Milei: la libertad ¿avanza o retrocede?
Por Daniel Alberto Chiarenza.
¿A qué se refiere Javier Milei, si es que alguien pudiera realmente comprenderlo, cuando alude a la “Libertad Avanza”, o más específicamente aún: a la significación conceptual de “libertad”?
El término socio-cultural LIBERTAD, que él utiliza, parecería no tener nada que ver con su alocado concepto de anarco-libertad (es decir, libertad sin Estado) –aunque, como lo hace, desfachatadamente, poniéndose una peluca de alondras y, poéticamente, describe Ferrer en la piazzollana “Balada para un Loco”- parecería inimputable. ¿Es que hará alusión, únicamente, a la LIBERTAD ECONÓMICA?, la cual –como bien dijo uno de los mayores estadistas del siglo XX ubicado en las antípodas de esa apariencia de libertad individualista, aspiracional y meritócrata- “en el sistema capitalista, la única libertad que tiene el hombre, es la de morirse de hambre”.
Entonces, ¿por qué fastidiará diciendo que su propuesta es “antisistémica”? si en realidad sus nada originales proyectos son los que más están enmarcadas dentro de un sistema capitalista salvaje, sin pasar por el filtro aunque sea de una ficción “alsogaraygueana” de un supuesto y onírico “capitalismo social” e -inclusive-, desde el punto de vista ético-religioso “no cristiano”. Esto es fácilmente advertible, por su entrada en colisión con el humanismo judeo-cristiano, evangélico, budista, hinduista, etc., es decir, contrario a lo que desde tiempos modernos se denominó HUMANISMO ANTROPOCÉNTRICO o el que pone al ser humano como centro de nuestras terrenales y solidarias preocupaciones.
Nada más lejos del término histórico LIBERTAD como los proyectos vociferados por el “hijo putativo de Benny Hill (con perdón del famoso actor inglés)”, pero lo llamamos así, no sólo por el parecido fisonómico sino por su comicidad, puesto que de ninguna manera puede ser tomado en serio.
La base para demostrar lo dicho hasta este momento y pueda ser comprendido en forma sencilla y clara será tomada sustancialmente, aunque no únicamente, de la obra que el notable psicólogo social y filósofo humanista Erich Fromm, quien escribiera en 1947: “El miedo a la libertad”, sobre la soledad moral del hombre contemporáneo y su necesidad cada tanto de rehuir a su verdadera libertad para refugiarse en un Mesías que le promete seguridades y formas violentas para defenderse del mundo exterior y de las sociedades integradoras, no de las expulsivas.
Sólo se intentará explicar a través de un ligero análisis de este excéntrico personaje la razón por la que aparece con la crisis contemporánea de la denominada civilización occidental del siglo XXI, y que no es más que la continuación de sus mesiánicos antepasados del siglo XX: Mussolini, Hitler, Franco, Salazar, etc. y su particular cosmovisión de la libertad del hombre, que no es otra cosa que su negación junto a la de la democracia.
Lo más palpable de esta crisis del mundo contemporáneo es su expresión política que remeda al fascismo original, al clásico (Le Pen, Meloni, Zelenski, Trump, Bolsonaro, el partido Vox, Milei, etc.) y a su correspondiente manifestación socio-cultural: la creciente robotización, despersonalización y automatización en las sociedades post industriales.
Llegamos, entonces, a la conclusión que las decadentes formas sociales anteriormente descritas no son más que formas colectivas de evadir la libertad, a pesar de que suponen cantar himnos a esa falsa libertad que tanto predican. Como los hubiera aleccionado Mariano Moreno en su Decreto de Supresión de Honores del 6 de diciembre de 1810: “La libertad de los pueblos no consiste en palabras ni debe existir en los papeles solamente. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad; y este cántico maquinal es muy compatible con las cadenas, y opresión de los que lo entonan. Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad”.
En esta “sociedad líquida” en la que vivimos –según la conceptualización de Bauman- en la que no se está comprometido con nada para siempre, sino –por el contrario- siempre listo para cambiar la sintonía, las estructuras mentales oponiéndose a la solidez del pasado. Esto implica la autoconciencia de insignificancia personal, una sensación de soledad moral y la resignación de inmolar nuestra propia vida en el altar sagrado de los poderes exteriores y superiores.
Sin embargo la Historia –maestra de vida, según la expresión utilizada por Cicerón- nos enseña cómo el hombre consiguió, a través de un largo proceso en el que superó la esclavitud y la servidumbre, liberarse de los vínculos de ataduras sociales que se daban en las estructuras clasistas clásicas, tradicionales, y concomitantemente fue logrando la potenciación de la condición humana.
La pregunta es: aun invocando como ritual mágico o tribal a la libertad ¿cómo es posible que el hombre-líquido de la actualidad desee, internamente, rehuirla?
En todo esto opera significativamente la problemática de la “falsa conciencia” –en el sentido expresado por Mannheim- haciendo referencia a la falta de adecuación entre la realidad y su antojadiza interpretación por parte de un grupo.
Siguiendo al mencionado Fromm, hay que tener en cuenta a la acertada y severa advertencia por él apreciada: “el fascismo, esa expresión política del miedo a la libertad, no es un fenómeno accidental de un momento de un país determinado, sino que es la manifestación de una crisis profunda que abarca los cimientos mismos de nuestra civilización. Es el resultado de contradicciones que amenazan destruir no solamente la cultura occidental, sino al hombre mismo. Eliminar el peligro del fascismo significa fundamentalmente suprimir aquellas contradicciones en su doble aspecto: estructural y psicológico”.
Es, al menos, curioso escuchar el enaltecimiento de la libertad por sectores que no son los oprimidos –sino por el contrario- son, o fueron, potencialmente y efectivamente opresores.
Desde el ángulo que hoy lo vemos, por las manifestaciones de los “libertarios” a ultranza, paradójicamente y a través del proceso histórico el hombre pareció haber encontrado sus máximas esperanzas de haber hallado una vida mejor en el liberalismo económico, la democracia política y el individualismo personal, cuestiones que hoy parecen pertenecer a un nostálgico pasado en el cual la humanidad parecía haber encontrado su plena realización; aunque nadie pueda realizarse en una comunidad que no está realizada.
La abolición de la dominación exterior que, no siempre, asumía la forma de ESTADO, parecía ser una condición –no sólo necesaria- sino, también, suficiente para el alcanzar el objetivo largamente luchado desde la antigüedad: la liberación individual y social.
Pero resulta que hoy nos encontramos con un número significativo de personas que están tan ansiosos por entregar su libertad como sus antepasados tuvieron la oportunidad de combatir por ella. Es decir, en lugar de desear la verdadera, buscan alternativas para rehuirla, aunque sintomáticamente en el nombre de ella (la libertad).
La crisis de la democracia no es la de algunos países fácilmente objetivables, sino que se plantea en la gran mayoría de los Estados modernos.
Nos dice el pedagogo John Dewey: “La amenaza más seria para nuestra democracia no es la existencia de los Estados totalitarios como entidades externas. Es la existencia en nuestras propias aptitudes personales y en nuestras propias instituciones de aquellos mismos factores que en esos países han otorgado la victoria a la autoridad exterior y estructurado la disciplina, la uniformidad y la dependencia respecto de El Líder. Por lo tanto, el campo de batalla está también aquí: en nosotros mismos y en nuestras instituciones”. Lamentablemente, Dewey, junto a otros estudiosos de la sociedad, lo que quiere es alertarnos acerca de que existe una tendencia cierta a que la LIBERTAD RETROCEDA.
Sin embargo y contextualizando la situación en la Revolución Francesa, camino al patíbulo Madame Marie-Jeanne Roland de la Platiere en 1793, y habiendo sido una de las primeras fogoneras del egregio acontecimiento histórico pronunció estas concientizadoras y dolorosas palabras: “¡Oh Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.
* Desde Burzaco (Buenos Aires). Redactó unos 200 fascículos dirigidos por Don Pepe Rosa. Colaboró, desde la apertura democrática en 1983, con publicaciones como NotiLomas, Buenos Aires/17 y Volver a las fuentes. Comunicador de temas históricos en radios locales: FM Ciudades, FMB, AM 1580, FM Sueños. Relator de las Comisiones de Identidad Bonaerense, y otras en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Redactor en los periódicos InfoRegión y La Unión. Docente jubilado, regente y director del Instituto Lomas y profesor de Adultos. Es autor de los libros Historia general de la provincia de Buenos Aires (1998); El olvidado de Belém: vida y obra de Ramón Carrillo (2005); Ramón Carrillo: vida y obra del ilustre santiagueño; Historia Popular de Burzaco T. 1 (2009); Santiago del Estero-Belém do Pará. Una vida, un destino: Ramón Carrillo (2010); El Jazz Nacional y Popular (2017). Más artículos del autor
Comparte este artículo, tus amig@s lo leerán gratis… Mastodon: @LQSomos@nobigtech.es Telegram: LoQueSomosWeb Twitter: @LQSomos Facebook: LoQueSomos Instagram: LoQueSomos