Ni leyenda ni negra: verdad sanguinaria

Ni leyenda ni negra: verdad sanguinaria
Foto de Luis Antonio Rojas para The New York Times

Por Arturo del Villar

Con motivo de la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta elegida por el pueblo de los Estados Unidos Mexicanos, acto al que NO fue invitado el rey borbónico español, la derecha, la ultraderecha y la extrema derecha nazionales del reino han clamado contra la presidenta, su predecesor, su partido y hasta los corridos mexicanos. Gritan que es una ofensa al pueblo español, considerándose ellas ese pueblo en exclusiva

Ilustración de Rafael Barajas Durán “El Fisgón”

Yo soy español, no por mi gusto, sino por mi nacimiento, y no sólo no me siento ofendido, sino que estoy de acuerdo con la interpretación histórica que hacen los mexicanos de la espantosa conquista española de su tierra.

El presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, elegido por el pueblo para desempeñar ese cargo, presentó una exigencia al rey hereditario de España, Felipe VI de Borbón, que lo es por ser hijo de su padre Juan Carlos de Borbón, que lo fue por decisión única del dictadorísimo genocida que tuvo sometida a la patria bajo su yugo: que pidiera perdón a los mexicanos por las atrocidades sanguinarias cometidas por los invasores españoles durante la conquista de México.

No le dio la real gana de hacerlo, porque para eso hace lo que quiere en su reino, y piensa que tambien le está permitido en el resto del mundo. Ante esa grosera actitud la nueva presidenta no invitó al rey hereditario de España a acompañarla en su toma de posesión del cargo, y el Gobierno del partido dinástico que usurpa el título de Socialista Obrero Español bramó de indignación, lo consideró un insulto a todo el reino y decidió no enviar ninguna delegación al acto. Eso salieron ganando los mexicanos, que se libraron de contemplar sus jetas.

Una historia real

Ha sido la disculpa para que la extremísima política nazional rebuzne según su costumbre, y saque a relucir la que denominan leyenda negra contra España. Alegan que la conquista fue beneficiosa para los indígenas, porque les llevaron, aparte las enfermedades europeas desconocidas en América, su religión y su cultura. A cambio, los frailes compañeros de los conquistadores asesinaron los indígenas que rechazaban bautizarse, destruyeron todos los vestigios de su cultura ancestral, y de hecho los esclavizaron, porque decían que no eran seres humanos.

El horror de la conquista española en cualquier lugar en donde se situó permite que todavía para el pueblo los españoles seamos considerados monstruos de maldad. Los dirigentes suavizan esta realidad por motivos comprensibles y hablan de la madre España, como si no hubiera sido una madrastra sanguinaria. Todo sea por el comercio internacional.

Los indígenas no aceptaban el colonialismo español, al que se sometieron por la fuerza de las armas superiores de los invasores. Los independentistas tuvieron caudillos que son hoy sus héroes nacionales. Baste citar como ejemplo a Caupolicán, el toqui mapache asesinado el 27 de junio de 1558 por el inhumano método del empalamiento, sentencia dictada por el capitán español Alonso de Reinoso, maldito sea su nombre eternamente.

Las guerras por la independencia del territorio americano se prolongaron hasta finales del siglo XIX. Recordemos solamente en la hoy República de Cuba al Apóstol José Martí, gloria de las letras en castellano, poeta, novelista y ensayista, herido mortalmente en un enfrentamiento con las tropas coloniales españolas, muerto el 19 de mayo de 1895, fecha que Cuba conmemora desde entonces como su liberación del yugo colonial español. Los culpables de su sacrificio le han levantado un monumento en Madrid. Tomamos a Martí como ejemplo de todos los patriotas que lucharon para conseguir la independencia de sus países, que no pueden ser recordados aquí.

Pero el colonialismo español no es exclusivo de América. La República de Filipinas tiene también un héroe independentista, el escritor José Rizal, fusilado por el ejército colonial español el 30 de diciembre de 1896. Mientras esperaba la monstruosa ejecución compuso uno de los más bellos y terribles poemas en castellano, “Mi último adiós”, que ahora figura en el grandioso monumento erigido en Madrid a su memoria, que debe considerarse como una expiación sin valor del salvaje e impiadoso colonialismo español. Nos fijamos en Rizal por su significación humana, literaria y política, en representación de todos los heroicos independentistas filipinos. Es comprensible que todos los ciudadanos abominen de España.

El valor de la libertad

Los neocolonialistas actuales están muy orgullosos por la chulesca interrupción que hizo el sucesor a título de rey designado por el dictadorísimo genocida para perpetuar su régimen criminal, Juan Carlos de Borbón y de Borbón, al presidente elegido libremente por el pueblo venezolano, Hugo Chávez. Dos jefes de Estado, muy diferentes en todo.

Sucedió el 10 de noviembre de 2007 en Santiago de Chile, durante una de aquellas inútiles cumbres iberoamericanos de jefes de Estado. El rey hereditario de España cometió la intolerable chulería de interrumpir un discurso del presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, con una frase que hicieron suya los extremados de la derechísima, tan abundantes en este reino de España continuador de la dictadura fascista: “¿Por qué no te callas?” Les parece muy oportuna y feliz, en vez de considerarla una falta de educación inadmisible, inaceptable e indisculpable en la diplomacia internacional.

Y no cuentan más, porque estos significados neocolonialistas silencian la oportuna respuesta que le dio el presidente constitucional de la República Bolivariana: “Porque somos libres.” Toda una lección de democracia, que desde luego el Borbón no pudo captar, porque es el sucesor designado del dictadorísimo continuador de su régimen opresor del pueblo español, y por ello ignora el significado de la palabra democracia.

Casi todas las colonias españolas se han independizado y son libres, no están sujetas a las reales órdenes del Borbón de turno en el trono español. Son felizmente libres. Los únicos que no alcanzamos la libertad somos los españoles. También nosotros contamos con mártires que han pretendido liberar al reino de sus opresores. Algún día se levantarán monumentos en su homenaje en ese Madrid.

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