda mitad del año. Ante estos escenarios, la región se enfrentaría a desafíos adicionales que requieren medidas de adaptación adecuadas para garantizar la seguridad alimentaria y la estabilidad económica. Las consecuencias del cambio climático no se acercan, sino que llegaron.
* Otras notas de la autora.
En OBELA
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