Las elecciones y la derecha venezolana
No esperaba un triunfo tan ajustado del candidato Nicolás Maduro. En España, acérrimos defensores del candidato Henrique Capriles auguraban el triunfo del chavismo por una holgada mayoría. Toda la derecha mundial y los medios de comunicación asumieron tales predicciones. Seis meses antes, en las presidenciales de octubre de 2012, la derecha consideró que entre Chávez y Capriles existía un empate técnico. La victoria aplastante de Hugo Chávez arrió la bandera del fraude electoral, frenando las acciones desestabilizantes tendentes a generar caos y un levantamiento militar.
Hoy, la realidad sorprende a unos y otros. Las cifras son demoledoras para bien y para mal. Nicolás Maduro, 7 millones 563 mil 747 votos, lo que representa 50.75 por ciento del total, y Henrique Capriles, 7 millones 298 mil 491, 48.97 por ciento. Poco más de punto y medio entre uno y otro. En sufragios, 265 mil 256. Dichos resultados exigen una profunda reflexión y un análisis político, más allá de aplicar adjetivos calificativos que no ayudan a entender la situación.
Curiosamente, un artículo de Andrés Oppenheimer publicado en el Nuevo Herald el pasado 11 de abril, a tres días de las elecciones, señalaba como un escenario pensado estratégicamente una muy cuestionable victoria de Maduro por 2 por ciento de los votos, que Capriles denuncia inmediatamente como fraudulenta… Los opositores salen a las calles para protestar por lo que consideran una elección robada… Maduro reprime a los manifestantes, pero las escenas de violencia provocan una gradual pérdida de legitimidad del gobierno, que acelera la implosión del régimen.
Control del CNE
Lo acontecido el 14 de abril, fecha de las elecciones, ratifica el itinerario seguido por Capriles. Por suerte, la República Bolivariana de Venezuela goza de mecanismos de control democrático para evitar el emponzoñamiento electoral. El fraude es técnicamente imposible. Y por mucho que se intente, el escenario tiene viabilidad si la propaganda política desestabilizadora anclada en la tradición de fraude que aqueja a la región gana adeptos. Muchos países latinoamericanos en los dos siglos de vida independiente han sido víctimas de elecciones fraudulentas. Por citar dos, México y Estados Unidos.
En Venezuela no hay espacio para el fraude desde 1998. La nueva Constitución, el voto electrónico, las auditorías, el control antes, durante y después del proceso electoral elimina la posibilidad de alterar la voluntad popular expresada en las urnas. Caben irregularidades, como siempre, nunca torcer el sentido del voto. La trasparencia es el símbolo de Venezuela de la V República. Eso lo saben partidos políticos, sindicatos e instituciones que piden al Consejo Nacional Electoral (CNE) su acción fiscalizadora para garantizar el escrutinio. Nadie, en su sano juicio, se plantearía descalificar los resultados del CNE. Recordemos que las primarias de la oposición para proclamar como su candidato a Henrique Capriles contaron con el concurso del CNE, a petición expresa de la MUD.
Henrique Capriles y su comando adhieren a recrear el escenario señalado por Oppenheimer, donde el futuro se avizora sombrío y en el cual Nicolás Maduro debe soportar acusaciones de fraude, presidente ilegítimo y la continuidad del régimen. Es la fórmula para asentar las acciones desestabilizadoras de medio y largo plazos. Sin embargo, hoy por hoy, dudan y miden sus palabras. Insistir en el recuento de 100 por ciento de los votos y lanzar acusaciones de fraude es una táctica de corto alcance. Tienen representantes en el CNE, en los centros regionales y en las mesas de votación y participan en el escrutinio.
Para justificar la insumisión electoral y desconocer la proclamación por parte del CNE de Nicolás Maduro como presidente legítimo, Henrique Capriles no habla de irregularidades, sino de más de tres mil incidencias registradas. Y será verdad. Quiere ganar tiempo, aglutinar fuerzas y pasar al ataque. Diseñar una estrategia de acoso y derribo en el medio plazo. Hoy mide la distancia cuerpo a cuerpo. Está convencido del triunfo de Maduro, pero necesita sentirse ganador y mandar un mensaje a la comunidad internacional, contratacar. El triunfo por menos de 2 por ciento es el principio del fin de la revolución bolivariana y pide la ayuda para el descabello.
En este sentido, se invisibilizan los informes de las organizaciones internacionales que han estado presentes, Unasur, la Unión Interamericana de Organismos Electorales y los acompañantes de países como México, Chile, Argentina, Francia, Italia, China, Brasil o España. En total, 170 representantes del mundo de la cultura, el periodismo, la academia o la política mundial. El informe presentado por el CNE y el elaborado por los acompañantes internacionales descartan la posibilidad de un fraude o irregularidades generalizadas. El venezolano es el proceso electoral más auditado de cuantos existen en la región. Para despejar dudas, los acompañantes internacionales del parlamento español del PP, Psoe, PNV, CiU, IU, ICV, y CHA, entre los que figura el ex presidente del parlamento, José Bono, suscribieron un documento en el cual subrayaban que … el resultado es fiable por contrastable…, dando legitimidad a los datos emanados desde el CNE.
¿Pero cómo administra Capriles, política, ideológica e internacionalmente una derrota por la mínima? No le resulta fácil. La MUD es una colación heterogénea; en ella anidan desde los viejos partidos tradicionales, Ad y Copei, hasta Primero Justicia, partido de Capriles. Unos querrían pasar a la ofensiva directamente y presionan; otros se decantan por negociar, calmar las aguas y mostrarse menos beligerantes. Los segundos plantean reconocer la derrota, dar la mano al vencedor. Los primeros están decididos a torpedear y avanzar en la desestabilización, haciendo ingobernable el país hasta la extenuación. Los defensores de la conciliación tratan de abrir paso a una convocatoria de referendo revocatorio, en el plazo de tres años y ganarlo. Juegan en el campo constitucional.
A los directamente golpistas sólo les interesa fomentar el caos económico y político y agudizar la violencia. Henrique Capriles, con su verborrea anticomunista, odio hacia Cuba y los países de la Alba, podría decantarse y encender la mecha para un golpe de Estado, por medio de la estrategia de la tensión. Promover actos de sabotaje, violencia callejera, asesinatos políticos de militantes y cuadros, consolidando la imagen de un país dividido, enfrentado, con un presidente ilegítimo y al borde de la guerra civil. Es el campo perfecto para dividir a las fuerzas armadas, buscar aliados en su interior y una salida manu militari. Desquiciar la convivencia e introducir la quinta columna en las fuerzas armadas.
Hay militares agazapados que esperan el momento para actuar. Los hubo en 2002. La traición anida en la institución castrense. Aquí, la presión internacional de la derecha europea, la OEA, el Departamento de Estado estadunidense, la Internacional Socialista, Demócrata Cristiana y Liberal unirán fuerza para romper la unidad de las fuerzas armadas bolivarianas. La petición de Capriles del conteo voto por voto es sentar la primera piedra del edificio conspirativo. Abstrae que se auditan aleatoriamente 54 por ciento de las cajas de resguardo. El porcentaje más alto del continente, incluyendo Estados Unidos y Canadá; acto en el cual están presentes todos los partidos, organizaciones de la sociedad civil, técnicos del CNE y ciudadanos.
Proyecto latinoamericano
Hoy, la MUD y su ex candidato Henrique Capriles tienen que decidir hacia dónde inclinan la balanza. Por el momento, los grupos más golpistas han reculado. Si en un primer momento lanzaron sus gentes a la calle, quemado, asaltado sedes del Psuv, casas de militantes y acosado a mandos militares, buscando el enfrentamiento, Capriles desconvoca la marcha para evitar un desastre. Pero la asonada fascista esta latente.
Hay que estar alerta, en Venezuela se juega gran parte del proyecto democrático latinoamericano. La derecha neoliberal lo sabe y hará lo imposible por derrotarlo. Su desprecio por la democracia, cuando pierde elecciones, deriva en golpes de Estado. Acostumbrada al fraude, no concibe unas elecciones limpias, transparentes, donde el ganador enarbole un proyecto democrático, socialista, antimperialista y popular. Es necesario denunciar las futuras maniobras desestabilizadoras. Pero es obligatorio que los partidarios de la revolución bolivariana y sus dirigentes realicen una crítica capaz de fortalecer el proceso. Ello se antoja inmediato e impostergable. Son los dilemas y las tareas a las que se enfrenta Nicolás Maduro. Confiamos en su éxito. Así perdurará el legado del presidente Hugo Chávez.