Se cumplen 50 años en estos días de agosto de la edición de un clásico absolutamente imperecedero de la historia del rock americano en general y del southern rock en particular: “Brothers And Sisters” de The Allman Brothers Band
Este disco supuso a la vez la cima de la carrera y el primer paso hacia el abismo para The Allman Brothers Band. Fue lanzado tras dos tragedias sucedidas con un año de diferencia, que se cobraron la vida de dos de sus miembros fundadores y vio el surgimiento de otro miembro fundador como el principal impulsor del grupo a partir de entonces. Por el lado positivo, este álbum significó el punto de éxito comercial más importante de la banda, manteniendo gran parte de esa genialísima combinación de calidad, sensibilidad y energía que les había convertido en estrellas en los años inmediatamente anteriores. Permaneció durante cinco semanas en la primera posición de la lista de álbumes del Billboard 200 y su single, “Ramblin’ Man” alcanzó el segundo puesto del Billboard Hot 100. En el lado negativo, este éxito marcó el comienzo de una era de dispersión en la que la banda se alejó del enfoque centrado en la música de sus primeros álbumes y comenzó a producir, como dijo su batería Butch Trucks “discos exitosos y egos estúpidos que nos destrozaron a todos”.
Al igual que con el álbum anterior del grupo, “Eat a Peach”, el mítico guitarrista Duanne Allman falleció en un accidente de motocicleta mientras el disco aún estaba grabándose. El bajista Berry Oakley tocó en las dos primeras pistas de “Brothers And Sisters” antes de morir trágicamente el 11 de noviembre de 1972 por las heridas que sufrió en otro accidente de motocicleta, sucedido además como si de una maldición se tratase, en las inmediaciones de la calle en la que había muerto Duanne. Lamar Williams reemplazó a Oakley en el bajo por el resto de la sesión de grabación del álbum.
Más que cualquier otro miembro del grupo, el guitarrista Dickey Betts asumió el liderazgo y con toda seguridad consciente de ello, brilla con luz propia en este álbum, firmando como compositor cinco de las siete pistas y manteniendo la excelencia de su guitarra en todo momento. Dickey Betts y Duanne Allman habían establecido un tándem como guitarristas perfectamente armonizado durante los primeros años de la banda, y tras la muerte de Duane Allman, Betts se convirtió en el único guitarrista del grupo, practicando constantemente la guitarra slide para cubrir la mayoría de las partes de su antiguo compañero. Dirigida por Betts, la banda construyó un álbum de rock accesible, comercial si se quiere, pero con un sonido nítido que fusiona su estilo único de rock con dosis de country, blues y funk tan espectacular como irrepetible.
“Brothers And Sisters” se grabó entre el 16 de octubre y el 22 de diciembre de 1972 en los Capricorn Studios de Macon, Georgia, con el siguiente line-up: Greg Allman al piano, teclados y voz, Dickey Betts guitarras y voz, Berry Oakley y Lamar Williams en el bajo, Butch Trucks en la batería y Chuck Leavell en los teclados. Como colaboradores eventuales, en diversas fases de la grabación también participaron Les Dudek y Tommy Talton como guitarristas acústicos.
Cuando un álbum como este se escucha ahora, a los 50 años de su edición –lo estoy haciendo en el momento de escribir este artículo- se entiende perfectamente por qué ha superado la prueba de tiempo; “Brothers And Sisters” es un disco que destila genuino espíritu rock, esencia blues, corazón country, música grandiosa en estado puro a cargo de unos músicos tocados en aquel otoño de 1972 por un estado de inspiración desbordante.
Si se analiza tema a tema, creo sinceramente que pocos argumentos en contra pueden oponerse. “Wasted Words” de Gregg Allman abre el álbum como una melodía perfecta de “outlaw country” con los riffs de guitarra de Betts burlándose de la melodía vocal y acompañados por un agradable piano puro estilo honky tonk, lo que lo convierte en una excelente tarjeta de presentación de “Brothers and Sisters”, que sigue con uno de los clásicos por definición del disco, la maravillosa “Ramblin’ Man” que de lejos es la canción más popular de este álbum y el único Top Ten de la carrera de la banda. Para la historia, esta fue la última canción que grabó Berry Oakley con los Allman Brothers.
“Come and Go Blues” es un magnífico blues-rock contaminado de funk cuyo inmenso piano lo convierte en toda una masterpiece en la que la batería y la percusión es verdaderamente genial. “Jelly Jelly” y “Southbound” son dos composiciones en las que el blues y el rock atravesado de funk con pinceladas boogie, no están tal vez a la altura de los clásicos mencionados, pero mantienen todo el disco en un nivel de excelencia indiscutible.
Palabras mayores. “Jessica” es pura inspiración de Dickey Betts, encabezado por el riff característico armonizado de tres partes donde el guitarrista se une a Allman en el órgano Hammond y a Chuck Leavell en el piano eléctrico Fender Rhodes. Más tarde, Leavell toca el piano durante una intensa y larga parte central, que también incluye otra gran sección principal de Betts. Una de las improvisaciones más logradas en la historia del rock, una canción que es realmente una última mirada retrospectiva a la música monumental que construyó esta banda a finales de los años 60. Les Dudek toca la guitarra acústica en este tema que lleva el nombre de la hija de Betts, que entonces tenía dos años. “Pony Boy” comienza como un blues escorado hacia el rock sureño puro antes de transformarse en un ritmo de bluegrass. Cantada por Betts, quien proporciona la guitarra acústica slide y está acompañada por un piano y un ritmo de batería country en una gran improvisación que nos lleva a la conclusión adecuada para el álbum.
Sobre el enorme impacto comercial que supuso este disco ya hemos hablado, así como del hecho de que este álbum les hizo en gran medida, morir de éxito. Pero para terminar este artículo, más allá de datos, cifras, declaraciones en la prensa o los recursos habituales que la canalla periodística manejamos, y volviendo a escuchar “Brothers And Sisters”, no puedo dejar de compartir mis sensaciones. Rock sureño que quema en la garganta como un trago de bourbon, sentimiento que se transmite en sus impresionantes blues y en los que el espíritu de Duanne Allman y Berry Oakley se hace presente y canciones que 50 años después, no han envejecido ni han quedado obsoletas. Se lo garantizo. Hagan la prueba, les aseguro que me lo agradecerán.
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