Mi realidad paralela
A estas alturas he decidido vivir en una realidad paralela.
No hago caso a los discursos, me molestan, tan reiterativos, tan siniestros.
No afilo mis versos pa explicar la furia que siento cuando un inútil se dirige al pueblo como si fuéramos infantes camino del cementerio.
Me tapo los oídos y los ojos para evitar pensar en las consecuencias de sus gestos.
Y odio todo lo que tenga que ver con lo correcto.
Es ingenuo pensar que se puede cambiar este infierno desde dentro, se sostiene precisamente porque siempre fue posible la esclavitud y la miseria.
Entonces, los elocuentes que vienen a contarnos que podemos, que juntos podemos hacerlo más tierno, más humano, nos engañan de nuevo. Con alevosía. Con muy mala ostia y ninguna conciencia.
Entonces, los elocuentes que vienen a contarnos que podemos, que juntos podemos hacerlo más tierno, más humano, nos engañan de nuevo. Con alevosía. Con muy mala ostia y ninguna conciencia.
Este sistema nos deja tomar aire de vez en cuando, nos permite vivir la ilusión de un espejismo pero la realidad se arrastra aullando el dolor de sus zarpazos.
Entonces, cuando la gente de bien, trata de convencerme de que esto lo arreglamos entre todos, me siento rara, radical, autista.
Yo no quiero arreglar nada.
Yo no quiero arreglar nada.
Lo que yo quiero es un mundo sencillamente justo y está claro que dentro de este sistema la justicia nunca se escribió con mayúsculas.
Viñeta de J. Kalvellido