Mentir, engañar y “perder el oremus”
Por Lluís-Ignasi Pastrana Icart*.
Aunque me confieso ignorante lingüísticamente y no miento ni pretendo engañar a nadie cuando hago esta afirmación, entiendo que mentir y engañar no quieren decir lo mismo, aunque pueda parecer que sí. Mientras que el DIEC define mentir como “una aserción, consciente y voluntaria, contraria a la verdad”; engañar lo define como “hacer caer en error con una falsa apariencia o inducir a error con artificio, perfidia”. Generalmente, quien miente lo hace intencionadamente, con una finalidad, busca la credibilidad, no miente por el simple gusto de mentir. Por tanto, mentir (con consciencia y voluntad) acaba siendo el “instrumento” que se utiliza para el objetivo o la finalidad, que no es otra que la de engañar.
He comenzado hablando de estos dos términos porque me permiten explicar con claridad la actividad principal que, durante los últimos años, han llevado a cabo los llamados partidos independentistas, ERC y JuntsXCat. Nos han mentido de forma reiterada con el objetivo de engañarnos. Esta ha sido y sigue siendo la estrategia para mantenerse en el poder y vivir de la política, embolsándose grandes sueldos, además de complementos correspondientes a dietas, viajes, cargos y asistencia a las comisiones del Parlament, grandes jubilaciones y premios a la hora de jubilarse. Y por si fuera poco, algunos de ellos, quizá, todavía aprovechan influencias directas o indirectas o informaciones privilegiadas para percibir jugosas comisiones o generosos regalos. Y qué decir de las puertas giratorias (todo ello presuntamente, claro). Y no hay duda de que todo lo que se ha dicho, con toda seguridad, también lo podríamos hacer extensivo al resto de partidos con representación en las instituciones y muy probablemente también a algunos sindicatos y sus cargos, vinculados a determinados partidos (y todo ello también, presuntamente).
Pero por suerte, los últimos acontecimientos nos pueden llevar a pensar que buena parte de la ciudadanía ya ha empezado a olerse todo lo dicho anteriormente; como también ha visto que, a diferencia de los partidos, los ciudadanos fuimos quienes apostamos por jugárnosla e ir a por todas para conseguir la República y la independencia; y también ha ido percibiendo, inequívocamente, las mentiras y los engaños consumados respecto de la verdadera no voluntad de los partidos a la hora de conseguir la República y la independencia. Y todo esto es clave para entender por qué más de medio millón de ciudadanos, en las elecciones municipales del 28 de mayo, conscientemente decidieron flagelarse, votando nulo o absteniéndose de ejercer su derecho al voto, antes que flagelarse aún más votando a ciegas y con la nariz tapada para no sentirse culpables del ascenso de la derecha y de la extrema derecha.
Pero ¿debemos sentirnos culpables de lo que no es culpa nuestra, sino de otros?, ¿cuando son, precisamente, las nefastas políticas de los autodenominados partidos independentistas, de izquierdas o anticapitalistas, las que nos han impedido votarlos? Los únicos culpables son ellos, que no han sido fieles a la voluntad del pueblo y nos han estado engañando con mentiras para que “no se les viese el plumero”. Ellos son los únicos responsables del ascenso de la derecha (PSC incluido) y de la extrema derecha. Nosotros nos hemos limitado, por motivos de conciencia, a ejercer nuestro derecho a la objeción “electoral”, absteniéndonos de ir a votar o votando nulo.
Quizá alguien pensará, y con toda la razón, que soy demasiado generoso con la CUP, cuando hasta ahora no he hecho referencia a este tercer partido en discordia, también llamado candidatura. Es cierto, pero lo he hecho conscientemente, porque, a pesar de que es seguro que también tiene vividores y que no estoy en disposición de poder afirmar que la CUP y sus representantes no nos han mentido y engañado, sino todo lo contrario, en mi humilde opinión, el problema de fondo, en este caso, no son tanto las mentiras y los engaños por su parte, que también, sino que la CUP y sus representantes creo que han perdido el norte o, quizá, utilizando una expresión que hace tiempo que no oía y que creo que define meridianamente el problema, “han perdido el oremus”. Joan Amades i Gelats, en el “Refranyer català comentat”, p. 196. Editorial Selecta-Catalonia, define este refrán como “desorientarse, perder la seguridad de algo. […]. Equivale a perder el punto de lo que hay que hacer, no saber cómo seguir.” (la negrita es mía). Y eso es, precisamente , lo que creo que le está pasando a la CUP, entre otras consideraciones, claro. Y por eso he querido hacer un punto y aparte.
Sé que mi defensa soterrada, o no tan soterrada, de la abstención y del voto nulo en determinados casos, puede ser tildada de irresponsable, no ya por lo que he comentado de que sea o no la culpable de resultados no deseados, sino porque se me puede decir que esos votos no se traducen en nada, son inútiles. Pues bien, en las últimas elecciones ya ha quedado claro que no es cierto que sean inútiles, sobre todo después de ver los movimientos que se han producido de forma inmediata por parte de determinados partidos y que quizá era uno de los objetivos de quienes nos hemos abstenido o hemos votado nulo. Y si se habla de inútiles en el sentido de que lo único que se consigue es que con menos votos se repartan igualmente todos los escaños en discordia, entonces diría que, precisamente, esa es “la madre del cordero”. En una estricta democracia se hace necesario resolver urgentemente el derecho de los ciudadanos que han votado en blanco, nulo o se han abstenido, a no ser ignorados y a que se les atribuyan los escaños que les correspondan, como a cualquier otra opción que hubiera obtenido la misma cantidad de votos. Por tanto, que queden vacíos en los parlamentos y en los salones de plenos de los ayuntamientos tantos asientos como escaños les correspondan. Esta es la única manera en la que los ciudadanos que han optado por una de estas tres opciones se consideren efectivamente representados en las instituciones y en la que sus votos no se conviertan en algo inútil.
Animo, por tanto, a toda la ciudadanía a seguir haciendo valer su poder en las urnas, votando a las candidaturas o partidos que considere que han sido fieles al mandato del pueblo, o por el contrario, que se abstengan o voten nulo por no sentirse representados por ninguno de ellos. Y, a la vez, también la animo a exigir una ley electoral propia, que prevea que el número de votos nulos, en blanco y abstenciones, estén proporcionalmente representados en las instituciones, con asientos vacíos, como si de cualquier otra candidatura se tratara. Y que si no se llega a una participación del 50 % más uno, se repitan los comicios.
Por último, también quiero animar a los políticos a dimitir y ponerse a trabajar o jubilarse, como todo el mundo, si no son capaces de representar lealmente la voluntad de la ciudadanía, sea por la razón que sea. Son los políticos y sus partidos quienes tienen que representar a la ciudadanía y no el pueblo el que tiene que seguirlos a ellos. Esta es la esencia de la democracia y el único camino para conseguir una verdadera y efectiva representación del pueblo.
Bibliografía:
-Amades i Gelats, Joan. Refranyer català comentat. Editorial Selecta-Catalonia. Barcelona 1951.
-Institut d’Estudis Catalans. DIEC2: Diccionari de la llengua catalana. 2007-2022, 13a edició, novembre del 2022. https://dlc.iec.cat/
-Pàmies i Riudor, Victor . Paremiologia comentada digital. 2020-2023. https://pccd.dites.cat/
-Espinal i Farré, Maria Teresa. Diccionari de sinònims i frases fetes, Universitat Autònoma de Barcelona i Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2004. Versió electrònica en línia desenvolupada per Pere Orga (2018). https://dsff.uab.cat/
* “Silenci… rebel·leu-vos”. Doctor en Derecho Penal y activista social.
Otras notas del autor
– Traducido para LoQueSomos por Leticia Palacios
Nota original: Mentir, enganyar i ‘perdre l’oremus’
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