Lucha de clases
Miguel Sánchez-Ostiz*. LQSomos. Diciembre 2014
Aznar ha dicho que “si en España se apuesta por la lucha de clases el fracaso está servido”. Lo ha dicho con la autoridad moral que da el haber perdido la querella criminal que interpuso contra El País, periódico que le acusaba de haber cobrado sobresueldos, más incluso que la que le confiere el ser expresidente de Gobierno bajo cuyo mandato el negocio bancario unido al especulación inmobiliaria alcanzó cotas de delirio puro. Fue él y no otro quien inspiró el que con nuestro frío y nuestra salud se pudiera hacer negocio convirtiendo lo fundamental de la Constitución en papel de letrina.
Por cierto, que ese cobro de sobresueldos no tuvo consecuencia alguna. Quedémonos con que era un mínimo botón de muestra de una forma de hacer política basada en la indecencia y con nuestro eterno palmo de narices porque aquí parece que de una manera u otra estamos condenados a vernos burlados.
Tiene guasa que quien hable de lucha de clases sea un activo y conspicuo representante de la clase social que, en lugar de crear riqueza para el conjunto de la ciudadanía, ha saqueado un país a límites que todavía desconocemos, y que se ha lucrado dentro y fuera de las fronteras nacionales con actividades cuando menos indecentes. Lo digo porque entre otras cosas no sabemos cuáles van a ser las consecuencias reales del asalto a la caja de pensiones ni cómo nos va a afectar en lo personal el rescate bancario. Este es el personajillo que mintió para meter al país en una guerra de agresión injusta y que ahora alerta del grave peligro de la “igualdad en la pobreza o el nacionalismo radical”. Estaremos en manos de tontos malvados, pero lo cierto es que tanto él con sus FAES como el PP en su conjunto son quienes han practicado el nacionalismo radical sostenido por un régimen policiaco y quien nos empuja a igualarnos en la pobreza.
Así las cosas, a la ministra de Sanidad, la del Jaguar en el garaje -“Ana Mato, jaguar you”-, la han dimitido un día antes de que el Presidente de Gobierno se presentara en el Congreso para entablar un falso debate, o cuando menos amañado, sobre la corrupción nacional, que transcurrió salpicado de despropósitos circenses. De nada sirve mentir como se respira, de forma persistente, obcecada, inmoral, porque esa mentira es ya una forma de vida que ha ido calando en la sociedad española de tal modo que me temo va a hacer cualquier regeneración imposible. Se ha convertido en la más identificable seña de identidad nacional.
En opinión de Rajoy la corrupción no es generalizada, pero tiene encausados penalmente a alrededor de 1.000, que se dice pronto, 1.000 cargos o ex cargos públicos directa o indirectamente relacionados con el Partido Popular. Y la cifra va en aumento. La trama Gürtel también le toca a él, y desde luego los papeles de Bárcenas y la financiación clamorosa del Partido Popular con dinero negro, algo que en cualquier otro país de la Unión Europea habría dejado fuera del juego político al partido que así hubiese actuado.
La ministra de Sanidad llevaba diez años, diez, acusada de haberse lucrado de la trama Gürtel y ha persistido en su cargo público con plena conciencia de haberse beneficiado de actos delictivos, hasta que ha sido formalmente imputada. Es decir que este está siendo el Gobierno de los corruptos… aunque decirlo una vez más de nada sirva.
Y volviendo a Aznar, el mentor, socio o cómplice de Rajoy en esta ruina nacional, dice que la lucha de clases es un peligro. En efecto, ese es un gran peligro, porque no la hay, solo hay una clase que domina y somete a otra que si no ha perdido su conciencia de clase sometida, poco le falta porque ha sido despojada de cualquier sistema de defensa eficaz de sus intereses materiales y sus derechos civiles. No se trata de revancha, como se ha dicho con ánimo de que se mantenga el actual estado de cosas y solo cambien los nombres de la casta patricia que ocupa los sillones parlamentarios, sino de reconquistar los derechos y bienes sociales perdidos, de un verdadero cambio social y político que solo puede darse de verdad con ruptura, y cuanto más radical mejor.