No dejar sola a Grecia
Enildo Iglesias*. LQSomos. Febrero 2015
Me sumo a aquellos que piensan que el triunfo de Syriza en Grecia también lo es de la libertad.
Cuando digo pueblo, me refiero a las clases populares y al combativo movimiento obrero, que juntos fueron capaces de organizar 30 huelgas generales y un sinnúmero de marchas y manifestaciones contra gobiernos de corte neoliberal, que sordos a esos reclamos llevaron al país a la ruina. Estos actores más una docena de grupos y partidos de izquierda, conforman la coalición Syriza.
El pasado 25 de enero la mayoría del pueblo griego llevó a Syriza al gobierno con el mandato de poner fin a la política causante del hundimiento de los salarios y las jubilaciones, la destrucción de los sistemas de salud pública, seguridad social y educación, la explosión del desempleo (27%) y una brutal recesión con una caída del PBI del 22% entre 2000 y 2014.
También lo mandató a poner fin a los mecanismos utilizados para mantener la ofensiva neoliberal como el desconocimiento de los derechos laborales y del derecho de huelga.
Cumpliendo con un claro mandato. El gobierno de Syriza trata de cumplir sus promesas electorales
Fue así que el nuevo gobierno anunció su propósito de llevar al salario mínimo a 750 euros (cifra en la que se encontraba seis años atrás, luego de los memorándum de entendimiento pactados por anteriores gobiernos con la Unión Europea [UE] y el Fondo Monetario Internacional [FMI]), restaurar la negociación colectiva, reincorporar a los conserjes de escuelas y las limpiadoras de algunos ministerios que habían sido despedidas, restablecer el 13º salario en las pensiones que no lleguen a los 700 euros mensuales y poner fin a las privatizaciones previstas.
Además adoptó drásticas medidas de austeridad, entre ellas vender la mayor parte de los automóviles y aviones pertenecientes al gobierno.
Por su parte, los parlamentarios de Syriza adelantaron que no votarán el Tratado Trasatlántico, abusivo acuerdo de libre comercio que EE.UU. pretende imponer a Europa.
Syriza había prometido que en caso de llegar al gobierno negociaría con la UE y el FMI la deuda pública griega con el fin de que la misma sea sostenible. Lo que el nuevo gobierno propone es mantener las cuentas fiscales controladas y generar un superávit del 1,5 por ciento del PIB, en lugar del 4,5 por ciento que le exige la troika integrada por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI. Esos tres puntos porcentuales se utilizarán para dar cumplimiento a las medidas sociales, por demás urgentes, comentadas anteriormente. En buen romance, el gobierno griego argumenta que no va a mantener a su pueblo pasando hambre a cambio de pagar la deuda y que en consecuencia los pagos a los acreedores tendrán que reducirse.
Así las cosas, el gobierno griego enfrenta dos disyuntivas: Una es pagar la deuda a costa del bienestar de su población. La segunda, es establecer quién decide, ¿el pueblo griego en elecciones libres o la troika? La pregunta es pertinente, debemos recordar que los directores de los organismos que conforman la troika no son electos y que la UE funciona como una empresa transnacional, con una dirección que dicta las órdenes mientras los gobiernos de los países que conforman la Unión pasan a ser los gerentes locales que cumplen las directrices de la casa matriz en Bruselas.
El temor que ahora acucia a estos burócratas es que Grecia termine saliendo de la zona del euro y que luego de una crisis inicial, con fuga de capitales incluida, se recupere en forma más rápida que el resto de los países de la UE y sirva de (mal) ejemplo a otros países como España, Irlanda, Italia o Portugal.
Con Angela Merkel a la cabeza. La derecha teme, chilla y amenaza.
Las medidas adoptadas por el gobierno griego y su propuesta sobre la deuda, fueron suficientes para que la derecha europea (encabezada por Angela Merkel) pusiera el grito en el cielo y catalogara a los integrantes del nuevo gobierno de “radicales de izquierda”.
Calificativo que acertadamente fue desmentido por el activista y filósofo estadounidense Noam Chomsky, para quien “Syriza es un partido de izquierda, pero no lo es por su programa. Es un partido antineoliberal. No exige que los trabajadores controlen la industria”.
También al retrógrado Mario Vargas Llosa le pareció oportuno arrojarle piedras al gobierno de Syriza. “Lo mejor que podría pasar es que estas bravatas de la campaña electoral fueran archivadas ahora que Syriza ya tiene responsabilidades de gobierno” escribió, mostrando la catadura moral de quien fuera candidato a la presidencia del Perú.
Atento a la voz de su amo (de su ama en este caso), Mariano Rajoy se sumó al coro y sentenció tronante: “Las deudas a España se pagan”.
Un artículo del economista mexicano Alejandro Nadal dejó en claro la falsedad contenida en esta afirmación: “Se piensa que las transferencias de recursos son entre países. Así hoy se afirma que ‘Grecia’ (o ‘España’) debe pagar sus deudas. Pero las palabras ‘Grecia’ o ‘Alemania’ se refieren a una abstracción. Si nos adentramos en el análisis, veremos que en cada uno de estos espacios nacionales hay obreros, capitalistas, terratenientes, banqueros y financieros, así como políticos corruptos”, argumenta Nadal.
Y agrega: “El tema de las transferencias debe ser analizado con rigor para entender la crisis en Europa y la manera de superarla. El programa de austeridad impuesto en Grecia y España conlleva un inmenso flujo de transferencia de recursos que es soportado por ciertas clases sociales en beneficio de otros grupos o clases en esos y otros países (por ejemplo, del norte de Europa). Es necesario superar la narrativa que ve en estas transferencias simples vínculos entre Estados nacionales e ignora la dinámica de las relaciones de clase…”
En Grecia se están jugando muchas cosas. El sindicalismo no puede aparecer indiferente.
En momentos de escribir estas líneas las partes se encuentran negociando. El gobierno griego ofreció pagar la deuda y no tomar medidas unilaterales que comprometan los objetivos fiscales acordados con la UE, a cambio de que la Unión le prorrogue por seis meses la asistencia financiera que vence a fin de mes y no exija nuevas medidas de austeridad.
Lo que está en juego en Grecia trasciende los límites de este país y el resultado final influirá no sólo en el resto de Europa sino en el mundo entero.
Si bien Syriza ha evitado presentarse como una alternativa al sistema capitalista, su victoria electoral muestra el amplio campo de desarrollo que la crisis abrió para la izquierda en todo el mundo.
Está en juego la viabilidad de una salida por la izquierda a la crisis. Salida que, como hoy sucede en Grecia, inevitablemente enfrentará a las burguesías rentistas con las clases trabajadoras y populares.
Es urgente construir un movimiento lo más amplio y universal posible de apoyo al pueblo griego.
Un llamado en este sentido, nada menos que de los principales dirigentes sindicales alemanes, donde se afirma que Grecia no es una amenaza sino una oportunidad para Europa va en ese sentido, pero no alcanza.
En movimiento sindical, internacionalista y solidario por definición, debe estar en la primera fila de este movimiento.
Notas relacionadas:
– El harakiri
– Crisis en Europa: transferencias y lucha de clases
– Creación monetaria y la crisis en Europa
* Rel-UITA
Grecia no debe caer. Su libertad es la nuestra esperanza.