Libertad para Noelia Cotelo: abajo los muros de las prisiones
Noelia Cotelo Riveiro se enganchó a la heroína a los 19 años y se deslizó por la terrible pendiente que ha destruido las vidas de otros jóvenes: pequeños hurtos, peleas familiares, conflictos con la ley. Nada nuevo. Yo nací en 1963 y viví de cerca el infierno del caballo, contemplando cómo mis amigos morían a una edad prematura. La heroína posee un fuerte poder adictivo y anula la voluntad de sus víctimas, que renuncian a cualquier deseo racional y reducen todos sus anhelos al objetivo de conseguir una nueva dosis. Algunos se preguntan por qué a finales de los 70 comenzó a propagarse la heroína como una plaga por los barrios de la periferia, destruyendo a varias generaciones y desmovilizando a los hijos de las familias obreras. Muchos de los que habían participado en las manifestaciones antifranquistas, desafiando a la Policía Armada y a las huestes de Fuerza Nueva, olvidaron su lucha reivindicativa para transformarse en auténticos zombis, que mendigaban, robaban o se prostituían, incapaces de superar su adicción. Es cierto que la heroína también salpicó a los hijos de la burguesía, pero tal vez sólo fue un efecto colateral de una estrategia que simplificó el trabajo policial. El enemigo ya no era un adversario político, sino presunta escoria que despertó los bajos instintos de los barrios proletarios, donde se organizaron patrullas ciudadanas. En menos de una década, el panorama cambió de un clima de insurgencia a una atmósfera de alienación colectiva. No es un secreto que altos mandos de la Guardia Civil y la Policía acabaron entre rejas por su implicación en el narcotráfico, pero nunca se ha podido demostrar la existencia de una planificación semejante a la red Gladio. En cualquier caso, se logró el mismo resultado: la desarticulación o minimización de los partidos revolucionarios de la izquierda radical.
Noelia Cotelo Riveiro no era una activista política, pero sí una chica rebelde y sin miedo. Ingresó en prisión para cumplir dos años y cuatro meses por el robo de un coche, pero su resistencia a soportar calladamente las humillaciones y malos tratos de los funcionarios de prisiones desembocó en cuatro nuevas condenas. Los dos años y cuatro meses se convirtieron en cinco años y se le aplicó el régimen FIES 1. Comienza entonces su peregrinación por diferentes cárceles del sistema penitenciario español: Ávila, Valencia, Granada. Su vida en prisión se convierte en una pesadilla. Se le restringen las comunicaciones, las horas de patio, los paquetes con ropa de abrigo. No se le permite participar en cursos educativos, actividades terapéuticas, lúdicas o deportivas. Sufre palizas y duchas de agua fría. Permanece sola y aislada durante meses en una celda sin ventanas ni calefacción. Sólo pisa el patio dos veces al día durante 30 minutos, pese a que las sanciones más duras del régimen FIES establecen un mínimo de dos y prohíbe prolongar la situación más de 14 días. No se le proporciona asistencia médica, a pesar de sus graves infecciones de boca y oídos. Los funcionarios de prisiones se burlan de sus problemas de salud y le aseguran que morirá entre los muros de la prisión. Se le proporciona una dosis altísima de metadona que casi le cuesta la vida. Noelia denuncia las torturas e inicia varias huelgas de hambre. Su decisión de no alimentarse casi produce un desenlace fatal, cuando bordea el coma hipoglucémico. En el Centro Penitenciario de Brieva (Ávila) le rompen la muñeca de una paliza y la esposan a la cama, aturdiéndola con psicofármacos. Un funcionario llamado Jesús, que había participado en las torturas, intenta abusar sexualmente de Noelia, aprovechando su estado de indefensión. Noelia se resiste y le denuncia. Jesús responde con una contradenuncia, alegando que la reclusa intentó sacarle los ojos. La respuesta del director del Centro Penitenciario consiste en endurecer el aislamiento. Los funcionarios la despojan de sus mantas y ropa de abrigo, repartiéndolas entre el resto de las internas. Su familia, con graves problemas económicos, apenas puede pagar los billetes de autobús para visitarla, pero se moviliza para airear su caso. Denuncia públicamente las inhumanas condiciones de encierro, informa que Noelia es sometida a nuevos juicios por videoconferencia sin abogado, siempre por el mismo juez, que se niega a prestar atención a sus quejas. Nuevas multas y condenas. Noelia intenta poner una nueva denuncia, pero los funcionarios no le facilitan el parte reglamentario. La familia reclama solidaridad y ayuda. Lola, madre de Noelia, afirma que su hija “se encuentra muy mal, se encuentra desprotegida con tanta injusticia, no hace más que llorar, le obligan a tomar metadona a la fuerza y no sale de su celda para nada, por lo que temen por su vida”. Lola se ha convertido en la mejor defensora de Noelia, acudiendo a charlas, manifestaciones y entrevistas.
El régimen FIES fue creado por medio de una circular de 6 de marzo de 1991 de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias y se empieza a aplicar regularmente en 1996, cuando se aprobó la Instrucción 21/1996 de 16 de diciembre. En 2009, el Tribunal Supremo declara de “nulo derecho” el régimen FIES, pues estima que la Dirección General de Instituciones Penitenciarias carece de competencia para establecer normas penitenciarias adicionales mediante circulares o instrucciones. La decisión es papel mojado, pues en el 2006 ya había sido derogada la Instrucción 21/1996 y reemplazada por otra semejante, con modificaciones irrelevantes. La Instrucción 6/2006 es actualizada en 2009 y en 2011 el gobierno de Rodríguez Zapatero modifica el Reglamento Penitenciario, ampliando las competencias de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias para aplicar el régimen FIES e imponer a los internos las restricciones que considere oportunas. “La prisión –escribió Michel Foucault- es el único lugar en el que el poder puede manifestarse de forma desnuda, en sus dimensiones más excesivas, y justificarse como poder moral”. El régimen FIES es una de esas manifestaciones excesivas que se invisten de poder moral para ocultar su iniquidad.
El colectivo de Mujeres Libres de CNT Zaragoza publica un comunicado exigiendo que se investiguen las denuncias de Noelia y se ponga fin a la impunidad y complicidad de médicos, jueces, psicólogos, funcionarios de prisiones y asistentes sociales. Copio algunas frases de su comunicado: “Que se terminen de una vez por todas los malos tratos y las torturas como instrumento sistemático y cotidiano empleado por los carceleros para hacer funcionar la maquinaria penitenciaria. Que se termine con la dispersión como forma de extorsión de la política fascista del Estado Español. Que desaparezcan las cárceles y el sistema penal que lo sustenta como castigo punitivo del Estado al servicio del régimen de dominación y explotación capitalista. […] El caso de Noelia no es único, las mujeres encarceladas están olvidadas y las cárceles femeninas ignoradas. El índice de encarcelamiento femenino en el Estado Español es el más alto de Europa, y desde los años 80 el número de mujeres reclusas ha triplicado al de la población reclusa masculina. Casi el 50% de la población reclusa femenina es extranjera y el hecho de que se encuentren solas en este país ha propiciado el hecho de que se les propongan beneficios penitenciarios a cambio de favores sexuales. […] Si no lo remediamos Noelia va a morir impunemente en la cárcel, sumándose a la lista de los cientos de asesinatos estatales encubiertos. Le queda poco tiempo. Dejemos de mirar hacia otro lado y ser cómplices pasivos de la situación de l@s miles de pres@s del Estado Español. Nuestra lucha por Noelia es la lucha por tod@s ell@s. NOELIA COTELO, LIBERTAD YA”.
Hay que añadir que el 54% de las internas se hallan recluidas en centros penitenciarios muy alejados de su comunidad autónoma. La situación se hace más insoportable cuando son madres, pues sólo existen tres Unidades de Madres en todo el Estado. Noelia no saldrá de prisión hasta 2017, lo cual significa que pasará nueve años entre rejas, la mayor parte del tiempo en una celda de tres metros cuadrados, aislada y sometida a vejaciones físicas y psicológicas. En comunicado público, Noelia ha denunciado su situación: “…no soy una presa torturada, sino otra presa torturada en este supuesto país de derecho y democrático. […] Valiéndose del término abstracto “reinserción” me mantienen 23 horas diarias encerrada en una mazmorra de 3 metros cuadrados. Debiendo salir a un patio similar a una jaula donde apenas da el sol y por supuesto sola, dado que el ilegalizado régimen F.I.E.S. sigue existiendo. Dispersada de mi familia, dispersada de mi tierra y lejos de mis seres queridos. El submundo carcelario del cual nadie habla por temor a no ser creído. […] Este podrido sistema opresor alienta a que los verdugos gocen de impunidad. Sigo viva, pero muchos hermanos y camaradas han sido asesinados vilmente cuando “teóricamente” cumplían condena. Inducción al suicidio por el régimen opresor restringente; agresiones que se les van de las manos y nos matan (luego aparecemos ahorcados como si nos suicidásemos); se nos adultera la metadona para anularnos (y para asesinar de forma blanca, “sobredosis”), se nos humilla, se nos veja y hasta los compas enfermos mueren en las prisiones por no aplicarles el artículo de excarcelación por enfermedad terminal. C .P. Brieva, C.P. Picassent, C. P. Albolote… campos de exterminio y mataderos del estado. Somos 75.000 presos y presas en España, mucho dolor, tortura y sufrimiento (tanto a l@s pres@s como a las familias) por lo cual quiero que los lazos de solidaridad que nos unen hagan presión y se luche por la abolición de la tortura, por la abolición de las cárceles y el régimen FIES y para que nadie más tenga que vivir estas experiencias que nos marcarán de por vida. Aunemos las voces y con el puño en alto luchemos a suerte o a muerte por nuestros derechos y nuestra libertad”.
Noelia ha adquirido conciencia política en la cárcel. Se ha declarado anarquista y no se limita a pedir su libertad, sino el fin de un sistema inhumano e inmoral. Su caso recuerda al de Xosé Tarrio González, autor del libro Huye, hombre, huye. Diario de un preso FIES” (1997). Apodado “Che”, Tarrío nació en A Coruña en 1968. Creció en un hogar desestructurado, con un padre alcohólico y una madre que trabajó duramente para mantener a sus cinco hijos. Xosé pasó buena parte de su niñez y adolescencia en centros de menores, cumpliendo condenas por pequeños delitos. Se engancha a la heroína y en 1987 ingresa en la cárcel para cumplir una pena de dos años, cuatro meses y un día por robo. Sus enfrentamientos con los funcionarios de prisiones se transforman en 71 años de penas firmes y una condena adicional de 100. Clasificado como preso FIES, participa en fugas y motines. Poco a poco, adquiere conciencia política y comienza a escribir, huyendo del ambiente de represión y embrutecimiento de la cárcel. Se hace anarquista y pide unidad entre los diferentes movimientos que luchan contra el capitalismo. Xosé pasó 17 años en prisión, 12 en régimen de aislamiento. Nunca accedió al tercer grado por su continuo enfrentamiento con el sistema penitenciario. Denunció que las drogas circulaban libremente por las cárceles para adormecer las conciencias y fomentar la sumisión. Su visión de las drogas coincide con la de las voces que han apuntado su papel desmovilizador y han señalado la complicidad de las instituciones con el narcotráfico. No es un secreto que durante la crisis de las hipotecas subprime, Wall Street resolvió sus problemas de liquidez con dinero procedente del mundo de la droga. “Si sigues la pista del dinero –comenta uno de los personajes de The wire-, nunca sabes donde acabarás”. En la famosa serie de David Simon y Ed Burns, el dinero acaba en el bolsillo de un senador. Desgraciadamente, no es una licencia artística, sino el reflejo de un sistema con una podredumbre estructural.
Xosé salió de prisión año y medio después de lo que le correspondía, pues no se aplicó el principio de fusionar las penas, demorando deliberadamente su excarcelación. Sólo se le dejó en libertad después de sufrir un infarto cerebral, que inicialmente se diagnosticó como simple gripe. Murió el 2 de enero de 2005, después de soportar una penosa agonía en varios hospitales. La noticia provocó ira e indignación. Se produjeron manifestaciones y en Barcelona se arrojaron cócteles Molotov contra varias entidades bancarias. El 3 de enero de 2009 se celebró en Madrid un homenaje a su memoria. Familiares y amigos inauguraron simbólicamente la plaza Xosé Tarrio en el cruce de la calle Calvario con Ministriles (cerca de las plazas de Tirso de Molina y Lavapiés). El Ayuntamiento de Madrid ha retirado las placas en varias ocasiones, pero el lugar ya es un escenario de encuentro, donde se celebran actividades lúdicas y culturales. Al final de Huye, hombre, huye, Tarrío escribió: “Siempre he creído en el ser humano libre e independiente, no en las instituciones. Espero que estas letras sean de alguna ayuda y puedan salvar al menos una esperanza, alimentar una utopía (la sustitución de las cárceles por colegios, por ejemplo) o evitar alguna injusticia contra cualquier hombre o mujer, en cualquier lugar del mundo, en un futuro inmediato que voraz me sucede. Ojalá que sirvan para evitar que cualquier niño de barrio venga a ocupar la celda que deje libre una vez la prisión escupa mi cadáver, y para el cual ya se están forjando nuevos grilletes. Si fuese así me sentiría satisfecho, feliz. Pero mientras se avecina el futuro preñado de sucesos que todavía han de ver la luz, mi bolígrafo murmura entre las frías paredes de esta fría tumba de cemento, edificada sobre vuestra fría conciencia. Murmullos que erizan el vello y ante los que también siento frío, un frío moral y humano… No dejaré que maten mis sentimientos ni mis opiniones, ni apagar mis gritos ni mi sentirme niño ni la libertad que siento palpitar dentro de mí. No permitiré que encadenen mis valores con mentiras: ellos constituyen la sal de mi existencia, mi alimento. No soy un gemido: soy un grito de guerra desde la interminable noche de las tinieblas carcelarias”.
Espero que Noelia recupere la libertad cuanto antes y que su historia nos sirva para reflexionar sobre la necesidad de un cambio social profundo, donde la escuela no sea la antesala del mercado laboral, sino un espacio de crecimiento personal, orientado hacia la solidaridad, la dignidad y la libertad, y las cárceles desaparezcan, pues en su interior sólo prosperan la violencia, la corrupción y la desesperanza. Nadie se rehabilita entre los muros de una prisión, pues esos muros no se levantan para proteger a la sociedad, sino para advertir que cualquiera puede ser humillado, apaleado, alejado de su hogar y privado de su libertad. En una sociedad igualitaria, los delitos no desaparecían, pero disminuirán drásticamente y se apostaría por la reeducación y no por la dispersión, la represión y la tortura. Rosa Luxemburgo escribió: “La revolución proletaria debería arrojar un rayo de bondad para iluminar la triste vida de las prisiones, disminuir las sentencias draconianas, abolir los bárbaros castigos -las cadenas y azotes- mejorar en lo posible la atención médica, la alimentación y las condiciones de trabajo. ¡Es una cuestión de honor!”. Desgraciadamente, la barbarie capitalista sigue imponiendo sus reglas y las cárceles continúan ultrajando la dignidad del ser humano.