Néstor Kirchner: el estado como reparador de las desigualdades sociales
Por Daniel Alberto Chiarenza*
“La Plaza imanta la mirada desde el Palacio. Principiaba su gestión cuando Néstor Kirchner se acercó a la ventana con el ministro de Educación, Daniel Filmes, y le avisó: ‘Danielito, yo no voy a reprimir nunca’. […] Formulaba la promesa considerando en especial a los desocupados, quienes tenían más razones para protestar y movilizarse. Eran, previsiblemente, los que más lo hacían.
El modo de contener la protesta, para Kirchner, consistía en actuar sobre las condiciones sociales que la provocaban y justificaban, lo que implicaba apostar al crecimiento, la creación de empleo, la demanda agregada, y no a los gases lacrimógenos, las balas de goma o de plomo”.
Mario Wainfeld. Kirchner, el tipo que supo. Siglo veintiuno, 2016.
25 de mayo de 2003: Kirchner al gobierno, los DDHH y la distribución equitativa al poder
En su asunción del gobierno argentino, Néstor Kirchner prometió volver a construir el Estado que el neoliberalismo había destruido: “Debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona. Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, […]”.
Kirchner asumió la presidencia legalmente – algunos dirán: por la defección de Menem que no quiso presentarse al ballotage- lo cierto es que privó al exgobernador santacruceño de la posibilidad de ganar las elecciones de un modo contundente y, con este juego absurdo del riojano derechista, querer opacar la innegable legitimidad.
Buscó apoyo a su proyecto superador, latinoamericanista y democratizador, y no quiso estar excesivamente atado al partido justicialista, por eso convocó a la “transversalidad” de centroizquierda, por lo que hay kirchneristas peronistas y no peronistas. Pero también a peronistas dogmáticos que no comprendieron el pasaje al siglo XXI. Aunque Kirchner no niega ni renuncia a su pertenencia de origen. Según José Nun, aprobando a Kirchner ratifica que “no hay una esencia del peronismo: si uno dice que es peronista, es peronista” ¿Y por qué no deberíamos haberle creído?.
La hiperactividad registrada durante toda su gestión fue incalculable. Muchos analistas vieron esto como una búsqueda de legitimidad de Néstor ante el pueblo argentino y ante todo el mundo. No dejaba de ser una forma novedosa de gobernar.
Encarnó la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la corrupción, alcanzando un nivel de popularidad -cuando se acercaba el fin de su mandato- de casi el 80%. Entre los porteños, siempre más críticos y refractarios hacia todo lo que intuyeran peronista, la imagen positiva superó el 55%.
A fin de modificar la relación entre los poderes del Estado, evitando manejos “extorsivos” y no ser acusado de propiciar una Corte Suprema “adicta”, Néstor dio pasos claves para transparentar el procedimiento de designación de los jueces, y fomentó la remoción de magistrados deshonestos por el método constitucional del juicio político. La propuesta de un candidato en ese tiempo se hacía en forma abierta, dando a conocer los antecedentes de lo que sería, tal vez, un futuro magistrado, quien tiene que responder en audiencia pública los cuestionamientos de la sociedad. De este modo se nombraron como integrantes de la Corte Suprema a prestigiosos juristas, como los doctores Eugenio Zaffaroni, Elena Highton de Nolasco (la primera mujer en el más alto Tribunal argentino) y Carmen Argibay, en la conformación de la Corte vemos la absoluta reivindicación de la mujer en papeles relevantes del Estado.
Kirchner impulsó la anulación de las leyes de “Obediencia debida” y de “Punto final” por parte del Congreso, que amnistiaban a los militares y civiles genocidas durante la última dictadura argentina. Néstor recorrió el edificio de la ESMA acompañado por exDetenidos-Desaparecidos que habían sufrido cautiverio y tortura allí, hijos de desaparecidos que nacieron en ese lugar y familiares de las víctimas. La ESMA dejó de pertenecer a la Armada y se transformó en un lugar destinado a la lucha contra el olvido, la desmemoria, por la verdad y la justicia. Además se descolgaron los cuadros de quienes habían usurpado las instituciones y ordenaron los crímenes, principalmente de los generales que habían sido presidentes de facto. En su discurso Kirchner dijo: […] como presidente de la Nación vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia por tantas atrocidades. Hablemos claro: no es rencor ni odio lo que nos guía, es justicia y lucha contra la impunidad. A los que hicieron este hecho tenebroso y macabro de tantos campos de concentración, como fue la ESMA, tienen un solo nombre son asesinos repudiados por el pueblo argentino”.
En ese sentido el fin de la dictadura se dio con la asunción de Néstor, en términos de fin de la impunidad, y no antes, sin incurrir en una falta de respeto, sobre todo al presidente Alfonsín que fue el pionero de los juicios a las Juntas militares.
Como resultado directo del abandono de la convertibilidad y la fuerte devaluación realizada ya por Duhalde, la economía inició un proceso de recuperación, especialmente en las exportaciones. Debido al escenario de desocupación, la devaluación no fue seguida de un aumento de precios generalizado y no se hizo necesaria la presión sindical. Es decir los sueldos y los precios no acompañaron al dólar. Significó una caída coyuntural de los ingresos de los trabajadores y en los costos de los empresarios. A pesar de que triplicaron sus volúmenes de exportación y los industriales mostraban recuperación -siempre disconformes con las medidas populares que tiendan a democratizar económicamente a la sociedad- se quejaron por retenciones e impuestos.
Kirchner no aceptó acríticamente el Consenso de Washington, al contrario planteó la revisión de las privatizaciones y la revalorización del rol del Estado.
Su postura fue firme con los organismos internacionales que exigían el pago de la deuda externa; negoció una importante quita con los tenedores de bonos. Canceló la deuda con el FMI.
Kirchner interpretó –como Perón en su momento- la necesidad de la ciudadanía de volver a tener un Estado con una postura soberana.
Comentaba Nicolás Casullo: “Kirchner repone algo que era difícil de reponer: los 70 como la búsqueda de un bien social, la fraternidad con el otro, una idea nacional. Lo interesante de la enunciación de Kirchner como presidente, al tomar los 70 como referencia, es que lo respeta como ese momento de duelo y de lo trágico, pero al mismo tiempo lo pone en un campo nuevo, en el campo de la política. Eso también fueron los 70. Yo salí de esa locura en el ´74, porque creía en algo totalmente distinto, y hubo miles, entre ellos el presidente, que no estaban de acuerdo con el iluminismo militarista, que por otra parte estaba derrotado políticamente desde antes. La derrota política del peronismo revolucionario y de Montoneros es anterior a la derrota militar, es de fines del ´74 o principios del ´75. Y lo que sigue es parte de un error que termina en el delirio de las contraofensivas. Yo creo que Kirchner comparte esto. Hubo miles de muertos, pero también de sobrevivientes y miles que no apostaron a la guerra sino a una política de liberación, en el marco de un proceso revolucionario, pero no en lo que terminó siendo: lo fanático, lo mortuorio, el duelo, los desaparecidos. Entonces Kirchner habla de otros 70, unos 70 que son de vida, de política, de intención de cambio, de éticas y morales. Sólo un presidente puede, desde la cúspide del poder, salir a decir con legitimidad que él habla desde los 70”.
“[Notamos de su esposa, la dos veces presidenta de los argentinos, Cristina, que] Lejos de mostrarse débil o triste o deprimida después de la muerte de Néstor, se mostró más fuerte y lúcida. Y advirtió. Y advirtió: «No confundan mi dolor con debilidad». La precisión de estas frases, el brillante armado intelectual que exhiben, deslumbra a muchos y agrede a otros. Una mujer inteligente es un espectáculo intolerable para los mediocres, sean hombres o mujeres”.
José Pablo Feinmann. El Flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner. Planeta, 2011.
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