MARXimizando el Sistema Bancario
Tania Pasca Parrilla*. LQS. Junio 2021
Ilustraciones de J. Kalvellido
Rocío y su familia no tienen ninguna propiedad inmobiliaria a su nombre, pero tampoco ninguna deuda. Viven al día de su trabajo asalariado que les permite vivir con dificultades, pero tampoco les ahogan los préstamos. Carolina y su familia sí tienen una propiedad inmobiliaria la cual van pagando regularmente a un banco la devolución del préstamo a 30 años que pidieron. Viven con lo justo, también gracias al trabajo asalariado, que tampoco les da para muchas alegrías pero que les permite pagar la hipoteca. Maite y su familia, que ahora se alojan en el piso de un familiar, fueron desahuciadas de su casa al no poder hacer frente a las deudas contraídas con una entidad bancaria a pesar de tener un trabajo asalariado cuyos ingresos no eran suficientes para pagarlas porque todos los ingresos eran destinados a la supervivencia familiar.
Las tres mujeres tienen domiciliadas sus nóminas y sus recibos de luz, agua, telefonía e internet en distintas entidades bancarias. Las tres pagan el IVA de cada barra de pan, leche o aceite que compran y además les retienen el correspondiente IRPF cada mes de su nómina. Ciudadanas que han aceptado sin remedio las reglas del juego dictadas por el capital, la burguesía y su burocracia. Ellas, solo tienen deberes como clientas del banco e intentan no despertar la ira de la maquinaria financiera por si, unilateralmente, les cambian las condiciones contractuales y empeoran las cláusulas, así que procuran pasar de puntillas ante quienes tienen el poder de obligarlas a pagar comisiones abusivas, intereses desproporcionados o a expulsarlas directamente de su hogar y del sistema.
La banca, esa figura que lo mismo juega con dinero público, privado o inventado pulsando unas teclas del ordenador, que ejecuta sentencias de desahucio, suele además utilizar para confundirnos un argot incomprensible para muchas personas incorporando expresiones odiosas tales como “tiene usted un préstamo pre-concedido sin intereses los tres primeros meses y amortizable bla bla bla, y más adelante puede usted realizar una novación…y con la subrogación tiene tres meses de seguro dental…”, ejerciendo sobre nosotras un mecanismo agresivo pasivo, haciéndonos sentir cómplices y partícipes de auténticas “gangas financieras” a la vez que nos toman por cretinas y totalmente manipulables. El mundo capitalista ha facilitado ese entramado absurdo y no precisamente para proporcionarnos progreso y tecnología que simplifiquen las operaciones de lo cotidiano, sino que nos conducen a una suerte de susto o muerte.
El sistema capitalista lleva por bandera la doctrina de la competitividad, que es escudo y excusa para atacar la soberanía económica de todo un país, en aras de la eficacia, la eficiencia y la rentabilidad de los recursos, pero esto mismo no es aplicado en el sistema bancario, donde las condiciones contractuales para los parias de la tierra son exactamente igual en una entidad que en otra, porque además, y siguiendo su propia doctrina de la expansión sin límites, los bancos se acaban devorando unos a otros erigiéndose así en grandes monstruos económicos que acaparan todo tipo de negocios que van desde seguros de vida a ligas de fútbol, en un perfecto bucle apisonador que nos envuelve a todas haciéndonos clientas fijas y forzadas, pues todas nuestras formas de pago de facturas y fuentes de ingreso y sustento, como la nómina, subsidio, prestación por desempleo o pensiones, pasan necesariamente por la cuenta bancaria.
Para el sistema capitalista, Rocío, Carolina y Maite son meros objetos y uno de los mecanismos represivos de la burguesía es precisamente el poder que la banca ejerce contra ellas, teniéndolas sometidas en cada franja de sus vidas; si tienen deudas que no pueden pagar absorberán todos sus bienes y los de sus familias, y si no las tienen se afanarán para que las tengan, ofreciéndoles préstamos y productos financieros que respaldarán con todos sus bienes presentes y futuros con unos intereses que naturalmente son una coacción e imponiéndoles además comisiones de manera arbitraria.
Ante este escenario, ¿es una solución la Banca pública? Sería lo más razonable, pero mientras los Estados sigan de rodillas y doblegados ante el capital, el sueño de la Banca pública seguirá siendo papel mojado.
– Cronología con todos los relatos: MARXimizando
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