Las Cruces de la salud, la bolsa o la vida
Me acabo de despedir (temporalmente) del hospital de Cruces (Barakaldo-Bilbao) donde fui a reparar averías. Dique seco, calafateado y pruebas exploratorias, para posteriormente emprender la navegación de la normalidad…
Desde mi estancia he podido comprobar el panorama del deterioro logístico, instrumental y en el factor humano que allí trabaja. La progresiva descoordinación sanitaria, la inseguridad laboral perniciosa, cuando se necesitan los cinco sentidos para aliviar el problema de salud acuciante y concreto. El racaneo administrativo, la evidente desmoralización de aquellos que aún creen en lo que hacen, hipocráticamente hablando… Desmotivar, erosionar, zancadillear, entorpecer, agredir, y todos los demás verbos exasperantes que se quieran añadir en negativo, es un atentado de lesa humanidad.
La cosa va de recortes, aunque en verdad los auténticos desechos de la maternidad estén encaramados en el gobierno de la nación… El ahorro desde de una simple sonrisa de ánimo o cualquier otra facilidad, al control enfebrecido de fármacos y ambulancias… El enfermo está inerme y descolocado. La enfermedad, cuando llega a tu puerta, exige protagonismo absoluto, apenas hay cabida para más.
El escarnio es aún peor cuando te informas de que esos impresentables sujetos institucionales, en su habitual orgía de despilfarro y choriceo, anteponen la ayuda a la tauromaquia turística y otros ejemplos similares, a la viabilidad de una sanidad pública boyante para todos.
A un hospital no se acude por placer, ni siquiera en calidad de visitante. A ese sitio no vas: normalmente te llevan. El material con el que se trabaja, en esos edificios paralelos a la vida corriente, porque hacemos como que no existen mientras no los necesitamos, es todo el espectro arcoiris del dolor. En los pasillos, en los quirófanos, en las habitaciones, en las camas, en las salas de espera hay gente suspendida en el tiempo y en el espacio del sufrimiento que, cuando eres su inquilino, parece no acabar nunca.
Se anuncian en los tablones de anuncios manifestaciones del personal.
He visto, oído y tocado cómo repercuten en un hospital puntero y público las amputaciones presupuestarias de un gobierno de políticos serviles al amo del Dinero ruín y mezquino. Los desalmados partidarios del deterioro del material y la convivencia humanística, para luego barajar demagogias de eficacia falaz; y así privatizar y convertir el conjunto en sabrosos dígitos bancarios.
Lo de siempre, pero que no por sabido hace menos daño.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"