México: el horror de las trasnacionales porcícolas
Por Silvia Ribeiro*
El 20 de junio pasado, una protesta pacífica de campesinos y campesinas frente a la megafactoría porcícola Granjas Carroll fue baleada y perseguida salvajemente por la policía estatal Fuerza Civil de Veracruz. Dos campesinos jóvenes, los hermanos Jorge y Alberto Cortina Vázquez, fueron asesinados, disparándoles con saña a corta distancia. Dejaron seis niños y niñas huérfanas. Ambos pertenecían al Movimiento en Defensa del Agua en la Cuenca Libres-Oriental, que lucha desde hace años contra la contaminación y el saqueo de agua de esta empresa y otras en la región
En la semana transcurrida desde entonces, pese a muertos y heridos, los campesinos siguen protestando, volvieron a instalar plantones y cerrar la autopista. Exigen justicia y que se vaya la empresa. Entretanto, el gobierno de Veracruz disolvió la Fuerza Civil como tal, cerró provisoria y parcialmente Granjas Carroll, ofreció algunas escasas reparaciones a las familias y aseguró que las autoridades se reunirían con la organización, pero los dejó plantados. Pese a que parecería que el gobierno estatal está tomando medidas, en realidad, señala el Movimiento, la disolución súbita de la Fuerza Civil hará más difícil sentar responsabilidades y seguir la cadena de mando para dejar en claro quien dio la orden de los ataques.
Los pobladores, comunidades y organizaciones de Tlaxcala, Puebla y Veracruz en la Cuenca Libres-Oriental y Valle de Perote sufren y resisten desde hace más de dos décadas la invasión de megagranjas porcícolas, que se suman a otras industrias que contaminan y extraen con impunidad gigantescas cantidades de agua, como Driscoll’s, Audi, Heineken, Iberdrola.
Todas son empresas trasnacionales, que desde hace años se aprovechan de las facilidades de explotar pozos de agua casi sin costo, las bajas o inexistentes regulaciones y fiscalización.
También Granjas Carroll es trasnacional: es controlada en propiedad mayoritaria por Smithfield Foods, la mayor porcícola que actúa en Estados Unidos. A su vez, Smithfield es subsidiaria total de la mayor productora de cerdos a nivel global: el WH Group, de capital privado chino. Una porción minoritaria de Granjas Carroll es de Agroindustrias Unidas de México, que es parte de otro grupo trasnacional: Ecom Trading. Esos son los intereses que defienden los represores y quienes los mandan.
En las megafactorías de cerdos los animales viven hacinados toda su vida, son genéticamente muy uniformes (nada es natural en esas instalaciones), les administran antibióticos toda la vida, para engorde o para enfermedades, los rocian con químicos, por ejemplo glifosato, para matar pestes dentro de los criaderos. Debido a las condiciones de vida los animales tienen sistemas inmunes crónicamente debilitados. La proximidad, la uniformidad genética, el hacinamiento, la baja inmunidad, forman una plataforma ideal para la recombinación de nuevos virus y bacterias. Por ello es desde estas instalaciones que han surgidos nuevas y peligrosas cepas patógenas para humanos y animales, y lo siguen haciendo.
Granjas Carroll ha sido una fuente constante de enfermedad. Por ejemplo, allí comenzó la pandemia de gripe porcina en 2009. En Perote se ubicó al paciente cero de esa pandemia, luego llamada de gripe A H1N1. Pandemia originada por la combinación de virus de gripe porcina, aviar y humana, un trasiego típico de esa zona.
Las infecciones respiratorias de la región son muy frecuentes, denuncia el Movimiento en Defensa del Agua en la Cuenca Libres-Oriental. También el daño a otras actividades, como la apicultura, así como el hostigamiento y hasta desaparición de integrantes del movimiento por sus luchas.
La cantidad masiva de heces de cerdo generadas es una de las principales fuentes de contaminación de agua, suelo y aire. Granjas Carroll cría hasta un millón 800 mil cerdos por año y cada animal produce tres veces más heces que un ser humano. Sería como una población hacinada de más de 5 millones de humanos que produce materias fecales, que van a grandes lagunas de fermentación, donde se mezclan con los químicos y antibióticos que se aplican durante la cría. Ha contaminado los mantos freáticos y contamina la miel que producen apicultores de la región, a quienes por la presencia de residuos fecales en la miel, les han rechazado cosechas.
La lucha de las y los campesinos es contra el saqueo y contaminación de agua, aire y suelo, y por su derecho a estar en su territorio y producir alimentos sanos. Es mucho más que una lucha local, defienden de hecho la salud y el derecho a una alimentación sana para todos y todas. Urge apoyarlos en su demanda de justicia y que se vaya Granjas Carroll.
* Periodista y activista uruguaya, directora para América Latina del Grupo ETC, con sede en México.
“La Jornada”
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