Manuel Ugarte y su lucha conceptual por la unidad latinoamericana

Manuel Ugarte y su lucha conceptual por la unidad latinoamericana

Por Daniel Alberto Chiarenza*

27 de febrero de 1875: nacimiento del pensador socialista y popular Manuel Ugarte

Manuel Baldomero Ugarte: escritor, diplomático y pensador socialista. Nació en el porteño barrio de Flores. Su familia podría ser considerada “acomodada”; realizó su secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

Con el concurso de sus padres editó sus primeras poesías y en 1897, en París, continuó sus estudios. Abrevó en la sociología y la filosofía. Vivió de cerca el Caso Dreyfus, sobre el cual escribió –golpeado por el componente de espionaje y antisemitismo del proceso-, teniendo así su primera aproximación a la política.

En 1898 Estados Unidos interviene en Cuba. Ugarte repudió el hecho como otros latinoamericanos, despertando su interés por la temática social, de allí su acercamiento al socialismo. Admiraba a Jean Jaurés.

Viajó a Nueva York donde percibió claramente la vocación expansionista que predominaba en la política estadounidense y que América Latina era el principal objetivo de conquista. Se le reveló cómo Estados Unidos se había apropiado de territorios en detrimento de los países vecinos, pero… su voracidad por incorporar patrimonios ajenos no había sido saciada.
En el mismo centro de poder imperial, Ugarte consolidó los dos ejes que sustentarían su ideología: el antiimperialismo y la necesidad de construcción de la Unidad Latinoamericana.

Retornó a París y abrazó la causa del socialismo, donde comprende la reivindicación y el sufrimiento de la clase obrera, lo que no entra en contradicción con su nacionalismo latinoamericanista.
Comprende que liberación nacional y liberación social iban juntas.
Se relaciona con intelectuales latinoamericanos residentes en París: Rubén Darío, Amado Nervo y Rufino Blanco Fombona. En 1901 publica en Buenos Aires su artículo El peligro yanqui; denuncia las intervenciones de los Estados Unidos al anexar soberanía territorial mexicana y alertando sobre la hegemonía cultural y económica, la que jugaría un papel más letal que la invasión armada.

Publican otro de sus artículos: La defensa latina; propone la unidad de América Latina y la conformación de los Estados Unidos del Sur. Este fue el fin permanente de su prédica latinoamericanista. Regresó a la Argentina en 1903 y se vinculó al partido socialista, siendo sus referentes José Ingenieros y Alfredo Palacios. Estos jóvenes contrastaban con el conservadurismo que le había impreso el fundador, Juan B. Justo.

En 1904 Ugarte retorna a Europa, como delegado por el socialismo argentino al Congreso de la Segunda Internacional en Ámsterdam.
Reflexionó que el tema más importante del Congreso debió haber sido la posición del socialismo frente al colonialismo, sobre todo en los países colonizadores donde el socialismo contaba con apoyo popular. En cambio, Ugarte observó cómo un delegado holandés hacia una defensa del colonialismo, “como factor de progreso histórico y civilizatorio”. En la Argentina, la prensa oficialista criticó a Ugarte porque “… ha presentado a la Argentina como un país atrasado en el cual la vida del trabajador es penosa por falta de libertad y protección del Estado. La actitud de Ugarte no puede ser más antipatriótica”.

En 1907 Ugarte participó de otro Congreso de la Segunda Internacional, esta vez en Stuttgart, con la presencia de Lenin, Rosa Luxemburgo, Jean Jaurés, Karl Kautsky, Plejánov y otros.
El Congreso tratará dos importantes temas: la posición ante una posible guerra mundial y la actitud ante el colonialismo. La socialdemocracia europea asumió posiciones nacionalistas en defensa de sus respectivos países imperialistas y colonialistas. Henri Van Kol, el delegado holandés, afirmó: “En circunstancias determinadas, la política colonial puede ser obra de civilización”.
Ugarte profundizará el tema de la cuestión nacional, mostrándose contrario conceptualmente a la conducción de los socialistas argentinos. En sus artículos contrapone el patriotismo de un país imperialista o colonialista y el patriotismo de los países oprimidos por el imperialismo, que era el caso de los países latinoamericanos. Para Ugarte el socialismo en Latinoamérica debía tener un carácter nacional que opusiera resistencia al imperialismo anglosajón, adelantando así lo que sería la concepción de la Izquierda Nacional.

En 1909 la polémica llega al máximo en el partido socialista integrado al establishment. En ese año apareció Teoría y práctica de la Historia de Juan B. Justo donde defiende el librecambismo (lo que sería lo mismo que hoy decir neoliberalismo o “libertarismo”), justificando “el carácter civilizador del imperialismo”.
Ugarte concluía su ensayo El porvenir de la América Española. Su pensamiento arraigaba en las tradiciones democráticas y revolucionarias de Iberoamérica. Desentrañó lo destructivo del imperialismo para los países hispanoamericanos y el carácter reaccionario de las oligarquías nativas asociadas al capitalismo foráneo. Comparaba las dos Américas (sajona y latina) concluyendo que sólo la Unión de los pueblos del Sur les permitiría hacer frente a las grandes potencias con apetencias territoriales o económicas sobre estas naciones.

Manuel Ugarte después de su conferencia
«El problema de América» en El Ateneo de Madrid (1911)

El periódico La Vanguardia le contestó: “Muchos han venido agitando la opinión del peligro yanqui. Pero los pueblos no los han escuchado… Y si la propaganda alarmista no encuentra eco en ellos debe ser porque el peligro no existe”. El socialismo argentino defendía al imperialismo con un razonamiento contundente: “Tenemos motivos para creer que la intervención o conquista de las repúblicas de Centroamérica por los Estados Unidos puede ser de beneficios positivos para el adelanto de las mismas”.

Ugarte planifica una gira por el subcontinente para la difusión de sus propuestas. En octubre de 1911 comenzó su periplo por América Latina con la intención de tomar contacto con la realidad y el pueblo que había defendido en sus escritos.
Curiosamente, su primer destino fue La Habana. Es testigo de la intrusión yanqui en la isla. Verificó cómo las clases pudientes de Cuba colaboraban con los invasores, mientras que los humildes desconfiaban, al menos, de esa presencia extraña. El compromiso de Ugarte en Cuba estimuló la adhesión de sectores estudiantiles y populares que luchaban por la auténtica independencia cubana dentro de la integración Latinoamericana. Pasó brevemente por Santo Domingo; dictó conferencias y se relacionó con los intelectuales de esa sociedad caribeña.
En un México sublevado, se entrevistó con el presidente Madero, de quien emite juicios críticos por su escaso interés en atacar los intereses yanquis.

A pesar de todas las trabas opositoras reaccionarias, Ugarte logró dar su conferencia con mucho público. Denostó al imperialismo y abogó por la Unidad de América Latina.
En 1912 llegó a Guatemala. El ministro de Relaciones Exteriores le dijo que podía exponer sobre literatura, pero no podría manifestarse contra los Estados Unidos. En El Salvador le hicieron saber que su presencia no era de su agrado, debido a la visita de Mr. Philander Knox (secretario de Estado yanqui).
Fue a Honduras, donde realizó sus discursos: “…lo que he venido reclamando sin tregua, ha sido justicia para las repúblicas hermanas que se ahogan bajo la avalancha del imperialismo…”.
El gobierno salvadoreño, luego, permitió la visita de Ugarte, después de la partida del secretario Knox. Recibido por una cálida manifestación de apoyo, integrada por estudiantes y obreros. Pero, el presidente Araujo prohibió su conferencia sobre “América Latina ante el imperialismo”. La prohibición provocó que la juventud estudiantil se manifestara contra la censura. El reclamo tuvo éxito y la disertación se realizó en la Federación Obrera.

En Nicaragua, país al que el imperialismo estadounidense tenía absolutamente sometido: las aduanas se encontraban en manos de funcionarios yanquis y los puertos nicaragüenses habían sido bombardeados por los marines. Ni bien llegó a la patria de Rubén Darío, el jefe de policía le expresó que no podía ingresar al país. Ugarte se valió de los obreros portuarios para hacer llegar un mensaje a los nicaragüenses: “Al cerrar la puertas del país al escritor de la misma raza que habla la misma lengua y que defiende los intereses comunes de los latinos del Nuevo Mundo, después de haber recibido poco menos que de rodillas al representante de la nación conquistadora, el gobierno ha puesto en evidencia los compromisos que lo ligan con el extranjero”.
Arribó a Costa Rica. Hubo conflicto. Realizó declaraciones a un diario, pero, por la censura del gobierno, no fueron publicadas. Fue recibido por una entusiasta manifestación.
Se dijo “¿y por qué no?” y fue a los Estados Unidos. Criticó a la política imperial de ese país. Las anexiones de los Estados mexicanos, la invención de la República de Panamá -amputada de Colombia- para construir el Canal y cada una de las tropelías yanquis fueron recordadas por Ugarte en el seno mismo del imperio.

Manuel Ugarte en el Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (1913). Fuente: Norberto Galasso. Manuel Ugarte y la unidad latinoamericana. Buenos Aires: Colihue (Grandes biografías), 2012, p. 104

Quería llegar a Panamá. Se entrevistó con el presidente, quién sinceramente le reconoció su imposibilidad de fijar las políticas nacionales porque toda la economía estaba en poder de los yanquis.
En Venezuela fue recibido entusiastamente por los manifestantes populares. Hizo un homenaje ante la tumba de Bolívar donde convocó a seguir el camino de los libertadores San Martín y Bolívar.
Tocó Colombia en noviembre de 1912. En Bogotá habló ante diez mil personas. Ecuador también le brindó una cálida recepción en el teatro de Guayaquil. Grita ante 3.000 concurrentes su fórmula de rigor: “Unámonos”. Ese mismo reclamo se escuchó en Quito, junto al imperativo verbal: “América Latina para los Latinoamericanos”.

En Perú colocó flores ante los monumentos de Bolívar y San Martín. Casi 4.000 personas se reunieron para escucharlo. Aquí explicó que su nación es América Latina y que si uno de los países que la integran se encuentra en peligro, todos lo estaban.

En Estados Unidos el presidente Taft es sucedido por Wilson. Ugarte dio a publicidad una Carta Abierta al presidente de los Estados Unidos, donde detalla los desbordes imperialistas efectuados por ese país en pocos años.

En Bolivia se reconfortó por el espíritu nacional que prevalecía en ese país. Su discurso en La Paz fue interrumpido por numerosas ovaciones de un público enfervorizado. El embajador norteamericano lo criticó duramente y Ugarte, sin dudarlo, le envía los padrinos para batirse a duelo. La intervención del embajador argentino evitó el lance.
En su paso por Chile fue agraviado por la prensa amarilla local. Aunque alcanza una gran repercusión entre los sectores populares. Cuando llega a Buenos Aires, después de esta gira triunfal por Hispanoamérica, pocos amigos le quedaban.

La Vanguardia desató una campaña contra Manuel Ugarte en la que se decían cosas como: “viene empapado de barbarie, pueblos de escasa cultura, países de rudimentaria civilización…”.

En Montevideo homenajeó al gran patriota latinoamericano José Artigas, contradiciendo el punto de vista liberal de la historia rioplatense que siempre había visto a Artigas como un simple “cuatrero”.
En Paraguay tuvo un gran recibimiento de los jóvenes. Retornó a Buenos Aires.
El partido socialista lo expulsa, aduciendo el intento de Ugarte de batirse a duelo.
La carta de renuncia de Ugarte explicó las diferencias que lo separaban de ese partido: cuestionó su posición militarista, su inclinación antirreligiosa (sin discriminar las creencias) y él se declaró partidario de la democratización de la propiedad. Rechaza la enemistad del socialismo ¿argentino? con el concepto de Nación.

En 1914 surgió, alentada por Ugarte, la Asociación Latinoamericana, consecuencia de las movilizaciones populares contra la intervención yanqui en México.
Comenzaba la Primera Guerra Mundial. La Asociación Latinoamericana exigía que los yacimientos petrolíferos descubiertos en Comodoro Rivadavia quedaran en manos estatales y no fueran entregados a monopolios extranjeros.

En 1915 Ugarte comienza a dirigir el periódico La Patria. Sus objetivos son: defender la industria nacional, combatir los monopolios, oponerse al imperialismo y bregar por una reforma cultural.
Argentina era una semicolonia de Inglaterra. La Patria denunció la agresividad de Inglaterra y lo lesivo que era para nuestro país que el ferrocarril estuviera en manos de la pérfida Albión.

El 12 de octubre de 1916 el primer gobierno producto de una elección popular, con limitaciones, irrumpió en la Argentina representado por Yrigoyen. Ugarte no confió en él. Sólo veía con simpatía la neutralidad de Yrigoyen en política internacional.
La actitud neutralista le valió el enfriamiento de popularidad dentro del estudiantado.

1918 fue el año de la Reforma Universitaria, movimiento estudiantil que cambió el carácter exclusivista de la educación argentina, planteando su democratización, a la vez que enaltecía banderas latinoamericanas y antiimperialistas. Estos muchachos simpatizaban con Ugarte.

Presenció el festejo de las clases dominantes de Buenos Aires por el triunfo de los aliados. Manuel Ugarte, en 1919, ya había tomado una resolución: trasladarse a Madrid.

El 19 de julio de 1922 apareció uno de sus libros más importantes: Mi campaña hispanoamericana y, al poco tiempo, otro de igual calidad intelectual: La Patria Grande.

A fines de 1923 publica El destino de un continente, un relato detallado de su periplo por América Latina.

Una nueva invasión yanqui a Nicaragua, volvió a indignar a Ugarte. Los antiimperialistas consecuentes le solicitaron su opinión. Tiene correspondencia con Haya de La Torre y Mariátegui en Perú, y con el (aún postergado) partido nacionalista de Puerto Rico.
Cuando Augusto César Sandino, al frente de su ejército campesino, enfrentó la invasión estadounidense a Nicaragua, Ugarte expresó toda su admiración y apoyo al “General de hombres libres”. Señaló entonces: “El general Sandino ha puesto en acción el pensamiento que yo defiendo desde hace 20 años”.

Con el derrocamiento de Yrigoyen, su situación se hizo más delicada, Ugarte recibió una carta de Sandino quien le expresó: “Su nombre, señor Ugarte, hace mucho tiempo que es familiar entre nosotros y sus escritos por uno u otro motivo, siempre nos llegan y nos han servido de estímulo en nuestra gran jornada libertaria de siete años, que apenas son las preliminares de la gran batalla espiritual, moral y material que Indoamérica, por su independencia, tiene que empeñar contra sus tutores Doña Monroe y el Tío Sam, y probarles que nuestros pueblos han llegado a su mayoría de edad”.

En la Argentina de la Década Infame, los suicidios de sus viejos amigos como Lugones, Horacio Quiroga, De la Torre y Alfonsina sacudieron su espíritu.
Abandonó Buenos Aires y se instaló en Viña del Mar, Chile, colaborando con varios diarios de ese país con artículos literarios.

Ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, nuevamente sentará posición favorable a la neutralidad señalando que no está ni con Francia, ni con Alemania sino con América Latina.

Luego del triunfo electoral del peronismo el 24 de febrero de 1946 decidió el regreso a su patria. El 31 de mayo Ernesto Palacio lo acompañó a la Casa Rosada para presentarlo al presidente. Tanto Perón como Ugarte simpatizaron instantánea y recíprocamente.

En septiembre de 1946 fue designado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario en México. Por primera vez en la Argentina, obtenía un reconocimiento oficial de su capacidad y su lucha –cuando vivimos en tiempos en que con una Embajada o un cargo en un gobierno reaccionario se paga la traición del beneficiado por ese manco favor-.

En 1948, tuvo algunas diferencias con el personal diplomático de la embajada en México, es designado en Nicaragua, permaneció poco tiempo y en 1949 fue nombrado embajador en Cuba.

Ante el reemplazo del Ministro de Relaciones Exteriores, Atilio Bramuglia, y roces con los nuevos funcionarios, Ugarte presentó la renuncia y envió una carta a Perón, señalando algunas diferencias por los cambios sucedidos en la Cancillería, sin por eso dejar de apoyar al gobierno nacional y popular.

En noviembre de 1951 retornó a Buenos Aires con un sólo objetivo: votar por la reelección del Perón. Luego de la reelección del presidente regresó a Madrid donde permaneció unos pocos días para instalarse nuevamente en Niza, donde falleció, en circunstancias nada claras, el 2 de diciembre.

* Desde Burzaco (Buenos Aires). Daniel Alberto Chiarenza redactó unos 200 fascículos dirigidos por Don Pepe Rosa. Colaboró, desde la apertura democrática en 1983, con publicaciones como NotiLomas, Buenos Aires/17 y Volver a las fuentes. Comunicador de temas históricos en radios locales: FM Ciudades, FMB, AM 1580, FM Sueños. Relator de las Comisiones de Identidad Bonaerense, y otras en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Redactor en los periódicos InfoRegión y La Unión. Docente jubilado, regente y director del Instituto Lomas y profesor de Adultos. Es autor de los libros Historia general de la provincia de Buenos Aires (1998); El olvidado de Belém: vida y obra de Ramón Carrillo (2005); Ramón Carrillo: vida y obra del ilustre santiagueño; Historia Popular de Burzaco T. 1 (2009); Santiago del Estero-Belém do Pará. Una vida, un destino: Ramón Carrillo (2010); El Jazz Nacional y Popular (2017). Más artículos del autor

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