Mustang, rebelde con causa
Carlos Olalla*. LQSomos. Marzo 2016
¿Qué pueden hacer cinco niñas frente a un mundo patriarcal que quiere robarles la vida? Son adolescentes, casi niñas aún, pero sufren en primera persona la sinrazón y el fundamentalismo que las ve como simples objetos sexuales y reproductores. Mustang, la ópera prima de la directora franco-turca Deniz Gamze Ergüven, que cuenta la historia de estas cinco hermanas es un precioso y desgarrado grito de libertad y rebeldía. Es una película que nos enseña a ver el mundo a través de la mirada de una niña de trece años, la pequeña de las hermanas. ¡Y es tanto lo que nos enseña a mirar, tanto lo tenemos que aprender a ver! Su mirada es una mirada limpia, inocente, una mirada curiosa que ve el mundo, su mundo, como lo que es: un grupo de niñas que juegan a descubrir la vida, no los simples objetos sexuales o reproductores que los adultos ven en ellas; unas niñas que disfrutan viviendo su presente mientras los adultos les intentan robar la vida y los sueños; unas niñas que toman conciencia y se rebelan contra un mundo que las esclaviza. Las figuras de la abuela y el tío con los que conviven estas niñas reflejan la crueldad del entorno que les ha tocado vivir. Son duros e inflexibles con ellas. Él para evitar las críticas de sus vecinos; ella para protegerlas de la ira de su tío, abusador para más señas de una de las pequeñas. El idílico e inocente mundo en el que viven esas niñas desaparece de repente el día en que una vecina del pueblo en el que viven se escandaliza por verlas bañarse vestidas en el mar jugando con sus compañeros de clase. La delación de la vecina hace que tío y abuela decidan encerrarlas en la casa, enrejar todas las ventanas, quitarles teléfonos y portátiles, cerrar todas las puertas, prohibirles volver a la escuela, prepararlas para ser “buenas” esposas y madres. A partir de ahí empieza una película bella y fascinante que nos hace sentir como una hermana más, compartir juegos con ellas, soñar con ellas, sufrir la ignominia y la injusticia con ellas…
Son muchas las reminiscencias que la casa de estas niñas tiene de la de Bernarda Alba y de todas las que, en todas partes del mundo, el conservadurismo mojigato de quienes tienen el poder y el fundamentalismo de tantas y tantas religiones que domina las sociedades, condena a las mujeres a la esclavitud y el ostracismo por el simple hecho de serlo. Ver esa realidad, esa durísima realidad, a través de los ojos de una niña de trece años es algo que te llega a lo más hondo y que nadie, absolutamente nadie, debería dejar de ver. A través de sus ojos vemos desmoronarse, uno tras otro, los ancestrales pilares del patriarcado, la sinrazón de un mundo que criminaliza la dignidad y la belleza, que condena la libertad, que se perpetúa sobre la injusticia.
Pero Mustang es más, mucho más, que una mirada que todo lo desnuda. Es un canto de rebeldía, el de una niña que decide que los demás no vivan su vida, que afronta el reto de rebelarse contra la injusticia. No es casualidad que quien dé ese paso al frente, quien tome la iniciativa, sea precisamente la más pequeña de las hermanas. Ha visto lo que han hecho con sus hermanas mayores, las ha visto casarse contra su voluntad, someterse a aberrantes pruebas de virginidad, negarse a sí mismas… Y es ella, la más pequeña, la aparentemente más débil y vulnerable, la que decide que nadie hará eso con ella, la que decide tomar las riendas de su vida. Deniz Gamze, la directora, define muy bien lo que es el entorno de su película: la mitología griega en la que las hermanas son un solo ser, una hidra con cinco cabezas, y el tío el temible Dédalo que las encierra. Mustang es un proyecto muy personal. La escena que desencadena la tragedia, el inocente baño en el mar, le ocurrió a la directora en la vida real. Ella tuvo que enfrentarse al absurdo y la ignominia de ese mundo patriarcal y no tuvo fuerzas para hacerlo. Por eso ahora, treinta años después, le grita al mundo a través de esas niñas lo que no se atrevió a gritarle cuando era niña: “el proyecto nació de la voluntad de poner de manifiesto todas las cosas que habría querido hacer y decir otorgando a mis personajes el coraje que yo nunca tuve”
La película está ambientada en un pequeño e idílico pueblo del interior de la Turquía de hoy, pero la historia que cuenta es una historia universal, la de millones de niñas y mujeres condenadas a vivir bajo el patriarcado. Como la misma directora comenta, esta es una historia que hoy pasa en todas partes del mundo: “En un pase que hicimos de la película en una prisión de mujeres, al acabar varias reclusas se me acercaron para decirme que lo que habían visto en la pantalla era lo que sucedía en sus casas. Venían de cuatro continentes distintos”
La película ha ganado infinidad de premios, entre ellos el Goya a mejor película europea, varios Cesar y ha sido una de las nominadas a los Oscar a mejor película en habla no inglesa, pero llevarla adelante no fue tarea fácil. Tan solo tres días antes de empezar su rodaje la directora comprobó, tras innumerables meses de lucha, que no tenía cubierta la financiación. O encontraba un nuevo productor o no podía empezar el rodaje. No se lo dijo a las actrices. En tres días lo encontró. Siguió adelante. Rodó la película estando embarazada y abordó el montaje en una loca carrera por acabarlo antes de dar a luz. Acabó de montarla con su hija en brazos.
En la fantástica entrevista que Nando Salvá ha hecho a la directora en El Periódico, podemos ver lo que buscaba contar con Mustang y las enormes dificultades que tuvo para llevar adelante su proyecto, un proyecto que denuncia el patriarcado, rodado en Turquía y dirigido por una mujer: “Mi objetivo inicial fue criticar la incapacidad de la sociedad turca para percibir a las mujeres como nada más que objetos sexuales. Todo cuanto hacen y cada pulgada de su cuerpo son sexualizados. Hay escuelas en las que los chicos y las chicas son obligados a subir a las aulas por escaleras distintas, como si algo sexual pudiera ocurrir de camino a la clase de matemáticas de la mañana. Me molesta que digan que he retratado a las protagonistas de Mustang de forma sensual, porque eso demuestra hasta qué punto estamos acostumbrados a ver las películas con una mirada masculina y sexista”.
“La película presenta situaciones reales. A las chicas se las acusa de indecentes solo por sentarse sobre los hombros de unos chicos mientras jugaban en la playa, y eso me pasó a mí misma. Y los ginecólogos admiten que la escena en la que una de ellas es llevada al hospital por no sangrar en su noche de bodas es algo muy frecuente. Pero es cierto que quise dar a la película un aire mítico, convertir a mis personajes en superheroínas llenas de coraje, inteligencia y perseverancia. Porque lo que ellas hacen es lo que muchas mujeres soñábamos con hacer en su misma situación”.
“Turquía es un país muy heterogéneo en el que mucha gente vive vidas extremadamente modernas, y donde existen leyes que protegen los derechos de la mujer. Pero también es una sociedad muy conservadora que nos reduce a máquinas de tener hijos y nos considera útiles solo para cuidar de la casa. Es terrible que Turquía, que fue uno de los primeros países en aprobar el sufragio femenino en los años 30, ahora ponga en duda derechos básicos como el aborto. El partido del gobierno es ultraconservador y ultrarreligioso. El presidente Erdogan opina que las mujeres deberían centrarse en procrear, y que ni siquiera deberían atreverse a reír en público”.
“Tuve que tomar precauciones y rodear el rodaje de un gran secretismo. Recuerdo una escena en la que una de las chicas hace el amor enfrente de un banco; la rodamos en una zona muy conservadora, y a algunos miembros del equipo casi les dio un infarto. En todo caso, he recibido y sigo recibiendo mensajes de gente que me insulta, y me amenaza. Me llaman ‘enemiga de la nación’, por ejemplo. Pero mi deber como artista y ciudadana es cuestionar ciertas actitudes. Esconder la mugre bajo la alfombra no la hace desaparecer”.
“En Turquía y en el resto del mundo. Cuando proyectamos la película por primera vez en Cannes, mujeres de países sin relación geográfica o cultural con Turquía me dijeron que así es también la experiencia de las mujeres en Corea, o en Israel, o en muchos otros lugares. Y el problema es que a veces nosotras mismas nos resignamos a aceptar la discriminación y a reproducir códigos patriarcales. Me parece terrible que el simple uso de la palabra feminismo esté mal visto en muchos países, se considera feo. Eso no puede ser”
Tuve oportunidad de asistir al preestreno de la película que hizo la distribuidora, A contracorriente films, en el Instituto Francés en Madrid. Vino a presentar la película Günes Sensoy, la actriz que da vida a la protagonista. Me sorprendió su madurez cuando, respondiendo a una pregunta del público, contestó sin dudar: “Esta película no habla de las cosas malas de Turquía, sino de las cosas malas de la humanidad” Esa es la grandeza de Mustang, denunciar la sinrazón del patriarcado que hoy, en mayor o menor medida, domina en todas las culturas; hacerlo sin esconder la dureza de la realidad y salpicándolo con esos maravillosos toques de humor que, a veces, nos da la vida; y, sobre todo, prestarnos la inocencia de la mirada de una niña para que podamos ver el sinsentido de la realidad en la que vivimos.